Christian busca una oportunidad

Sergio Arribas
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Tras huir de Perú y pasar por Barcelona, donde pasó la COVID, este artesano y malabarista busca en Segovia pequeños trabajos para sacar adelante a su familia, su mujer y sus dos hijas, una de solo cuatro meses.

Christian busca una oportunidad - Foto: Rosa Blanco

Christian lo escribió de su puño y letra, lo fotocopió y lo colocó en paredes a la vista de los transeúntes, en dura competencia con otros anuncios y carteles. «Hola soy pintor. Ofrezco mis servicios a bajo costos y bien trabajado». Así arranca el anuncio o «volante», según lo denomina su autor, que repartió por toda Segovia. «También ofrezco mis servicios —continúa el anuncio—para realizar cualquier tipo de trabajo por más pequeño o insignificante que sea el trabajo. Estoy disponible las 24 horas y me desarrollo en todos los campos y si no sé, le pongo todas las ganas para aprender y salir adelante. Mi nombre es Christian. Gracias». El dibujo de una brocha y un número de teléfono (611310001) completan un sencillo anuncio del que el interesado, en dos semanas, no ha recibido respuesta, aunque su esperanza sigue intacta.

Un peruano de 42 años, padre de cuatro hijos, está detrás de este anuncio, en el que subyace, a partes iguales, una dramática necesidad y una fuerte determinación para superarla. Es un simple anuncio de papel que encierra una historia singular, la del malabarista y artesano que tuvo que huir de su país para escapar de hostigamiento y amenazas y que hoy, a más de 9.500 kilómetros de Lima, la capital de Perú, se ofrece para hacer cualquier trabajo, por insignificante que sea, para sacar adelante a su mujer y sus dos hijas, una de 12 años y otra un bebé de apenas cuatro meses.

En Perú Christian trabajó en un supermercado, fue controlador de pozos de agua, y pintor de fachadas e interiores, aunque también malabarista, con pelotas y bolos, y artesano, de pendientes, pulseras y collares. «Siempre he estado en la calle», explica Christian, que en verano recorría todas las playas de Trujillo, Chiclayo o Arequipa para vender las piezas; donde también sacaba rédito de su habilidad equilibrista, jugando con piezas y clavas frente a los conductores y junto a los semáforos. Pero un día todo cambió. «En la calle conoces gente buena, pero también mala, lobos con piel de corderos, me involucraron en un problema fuerte, empecé a recibir muchas amenazas», comenta.

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Huyó del país dejando a sus dos hijos mayores, de 17 y 15 años, a su hija pequeña y a su mujer embarazada. Llegó a Barcelona con su madre y un hermano y vivieron en una casa ‘okupa’. Christian salió de aquel recinto cuando llegaron a España su mujer y su hija y fue entonces cuando quizá lo pasó peor. «Al principio algunos días dormimos en la calle, pocas veces. Ibamos a comedores gratuitos en Barcelona, hasta que conocí a algunas personas, como una boliviana, que nos dejaba dormir en el sillón de su casa», recuerda.

Asesorado por otros migrantes, Christian y su familia acudieron a Cruz Roja que en el mes de marzo les derivó primero a un hostal y después les alojó en una residencia de La Vall D’Hebrón y les incluyó en un programa de protección internacional. Por aquel entonces, en junio del año pasado, la familia se contagió de la COVID y pasaron más de un mes sin salir a la calle, hasta que los tres dieron negativo. El 10 de octubre nació su hija pequeña y un par de semanas después les derivaron a otra Ong, a Segovia, de la que la pareja no sabía nada. «Mi mujer se puso a mirar en internet y encontró la referencia de que era un sitio turístico y de que en invierno había nieve. ¡En Lima nunca nieva! Debe ser una ciudad bonita, pensamos, y nos vinimos», comenta Christian, que habla de que los segovianos son atentos y agradables.

En Segovia no les falta techo y comida, gracias a la ayuda de una Ong, la misma que ha conseguido que Christian y su familia, atendiendo a sus especiales circunstancias, hayan sido incluidos en un programa de protección internacional. Ellos tienen asilo en España, lo que implica participar en un programa que dura dos años y está diseñado para que las personas acogidas puedan vivir con autonomía e independencia y conseguir su integración social y laboral en Segovia.

Christian busca una oportunidadChristian busca una oportunidad - Foto: Rosa Blanco

Pero, ¿por qué entonces el anuncio? Christian es, por ahora, un «sin papeles» y no puede acceder a un contrato de trabajo; aunque espera obtener este permiso en unos meses. El anuncio responde, según dice, a una inquietud vital por dar una vida más digna a su joven familia.

«Gracias a Dios la ayuda que nos da la oenegé es muy buena, techo y comida no nos falta y para mí es bastante, pero hay ciertas cositas que van más allá», reflexiona. «Hoy en día un celular —teléfono móvil—no es un lujo, es algo indispensable. El que yo tengo es muy antiguo, se apaga solo, no entran llamadas. Pero yo no voy a decir a la Ong que me necesito un celular. O mi hija, por ejemplo. Cuando salimos, me dice ‘papi, ¿me invitas a una burguer? No se que decirla».

Christian busca una oportunidad
Christian busca una oportunidad - Foto: Rosa Blanco

Por eso, «hablé con mi mujer y le dije que yo quería buscar un trabajito, el que fuera (…) que iba a pegar unos volantes para buscar… bueno, yo no se si llamarle trabajo, en mi país se llaman cachuelos». Christian se refiere a lo que en España es «hacer chapuzas», es decir, trabajos de poca importancia, que le reporten pequeños ingresos. «No vengo con la intención de quitar a nadie un empleo, solo con las ganas de salir adelante», subraya el hombre, que comenta cómo la ong le facilitará unos cursos de formación aunque «hasta entonces no quiero estar en casa, sentado, sin hacer nada, me produce incomodidad tener que depender de una ayuda, cuando yo siempre he sido una persona activa y trabajadora».