«Valoro más la vida y lo que me ha regalado»

Sergio Arribas
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Alberto Montarelo, médico segoviano de 51 años, residente en La Lastrilla, ha desarrollado casi toda su carrera profesional en Urgencias, en hospital y en el SUMMA 112 de Madrid. Trabajando contrajo el virus. Éste es su relato y su experiencia vital.

El médico segoviano Alberto Montarelo Navajo. - Foto: D.S.

El virus le ha hecho perder diez kilos en apenas dos semanas. Ya recuperado, hace unos días le hicieron el test para comprobar que ya no tiene activo el virus y que puede volver a la pelea junto a sus compañeros. Alberto Montarelo Navajo, segoviano de 51 años, residente en La Lastrilla, es médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, aunque ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en Urgencias, primero en hospital (hasta 2004) y luego en el SUMMA 112 de Madrid. Por ello, se considera Urgenciólogo.

¿Cómo contrajo el virus? Él y su equipo estaban ya “con la mosca detrás de la oreja” desde que casi al inicio de la pandemia, estabilizaron a un enfermo crítico que reunía criterios de Covid-19. “No se nos advirtió de ello desde el Centro Coordinador y estuvimos trabajando sin protección unos minutos hasta que tomamos conciencia de la existencia del riesgo”, recuerda. A partir de esa experiencia, que comunicó a su servicio y a sus compañeros, algunas cosas empezaron a cambiar en los sucesivos días. “Pero ya habíamos caído varios, 3 de los 4 de mi equipo, y han seguido cayendo muchos después”

Montarelo recuerda que todo empezó una noche, hacia las cinco de la mañana. “Apareció de repente la fiebre alta y la tiritona y supe que ya estaba aquí. Desperté a mi mujer, hablamos brevemente, y organizamos en unos minutos mi aislamiento, el suyo y el de nuestros tres hijos. Afortunadamente vivo en un chalet, y la división por plantas lo hizo más fácil”.

Alberto y su esposa Teresa.Alberto y su esposa Teresa. - Foto: D,S,

En cuanto amaneció lo comunicó a su servicio, al teléfono 900 y a su médico de cabecera. Al ser sanitario, dadas las necesidades existentes, le programaron el test para ver si en efecto era Covid-19 o podría ser otro proceso que le permitiera seguir activo o al menos no aislado. Un par de días después le hicieron el test, y 48 horas más tarde le confirmaron el positivo.

Desde el primer momento decidió que pasaría todo el tiempo que pudiera en su casa, siguiendo allí el tratamiento, viendo el campo y la sierra de Guadarrama, respirando el aire de La Lastrilla por la ventana, “y viendo, o al menos oyendo, como mis hijos juegan y consuelan a su madre”.

En su condición de médico contó con la ventaja de poder monitorizarse cada poco temperatura, presión arterial, oxigenación y pulso. “Si la cosa iba mal y me daba tiempo, valoraría entonces acudir al hospital. Gracias a Dios --recuerda-- no tuve que llegar a hacerlo”.

Él se aisló en la planta de arriba de su vivienda, y su mujer y los niños en las plantas inferiores. “Cuando estás enfermo, las pocas horas que te sientes bien intentas mantener el contacto con los tuyos a través de la puerta, o a través del móvil, con ansiedad para que te digan que todo está bien. Y ellos hablan contigo con ansiedad por tranquilizarte, por decirte que te preocupes sólo de ponerte bien. Intentas comer un poco pese a no tener hambre y a que todo te sabe horrible, y también oir las noticias esperando el milagro que no se produce”.

El resto del tiempo, las horas más largas de fiebre, tos, dolores o dificultad para respirar, “intentas llevar los síntomas lo mejor que puedes, seguir respirando, y dormir para reponer fuerzas”. “Es entonces --dice-- cuando el miedo ocupa toda el alma. El dolor por perder lo que amas, igual. Ahora, ya libre de síntomas y, espero, libre del “bicho”, intento apoyar en la distancia a todos los que siguen enfermos en mi entorno personal y profesional, y prepararme físicamente para volver a la lucha. He perdido 10 kilos en apenas dos semanas”.

Montarelo ha tenido que convivir con el miedo. Reunía varios factores de riesgo, habitualmente bien controlados pero que no sabía bien qué influencia podrían tener finalmente en su evolución.

"Convivir con el miedo". “Creo que todos los contagiados, y entre ellos puede que aún más los sanitarios por las vivencias acumuladas en estos días horribles, hemos tenido que convivir con el miedo de si hoy será el día en que me ahogaré, recibiendo las noticias de cómo otros pacientes, otros compañeros más fuertes que tú luchan por no morir o directamente mueren… “Algunos -añade- según cierto ministro ‘en tiempo de descuento...’, sí , y otros con menos de 30 años. ¿Cómo se puede intentar reducir el impacto de los miles de personas muertas porque hayan vivido más de la media? ¿A qué edad una persona es ya menos persona?¿De qué pasta moral están hechos algunos?”, se pregunta Montarelo.

Por otra parte, confiesa que “el peso de haber podido ser vehículo de la enfermedad para tu familia y para tus amigos es muy grande. Sólo se alivia con el paso de los días, al comprobar que ni tu mujer ni tus hijos ni el resto de familia o amigos desarrollan síntomas”.

A su juicio, “es evidente que inicialmente no se ha tenido el respeto que merecía la amenaza. Se perdió la oportunidad de ir por delante del problema en vez de por detrás. Se perdió la oportunidad de hacer recuento de recursos, aprovisionamiento, organizar la logística, planificar una respuesta escalable, preparar el sistema para una respuesta eficaz y segura desde el principio...”

“Quienes debían responder proactivamente, responsables politicos y técnicos, no tuvieron la capacidad de atender más allá del impacto inmediato y superficial de sus obsesiones, sometiendo por ello a la gente a riesgos que, ahora, a cientos de personas cada día les supone morir en soledad. Y cuando todo ya estalla vemos que en algunos aspectos nuestros líderes reaccionan, pero que en muchos otros casos se dedican a explicarnos lo que ha pasado y no lo que se comprometen a hacer que pase, a intentar justificar fracaso tras fracaso logístico excusándose en causas ‘ajenas’ en vez de decirnos cómo van a solucionarlo…”

"Los políticos han fallado". Para Montarelo, “velar por su gente, anticiparse para garantizar su bienestar, es la obligación de un lider con los suyos, de un político con la poblacion, con la sociedad. Han fallado profundamente. Espero que cuando todo pase sean capaces, con el peso de la conciencia y la vergüenza de los miles de vidas irremisiblemente marcadas, de empezar a redimirse asumiendo sus propias responsabilidades”.

El médico segoviano asegura que no quiere transmitir una opinión politizada. En este sentido, recuerda, por ejemplo, la atención que dedicó el gobierno de Rajoy a un problema "de dimensiones infinitamente menores" en España como fue el Ébola, o que con el gobierno de Rodríguez Zapatero se aseguraron más de 13 millones de dosis frente a la gripe A, de las cuales fue necesario usar sólo una cuarta parte, “pero que ahí estaban a tiempo por si acaso”.

“Como profesional sanitario -afirma- ha sido triste comprobar cómo a los profesionales que de verdad respondieron con consciencia ante la amenaza, se les marcaba tildándoles de alarmistas o de despilfarradores de recursos”.

"Entre la ética y el miedo". A los sanitarios, subraya, “se nos ha puesto y se nos pone entre la ética y el miedo, entre la voluntad y la imposición, con EPIs que muchos días son ridículos y totalmente ineficaces. Y al personal de residencias, y a los farmacéuticos, y a las fuerzas de seguridad... Y así vamos cayendo. Hoy -por el domingo- ha muerto Luis Pérez, un compañero mío médico del SUMMA. Espero que, tras el dolor, sepamos hacer llegar a su familia el orgullo que sentiremos siempre al recordarle”.

En cuanto a las sensaciones del personal sanitario, Montarelo opina que aunque “aunque hemos sentido que nuestra salud no valía mucho (..) todos hemos optado por el valor y el compromiso, por dejarnos las fuerzas entre lágrimas de miedo, tristeza, dolor o rabia”.

"Se llega a aceptar la propia muerte". A nivel personal, Montalero afirma que el Covid-19 le ha hecho admirar aún más a la gente, “que ha sacado lo mejor de sí mismo en esta crisis, que está encerrada en su casa pero pendiente de todos los que le importan alrededor”. “Me ha hecho -explica- borrar de contactos al que te llamaba para contarte sus penas y se olvidaba al final de preguntar por tí y por los tuyos. Y llorar al comprobar que otros te llamaban cada día o que incluso preguntaban a otros por ti cada día en vez de llamarte, por si pudieran molestar”. “Me ha hecho -continúa- valorar aún más la vida y lo que me ha regalado. Me ha hecho ver que se puede llegar a aceptar la propia muerte, pero que sin duda es menos difícil esperarla si es viendo o al menos oyendo a los tuyos, que no en soledad. Y me ha permitido comprobar, de nuevo, lo que es el amor de mi esposa, y su fortaleza. Y que lo mejor que tengo en esta vida, mi mujer, mis hijos, mi madre y hermanos, mi familia y mis amigos permanecerían, Dios mediante, aunque me hubiera marchado”.