«Nunca tuve la fiebre del oro. La magia son las esmeraldas»

Sergio Arribas
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Primero se diplomó como gemólogo, después se especializó en diamantes y joyas antiguas, antes de convertirse en experto tasador y cursar un Master en esmeraldas. Juanjo Martín Larumbe, tras medio siglo en el oficio, está a pocos meses de jubilarse.

Juan José Martín Larumbe. - Foto: Rosa Blanco

Para Juanjo Martín Larumbe la gente «amable y divertida» es «una joya». El pensamiento liga con su carácter, extrovertido y cercano, nada altivo, pese a que conoce todos los secretos del oficio de joyero y gemólogo, también de relojero. Ni oro ni diamantes, prefiere una esmeralda porque «su interior es tan extraordinario como el cosmos».

Esta entrevista será una joya, se lo aseguro.
Al menos de joyas sé un poquito. Bueno, es una charla relajada, de café, y lo que sí le prometo es que seré muy sincero (se ríe).

Joyería Larumbe, en la calle El Roble, anuncia su próximo cierre por jubilación. ¿Cuántos años de joyero?
Pues 50 años haremos en este año 2020. ¡Toda una vida! Incluso antes estaba mi padre. Fue quien empezó con el negocio y nosotros lo hemos continuado. Es una cuestión de herencia familiar.

¿Apenado por la inminente jubilación o deseoso para descansar?
Pues deseoso para descansar. Llevo ya muchos años. Tengo dos hijas que han optado por otras profesiones, una es antropóloga y la otra enfermera. Y además el comercio pequeño ya no es lo que era.

No tengo vocación de ladrón, pero ¿cuál es el truco para diferenciar, a simple vista, un buen ‘pedrolo’ de una baratija?
Ahora mismo, con las imitaciones que hay, es casi imposible, a simple vista, diferenciarlo, incluso con una lupa. Tiene que pasar por un laboratorio gemológico, analizar pruebas y conocer con precisión qué tipo de gema es.

¿Alguna vez le han llevado una pieza como piedra preciosa maravillosa y en realidad era una castaña pilonga? ¿Le han intentado engañar?
Pues, desgraciadamente, la mayoría de las veces (se ríe). Si me pregunta si ha habido gente que ha intentado venderme piezas presuntamente robadas, pues le digo con rotundidad que jamás nadie podrá reprocharme nada en este aspecto. Estoy limpísimo, tengo la conciencia limpia y muy tranquila. 

¿Su gema favorita?
La esmeralda, sin lugar a dudas.El gemólogo analiza también el interior de la piedra y la esmeralda tiene una cantidad de inclusiones, de otras gemas que se introducen cuando se crean en la tierra, que es algo, créame, extraordinario. Mirar el interior de una esmeralda es mirar el espacio, el cosmos, por la cantidad de formas, de inclusiones líquidas, sólidas, cúbicas… ¡Impresionante! El diamante, por ejemplo, es, por decirlo de forma coloquial, la piedra gemológica más sosa, no tiene nada, es un carbono puro. La esmeralda es la gema más impresionante por su complejo interior.

¿Entonces el verde será su color favorito?
No especialmente (se ríe). Decía Mahoma, que el verde aclara la vista de cualquier ser humano; claro, como estaban en el desierto identificaban el verde con la vegetación de un oasis. También el verde suele ser un color relajante.

¿Un diamante es para siempre?
‘Is forever’ porque es prácticamente indestructible. El diamante es el mayor valor en el mínimo espacio.

El novio regala un anillo de compromiso y ella un reloj, de toda la vida. El cliente, ¿se deja aconsejar?
Generalmente sí, en un porcentaje muy elevado y más en las ciudades pequeñas que nos conocemos todos. En nuestro caso, nuestros clientes han pasado de generación en generación, abuelos, padres e hijos. Imagino que en las grandes joyerías ocurrirá lo mismo. El cliente de joyería y gemas no suele tener mucha idea, porque ¡¡¿quién ha visto un diamante?!! Si no eres experto, pues no sabes que talla, qué composición, la diferencia de luces, brillos, etc… Se dejan aconsejar y hacen bien.

Su joya en la vida es…
Mis dos hijas. Y luego para mí es una joya la gente amable, que se divierte, que mira por los demás y, sobre todo, los niños, claro… Me considero extraordinariamente abierto, quizá demasiado, y a veces un poco impulsivo… Alguna vez me he dicho: «¡Te estás pasando Juanjo!» (se ríe). Pero es que es mi forma de ser. Intento ser un poco retraído porque a veces soy demasiado extrovertido y gracioso o bromista, entre comillas.

Hablábamos de anillos y ahora de alianzas y no me refiero al PSOE con Podemos. ¿Cuál es la última moda en anillos de boda?
Ha evolucionado muchísimo. Hasta el año 2010 siempre era la clásica alianza, un arete (anillo) con más o menos grosor y completamente pulida y lisa, ni más ni menos. Pero se han empezado a introducir en los últimos 8 ó 10 años combinaciones de oro blanco con oro amarillo, también pedrería que casi nunca antes se utilizaba, y nuevas formas y diseños que han revolucionado el mundo de las alianzas. Me gusta más esta nueva estética.

‘El Anillo del Poder’, que forjó Sauron para «dominarlos a todos». ¿Qué magia tiene el oro?
Creo que magia, para mí ninguna (se ríe). El oro tiene una ductibilidad impresionante que permite poder trabajarlo con una facilidad pasmosa. Y es prácticamente inalterable. Su dureza también es importante. Y como bien sabe, como hay poco oro… pues su valor es el que es, es decir, muchísimo. Nunca me ha dado la fiebre del oro. La magia está más en las esmeraldas.

A los niños se les dice aquello de ¡Alhaja! ¡Ven que te como a besos! ¿De pequeño era una joyita? Me refiero a si era un poco travieso…
Era muy travieso y malote entre comillas (se ríe). Me llamaban ‘Be’ de Beethoven, porque tenía los pelos muy largos y muy alborotados. Yo creo que también es porque soy un genio (se ríe). Es una broma mía.

Ha cambiado aquel pelo frondoso por una barba no menos tupida. Sus amigos no le recuerdan sin barba…
Ni mis amigos ni mi familia. Una vez me la quité y ni mis hijas ni mis sobrinos me identificaban. Ahí acabó el experimento. Sin barba soy otro. Me la dejé durante el servicio militar, al que fui voluntario. Me salió un eccema en la cara y el general gobernador militar de Segovia me permitió dejármela. «¡No te preocupes Larumbe!», me dijo. Era algo inaudito y de hecho tuve muchos problemas con mandos intermedios «¡¡¿Dónde vas con esa barba?!!», me decían. «Dígaselo a Vuecencia», les respondía. Y, claro, se callaban. Tengo que decirle que padezco de la garganta y la barba me sirve como bufanda. Parece una tontería pero no lo es. 

«En casa del herrero, cuchillo de palo»… Lo digo porque no lleva ningún anillo o colgante.
No llevo absolutamente nada, entre otras cosas, porque todo el mundo te ve, como joyero, y quiere ponerse lo que tú te pones. Es absurdo. No llevo ni reloj. La relojería también la domino, sobre todo la pesada, es decir, relojes de pared, carrillones y antesalas. Pero yo nunca tuve paciencia y el relojero tiene que ser un hombre con extraordinaria paciencia.

Maluma, compositor colombiano de pop, reggeaton y trap, luce pendientes, anillos y pulseras. 
Va cargadito, sí. Todo lo que sea a favor del gremio, pues bien, pero quizá es exagerado. 

M.A. Barracus, del Equipo A, ¿sería el cliente ideal?
Pues como cliente sí (se ríe). Seguramente no sería difícil acertar en sus gustos. Pero no es el tipo de cliente que quiera un joyero. Se lo digo yo.

Cuando conoce a una persona, ¿se fija primero siempre en las joyas que luce?
Siempre. Incluso ha habido épocas, ahora menos, le hablo de cuando era joven, que presumía de poder quitar a una persona una pulsera o pendientes sin que se diera cuenta, de la habilidad que tenía de trabajar con ellas continuamente. 

Joyero es también el estuche, caja o armario para guardar joyas, ¿es de los que se guarda lo que piensa o es más bien impulsivo?
Muy impulsivo, asquerosamente quizás (se ríe), seguro que es mi mayor defecto. Y creo que mi virtud es la sinceridad y que me considero amigo de mis amigos.

Carmen Polo, esposa de Francisco Franco, la llamaban ‘La Collares’. La temían en todas las joyerías de Madrid porque en cada visita era casi obligación regalar una joya a la ‘primera dama’ del régimen. ¿Pasó por Larumbe?
Ojalá hubiera pasado. No me hubiera importado. Y no tiene nada que ver con la ideología, que conste. Hubiese sido un reclamo extraordinario para otros clientes. 

¿Cuál es la joya más cara que ha vendido o, si lo prefiere, cuál es la que, por su valor, más le ha costado desprenderse?
La más cara, no lo sé, aunque tampoco se lo diría. Las piezas bonitassiempre me cuesta venderlas. Cuando veo una pieza bonita, una piedra bien tallada, bien engarzada, con un diseño bonito… pues esas me jode, con perdón, venderlas (se ríe).