Industria, la clave de la recuperación

Carlos Cuesta (SPC)
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El peso de las empresas manufactureras en el PIB español es del 14,64%, lejos de las tasas de los países avanzados que invierten más en actividades con alto valor añadido para superar la crisis y ser líderes en competitividad

Industria, la clave de la recuperación

La industrialización de un país es el mejor camino para salir de la crisis, avanzar hacia el progreso y lograr el crecimiento económico que aporte el suficiente bienestar social. 

Actualmente, el peso de la industria en el PIB nacional respecto al conjunto de la economía española era en el año 2000 del 18,7% y, en 2019, del 14,64%, cifra aún muy lejana del 20% que se había previsto para el Horizonte 2020 en la UE con el sector servicios a la cabeza que aumentó su volumen de facturación un 11,6% el pasado julio con respecto al mismo mes del año pasado, según el INE.

En este sentido, las ventas de la industria también han mostrado resultados positivos, con un incremento del 10,5% en el séptimo mes del año. Dentro del sector servicios, las actividades que más elevaron su facturación fueron las agencias de viajes y operadores turísticos que duplicaron sus cifras (128%), el transporte aéreo (89%) y el taxi (45%). También destacaron por su nivel de expansión la hostelería (43,4%), las actividades administrativas y servicios auxiliares (23,2%). En este contexto, la única actividad que perdió dinamismo fue la venta y reparación de vehículos y motocicletas.

Ante un panorama en el que el tejido productivo trata de volver a cifras prepandemia, los economistas consideran que es el momento idóneo para que España modernice sus estructuras industriales después de todo el esfuerzo que se ha llevado a cabo desde el inicio de la pandemia en tareas de digitalización, automatización, robotización, inteligencia artificial y en avanzar hacia la denominada Industria 4.0.

Los expertos subrayan que en el punto en el que España se encuentra debe dar un paso adelante para acelerar este proceso de industrialización que, en definitiva, no es otro que seguir garantizando su modelo de calidad de vida, sanidad, educación, pensiones,... aunque, esta decisión, conlleve tener que hacer importantes reformas estructurales en materia de empleo, fiscalidad y, especialmente, en lo que respecta a seguridad jurídica para que el sector industrial tenga la certeza de que sus inversiones tienen futuro y no la incertidumbre actual que, como ha pasado con las subidas de los precios de la luz, el Ejecutivo haya decidido unilateral mente equilibrar este fenómeno energético incrementando los impuestos a las corporaciones eléctricas.

Los analistas proponen que debemos mirar a los países avanzados que por su desarrollo humano, económico y tecnológico han dado ya los pasos que, de una forma definitiva, les mantienen un fuerte componente industrial en sus estructura productiva, apostando por la innovación y por todo lo que aporte valor añadido a sus empresas para ser más competitivas en un complejo mundo económico globalizado.

Conviene controlar los indicadores que marcan las grandes diferencias con respecto a las naciones que están a la cola. Así, no es plausible tener la enorme deuda pública que tiene España, que supera el 122% del PIB con más de 1,4 billones de euros, una tasa de parados por encima de los 3,5 millones de trabajadores sin contar los casi 270.000 que asalariados que aún continúan en un ERTE.

Y lo mismo, si ponemos el foco en la Administración tanto central, como autonómica y local que debe cuantificar de una forma más rigurosa si los fondos que emplea para sufragar una estructura funcionarial que es demasiado gravosa para las arcas del Estado lo podría destinar a modernizarla y digitalizarla como las grandes compañías invirtiendo de una forma más eficiente en iniciativas de futuro.   

Los empresarios que han sido punta de lanza en los últimos 50 años en el proceso de industrialización y modernización que ha vivido España defienden la necesidad, además, de abrir nuevos mercados, de potenciar las exportaciones. Se trata, sobre todo, de no dejar escapar a las compañías estratégicas para que, ante casos como la última pandemia que se registró una falta de suministros o el encarecimiento de las materias primas que vivimos en la actualidad debido a que hemos delegado en China este tipo de empresas, el país cuente con un potencial industrial suficiente para no verse excluido de este proceso de recuperación tan importante en situaciones de crisis o de desabastecimiento.

España es, por otra parte, un estado muy atractivo para los inversores extranjeros de países más desarrollados que deciden trasladar aquí sus empresas por los menores costes que tienen que asumir, especialmente, en mano de obra y en materias regulatorias de fiscalidad, tasas medioambientales o licencias. 

Revolución

La gran apuesta en estos momentos está en el dominio e implantación de las más modernas tecnologías de la Industria 4.0 que representa una gran revolución en todas las fases que componen la cadena de valor de las empresas a través de la digitalización tanto de los productos que fabrican como de los servicios que ofrecen.

Se trata del concepto clave en los países más desarrollados, puesto que son conscientes de que estas inversiones les aportan el valor añadido necesario para liderar el podium de la rentabilidad.