«Sin la bata blanca me siento como desnudo»

Sergio Arribas
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Empezó de chaval ejerciendo de mancebo, el que hacía los recados del boticario, para luego, ya detrás del mostrador y como auxiliar de farmacia, atender las dolencias de sus vecinos. Acaba de jubilarse y de recibir el homenaje del barrio de San José.

Miguel Ángel Tapias. - Foto: Rosa Blanco

Nadie le llama Miguel Ángel. Es ‘Aspi’ o ‘Aspirino’, el apodo que se ganó a pulso tras casi cinco décadas despachando pastillas, cataplasmas y ¡como no¡ aspirinas;pero también esos fármacos de modernos laboratorios y nombres casi impronunciables. Aspi es un tipo que desprende cercanía y sencillez.

Hable con usted horas antes de su homenaje y, como diría un amigo mío, estaba ‘metido en un grito’. 
Eso es verdad, estaba nerviosísimo tenía un nudo grande en la garganta. No podía pegar ojo. Ya le dije a mi hijo: «ponte detrás por si acaso no puedo hablar».

¿Cómo vivió el homenaje? ¿No pudo reprimir la lágrima?
Lágrimas, me cuesta. Pero ese nudo… Soy muy emocional, especialmente cuando estoy con mi mujer y mis hijos. Sensible, si quiere. Y no me avergüenzo.

¿Cómo explica que todo un barrio, el de San José,se una para demostrarle su cariño y agradecimiento? Algo habrá hecho, para bien…
Bueno, siempre intenté cumplir con mi trabajo, servir a todo el público, a mis vecinos, y a los segovianos de otros barrios.  Llevo desde 1974. Antes, de niño, ya llevaba la merienda y comida a la persona que despachaba en la oficina de farmacia de San José, a Felipe Burgos, auxiliar de farmacia, que tenía una gran amistad con mi padre Cayetano. Le hacia los recados.

Miguel Ángel, pregunté por usted y nada. Pero cuando dije ‘Aspi’ o ‘Aspirino’… ¿De dónde viene el apodo?
Sí, es cierto. A los que eran niños, he visto crecer y hoy ya son adultos, siempre me han llamado ‘Aspi’. ¡Es que he estado toda la vida en la farmacia!

Llaman mancebo al dependiente de poca categoría, sobre todo el de una farmacia, encargado, sobre todo, de hacer los recados. ¿Así es como empezó?
Exactamente. Antiguamente se decía mancebo. Ahora si preguntas qué es un mancebo, la mayoría de la gente, no tiene ni idea de lo que es. Con 17 años tuve mi primer contrato. Era muy joven. Con 18 me fui a la mili, voluntario, porque me lo aconsejaron quienes eran entonces mis jefes, Don Gerardo y Doña Elvira. Y luego me empecé a quedar en la farmacia...

Llamándole ‘Aspi’, ¿no tuvo nunca otras ‘aspiraciones’?
No, no (se ríe). Me ha gustado tanto la farmacia, que nunca pensé en otra profesión. Quizá estaba predestinado. Nunca se me pasó por la cabeza dedicarme a otra cosa.

De Don  Felipe Burgos aprendió lo que era una botica… y luego se tituló como auxiliar de farmacia…
De aprendiz pasé a ser auxiliar. Y he tenido tres jefes. Doña Elvira y Don Gerardo. La primera era titular de la farmacia de San José y su marido en La Granja, que es donde iba a trabajar también los veranos. Luego pasé a Gregorio Pérez Lobo y hasta ahora. Todos me trataron muy bien, porque les he dado confianza y lealtad. Iba a trabajar muy a gusto y creo que los jefes eso lo saben reconocer.  Mi trabajo me ha encantado. No es que haya querido menos a mi mujer y a mis hijos, pero la farmacia la llevaba muy dentro. Me iba muchos domingos y regañaba con mi mujer, porque estaba encantado de estar allí.

Eso de llevar medicamentos, fármacos y demás productos al domicilio de los vecinos. ¿Rara avis en los tiempos que corren?
Era un barrio con gente mayor. Me conocía todo el mundo. «Oye, Aspi, que mi hijo no puede venir y necesita unos pañales para su bebé… No te preocupes Juanita o no te apures Carmen..» Yo llevaba muchos medicamentos a las casas. Esas vecinas parecían que eran mis madres.

Un boticario tiene algo de alquimista o brujo… ¿Cuántas pócimas ha preparado en la trastienda?
Con Gregorio Pérez Lobo. Él hacia muchas cosas. Le ayudaba y le seguía, aunque peor (se ríe). Aprendí mucho con él a hacer fórmulas y pócimas. Tenemos unos polvos para los pies que se han vendido en España y en el extranjero. Y esa fórmula la conozco bastante, pero no la desvelaré.

Y tratándose de ‘Aspi’ de San José. ¿cuántas aspirinas?
Uyyyy¡¡¡ Muchísimas, miles y miles. Fue el medicamento que más se vendió. Pero ahora ya no. Solo se utilizan para las flores, como abono para las plantas.

¿La aspirina lo cura todo? Menos para los que adolecen del estómago, imagino.
Creo que sí. Ahora hay un fármaco muy parecido, el Adiro, que es acido acetilsalicídico, que se usa todavia. La marca Aspirina ha bajado muchísimo, pero se vende, entre la gente más mayor. Soy fan de la aspirina, por supuesto.

«Mi padre vendió la farmacia porque no había más remedio», dijo Woody Allen. ¿Qué le provoca carcajada?
Me hace reir que la gente mayor no me llame Miguel Ángel y se dirija a mí como ‘Aspi’. Pero eso es confianza y me encanta.

Sin bata blanca se siente….
Ahora jubilado, pues las tengo colgadas, las miro…. Sí, sin ella me siento un poco desnudo.

Por cierto, me chivan que su mujer siempre le decía que su casa estaba en la farmacia y no en su domicilio. ¡Hasta los fines de semana!
Sí, porque no he tenido problemas con ningún jefe. Tenia querencia. Me gustaba colocar y hacer los pedidos. Pero solo por la mañana, que conste. 

‘Lea las instrucciones de este medicamento y consulte a su farmacéutico’. ¿Cuántas consultas en su carrera profesional? ¿Complejo de médico?
Raro es el día que no tenía media docena de consultas. Era continuo. ¿Médico? Los estudios se me han dado muy mal. Ya con ser ‘Aspirino’ era mucho. Con esta categoría me vale.  

¿Qué ópinión cree que tiene la gente sobre el papel del farmacéutico? ¿Un referente en quien consultar dudas o un simple dispensador de recetas?
No, no, no.. hoy en dia se consulta cada día más al profesional. Ahora el farmacéutico tiene un papel importante, de autoridad, se le valora. No es como antes. 

¿Cómo ha sido su relación con los médicos de atención primaria?
Muy buena. He conocido muchos médicos. Cuando empezó el ambulatorio de la Albuera conocía a casi todos. Y ellos a mí, claro.

Ahora las recetas se hacen por ordenador, pero antes las escribía el facultativo… ¿Cuál era su truco para entender su letra o garabatos?
Tantos años en la farmacia te ayudaban a descifrar hasta lo más ininteligible. Hay algunos que escribían fatal, que tenias que llamarles por teléfono para traducirles.

Dígame dos productos que vendían en farmacia y se han esfumado por la ‘modernidad’.
Las cataplasmas. Era mostaza con linaza. Se ponían en el pecho y era para los catarros. Pero muha gente se quemaba si no ponía linaza  y mostaza en las proporciones adecuadas. Las pastillas Juanola, por ejemplo, ya no son lo que eran. De chavalín me ponía fino a Juanolas, de tipo regaliz, porque ahora ya son como caramelos. Eran muy baratas.

¿Qué es lo más raro que ha llegado a vender en la farmacia?
Lo más raro y hace bien poco.. un lápiz para los ojos. Me quedé ‘ojiplático’ (se ríe). Se ha desvirtuado un poco el tema de la farmacia. Parecemos ya grandes almacenes. Es como un pequeño supermercado y, según va la vida, cada día más.

Si algo también resaltan de usted es su pasión por Gimnástica Segoviana… (es el abonado 47) ¿Votó el otro día? ¿Sociedad Anónima deportiva o nos quedamos como estamos?
Pues no llegué a votar porque me acosté tarde y se me olvidó. ¡Lo siento! ¡Pero he firmado eh?! Creo que hay que ir a una SAD, porque sino estaremos en tercera toda la vida. En primera división no me imagino a la Gimnástica, pero en segunda B, desde luego. Segovia se lo merece.

Y ‘fan’ del fútbol sala, del Club deportivo La Escuela, desde el equipo jugara en el pabellón de Los Maristas, pasando por los triunfos del Caja Segovia, hasta su desaparición. ¿Por qué tanta pasión?
Siempre me ha gustado el balón. Me acuerdo en la cancha de los Maristas ver a José María García jugar con el Interviú.

Jubilado ya de su trabajo, pero,¿se ha jubilado de dar consejos como auxiliar de farmacia?
Pues esta mañana me llamó un amigo, que está con gripe… ¡Tomáte esto, que ya verás como resucitas! Todo lo que pueda saber, no lo guardo para mí, es para los demás.