Memoria local

A.M.
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Una exposición con imágenes de Manuel Riosalido (Rio), de mediados del siglo XX, lleva al visitante del 'Rodera Robles' a escenarios y personajes segovianos de la época

Pescaderos junto a su establecimiento en el Azoguejo, en 1947 - Foto: Rio

Una exposición de fotografías de Manuel Riosalido (Foto Rio) en el Museo Rodera Robles traslada al espectador a personajes populares y escenarios de mediados del siglo XX, una Segovia sin concluir las edificaciones de dos de sus más importantes arterias, la actual avenida del Acueducto –originalmente de San Clemente y después de Fernández ladreda–, y el paseo de Ezequiel González,  que se hizo famosa por fabricar el whisky Dyc por iniciativa del empresario Nicomedes García Gómez, que fue testigo de la presentación del Citroen CV en el concesionario del ‘Garaje España’, de Vicente Leal o que consumía golosinas en varios puestos repartidos en la calle Real.

Quien vivió la época hasta se podrá emocionar con viejos recuerdos, le vendrá a la memoria el chascarrillo que en alguna ocasión le podía haber dicho el vendedor ambulante conocido como ‘Madriles’, incluso se acordará de los actores de Hollywood en el recién estrenado ‘Hotel Sirenas’, de las tocas de las monjas del Hospital de La Misericordia, de los seminaristas jugando al fútbol, de los cuadros que pintaba ‘Puchero’ –vendedor de cacahuetes–, de los pescaderos del Azoguejo, junto al‘Mesón de Cándido’, o de algunos músicos que animaban bodas, como Manolo Mediavilla o José Esteban.    

El secretario de la Fundación Rodera Robles,Rafael Cantalejo,  considera que en estos documentos hay escenas plasmadas que casi pertenecen al género del cine neorrealista español,  como la despedida a los vendimiadores que se van a Francia en un tren desde la vieja estación de ferrocarril a los sones de la banda de música de la Academia de Artillería.

No se trata de una muestra de arte fotográfico sino que se acerca más al fotoperiodismo, teniendo en cuenta que Rio era corresponsal de Cifra, nombre que recibía el área gráfica de la Agencia Efe, hasta 1977, aparte de fotógrafo oficial de instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación o la Academia de Artillería. 

Cantalejo  sostiene que en vez de una exposición,  como las que se celebran en la sala de muestras temporales, «lo que hacemos es colgar las páginas de un libro de fotografías, fundamentalmente son documentales donde te encuentras personajes de los que has oído hablar cuyos hijos viven todavía, sus nietos, ven aquí la vida real de su familiar en ese momento»,  unos veinte años, desde mediados de los cuarente a mediados de los sesenta del siglo XX. 

Cantalejo explica que «se notan muchos cambios, es un análisis muy interesante de cómo ha evolucionado la ciudad, las personas seguimos siendo las mismas, pero los modos, las modas, los escenarios han ido cambiando, muchos de ellos a mejor, aunque alguno se debería haber conservado, como el trato personal del comercio de antes que se ha transformado en la  impersonalidad de algunos de los establecimientos actuales».   

Esta muestra que ayuda a recuperar la memoria local y a valorar cuánto hemos cambiado, ha sido posible gracias a José Manuel, hijo de Manuel Riosalido, que ha tenido la generosidad de prestar algunas fotografías. El valor de lo expuesto y el interés que está despertando va a llevar a la Fundación Rodera Robles a continuar realizando más exposiciones del mismo autor –la próxima se centrará posiblemente en viejos comercios–. Según Cantalejo,  «ha supuesto un revulsivo animoso, no se trata de buscar la nostalgia, sino de documentar una época, está conseguido, los comentarios del público son elogiosos, fundamentalmente para segovianos, aunque hay escenas muy comunes que podrían ser de cualquier punto de la la España de ese momento, a nadie le deja indiferente, todo, además, con una sonrisa».

José Manuel Riosalido explica que cuenta con 210.000 negativos, de los que solo 70 se han seleccionado para esta ocasión. Opina que, aunque un poco tarde, es una forma de hacer un pequeño homenaje a su padre, al que concibe como un enamorado de la fotografía del que conserva un importante archivo que es bueno que se dé a conocer porque puede ayudar a ver cómo era la ciudad y la gente en esos años. 

Entonces, no era frecuente que  la gente tuviera cámara de fotos, como hoy con los móviles, a juicio de Riosalido, quien apunta que «los profesionales eran pocos y son los que cubrían todos los acontecimientos, por supuesto en blanco y negro, el color no existía, mi poadre falleció en 1964 cuando empezaba el color a establecerse, pero era preciso hacer una inversión importante en los laboratorios porque era una técnica totalmente diferente a la de blanco y negro».