El adiós de un líder

Nacho Sáez
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Familiares, compañeros y entrenadores elogian la trayectoria del segoviano Pedro Rivero, que cuelga las zapatillas con cinco ascensos y varios récords a sus espaldas. Pasa a ser entrenador.

Es el compañero más inteligente que he tenido en una pista de baloncesto. Íbamos en el autobús y ya veía el partido que teníamos que jugar después. Sabía qué conseguiríamos hacer bien, qué errores cometeríamos y dónde tendríamos problemas». El escolta cordobés Rafa Huertas presume de ser amigo suyo, pero cree que no adolece de falta de objetividad cuando dice que Pedro Rivero, que acaba de poner fin a una carrera de 20 años, no debería haber jugado nunca en la segunda máxima categoría del baloncesto español. «Porque tendría que haber estado siempre en equipos de ACB», subraya. 

Huertas coincidió con el base segoviano durante dos temporadas en el Lucentum Alicante y en el Club Ourense Baloncesto. En ambos destinos conoció, según cuenta, «a un líder con mayúsculas», a pesar de un carácter que hay que saber diseccionar. «Yo no sé si seréis así todos los segovianos, pero Pedro al principio resulta un poco seco. Lo que es divertidísimo es cuando alguien le conoce y se va tomar unas cervezas con él. Después de un rato le mira y no se cree que sea la misma persona de un poco antes», indica Huertas para radiografiar la personalidad de un jugador que ha sido protagonista en cuatro ascensos a la Liga ACB (CAI Zaragoza, UCAM Murcia, Lucentum Alicante y Ourense Baloncesto) y otro a LEB Oro.

Rivero ha combinado a la perfección su comprensión del juego con las dosis necesarias de una capacidad de liderazgo que no está al alcance de cualquiera. En la gestión de las derrotas o en la integración en el vestuario de los jugadores más jóvenes que se incorporaban, ha demostrado tener unas cualidades innatas, tal y como constatan sus compañeros. «Le llamábamos ‘La abuela’», desvela el propio Huertas. «Y no porque fuera veterano, sino porque tiene cosas de persona mayor a la hora de decirte lo que estás haciendo mal. Es muy visceral y pasional, pero  cuando te corrige la mayoría de las veces tiene razón. Luego sabe escoger muy bien los tiempos para hablar contigo y dedicarte unas palabras de ánimo o darte un tirón de orejas». A eso sumaba, por supuesto, unas condiciones técnicas y físicas que justifican dos décadas en competición al máximo nivel. «Aparte de esa inteligencia para jugar, aunque no lo parece tiene unas patas increíbles», resalta su excompañero en Alicante y Ourense.

Su cuerpo lo ha cuidado con mimo durante este tiempo, según corrobora su mujer, Eli Cid, que lo describe como «un profesional que es un ejemplo a seguir». Las constantes mudanzas que tuvo que afrontar a lo largo de su carrera no alteraron sus ilusiones. «Es muy humilde y no se da ninguna importancia», apunta la propia Cid, que a la hora de repasar todos estos años con continuos cambios de ciudad y de equipos, realiza un balance feliz: «Me gusta mi familia y me gusta su profesión. Cuando hemos tenido que coger las maletas lo hemos hecho sin ningún problema porque lo importante era que la familia estuviera junta. Además, nos ha dado la oportunidad de conocer sitios y gente». 

También han tenido esa suerte Julio y Marcos, los dos pequeños del jugador segoviano y de Cid, que supieron adaptarse a las circunstancias. «Ir de un lado a otro siempre lo hemos visto como algo positivo y eso se lo hemos transmitido a nuestros hijos. Si hubiéramos estado agobiados, ellos también lo habrían estado», concede la madre, comprensiva con los vaivenes de la vida de un deportista porque ella también fue jugadora de baloncesto a menor nivel.

La élite implica compromiso sin ambages y máxima presión. «Al principio es todo muy importante y, como le sucede a todo el mundo en su trabajo, si tienes un día malo te lo llevas a casa. Pero Pedro ha aprendido mucho de lo malo y también de los éxitos, porque más allá de los cinco ascensos, de lo que ha disfrutado es de cada partido y de cada entrenamiento», prosigue Cid, que en el aspecto estrictamente deportivo le define como «un director de orquesta como no hay muchos en el baloncesto».

 

SU REFUGIO. Después de temporadas tan largas como ha sido esta última, Segovia ha sido siempre el refugio perfecto. Para reencontrarse con el resto de la familia y con los amigos y para descansar, aunque también ha encontrado siempre tiempo para colaborar con el centro de tecnificación o el campus que organiza la Delegación Provincial de Baloncesto. «No sé si será el mejor jugador de la historia del baloncesto segoviano, porque yo no soy muy mayor y porque tuvimos uno que llegó a jugar en la selección española, pero sí que ha sido el más reconocido a nivel nacional. Incluso en los años de crisis ha mantenido su estatus y siempre le han querido los mejores equipos de LEB Oro», reflexiona el delegado de Segovia de baloncesto, Mauro Martín.

¿Y por qué no ha jugado más años en ACB? «Por mala suerte», señala Rafa Huertas. «No he tenido muchos compañeros mejores que él a pesar de que también he estado en ACB. Pero a veces en el deporte se necesita una pizca de suerte que a lo mejor a él le ha faltado». Porfi Fisac, uno de los entrenadores españoles con más prestigio y segoviano como Rivero, considera que «es uno de esos bases que marca generaciones». «Es un mítico. Ha dominado las competiciones FEB (LEB Oro, LEB Plata...) y talento, actitud positiva y acierto de cara al aro no le ha faltado para haber estado más años en ACB. Pero a lo mejor se ha encontrado con una época en la que se valoraba más el físico, el empuje o la defensa», reflexiona el nuevo técnico del Basket Zaragoza.

Quizás pronto se vean las caras porque el futuro del ya exjugador va a estar en los banquillos. En concreto en el del Fundación Lucentum Alicante, que ha confirmado su fichaje. «Como entrenador es impresionante. Tiene una capacidad para transmitir conocimientos admirable y es una barbaridad lo que aprenden los chavales con él cada vez que nos ayuda en algo», asevera el delegado provincial de Baloncesto. «Va a tener un gran futuro fuera de las canchas», abunda su excompañero Huertas.

Hace un año en El Día de Segovia reconocía que su regreso a Alicante estaba motivado en parte por la promesa de que una vez colgase las zapatillas pasaría a desempeñar otras funciones en el club alicantino. También está deseando verle en los banquillos uno de sus compañeros de la infancia. Sergio Mingorría, aunque un año mayor que Rivero, coincidió prácticamente en todas las categorías con él en el colegio Claret. «Desde muy pequeño tenía desparpajo, soltura... Era muy delgadito y muy nervioso jugando, pero a ver quién corría detrás de él», tercia Mingorría, que recuerda cómo en un campus  gente de Ponferrada le vio y se lo llevaron: «Estaba todo preparado para que jugara con nosotros en la UDS, tras acabar la etapa júnior. Incluso su padre era el presidente». 

Su carrera después sólo admite admiración. «Es una barbaridad lo que ha hecho. Un periodista de Ponferrada decía que si en vez de Pedro Rivero se llamara Peter Rivers se le habría valorado más», concluye este excompañero.