Fotogramas de nostalgia

Sergio Arribas
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La independencia marca la trayectoria del Cine Club Studio desde que sus pioneros en 1961 proyectaran las primeras películas bajo la vigilancia de los 'grises'.

Pedro Rodríguez (izq), José Antonio Pérez Gallego y Esther de Álvaro, algunos de los primeros promotores del cine-club, en 1961. - Foto: Rosa Blanco

No recuerdan su título, aunque sí que era una película «mini-erótica» y francesa. A las puertas del Club Studio, en la calle Cañuelos, llegaron dos jeeps de la policía armada. Los ‘grises’ amenazaron con llevarse tanto la cinta —cedida a los jóvenes por la embajada de Francia— como el proyector de 16 milímetros. La película regresó a Madrid sin sacarla del estuche. El episodio puso en evidencia la estrecha vigilancia al que estaba sometido aquel club juvenil, donde, para sobresalto de las élites reaccionarias la ciudad, se juntaban chicos y chicas —era un escándalo la mezcla de sexos— para disfrutar de ratos de ocio, escuchar música o hacer deporte, celebrar conferencias o asistir a la proyección de películas que quedaban fuera de las salas de cine, donde solo se ofrecían cintas banales o mutiladas por la censura.

El ‘instigador’ era un profesor, José Antonio Pérez Gallego, quien, inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza, fundó la Academia Studio, ubicada primero en la calle San Juan y después en Ochoa Ondátegui. A sugerencia suya, los alumnos crearon aquel club juvenil, que operó de 1961 a 1977, y que llegaría a convertirse en el único refugio de oposición al régimen franquista y  de fomento de la democracia. Los ‘chavales’ formaron una tuna, equipos deportivos de fútbol, baloncesto y atletismo, y formaron un cine-club que, tras algunos paréntesis y superar diversas vicisitudes, pervive 58 años después, con el mismo espíritu de «independencia» con el que nació.

Aquel primitivo cine-club proyectaba un «puñado de películas» cada año, en función de las cintas que les cedían las embajadas. Hoy, el Cine-Club Studio, su heredero, cuenta con unos 750 socios, con una amplia oferta que, solo en el último curso, alcanza las 55 películas y 91 proyecciones, con sesiones exclusivas para sus miembros y ciclos de cine en abierto.

Algunos de los miembros de la actual directiva del Cine Club-Studio, junto con el proyector que fue retirado en 2015.Algunos de los miembros de la actual directiva del Cine Club-Studio, junto con el proyector que fue retirado en 2015. - Foto: D.S.

Pérez Gallego, con 83 años, lleva en su cartera el carné de socio del cine-club. Es el socio ‘número 1’, en calidad de presidente honorífico. «Ha sido una persona clave para este cine-club», comenta el actual presidente, Andrés P. Llorente, y miembro de la directiva desde los años ochenta.

El ‘arma’ de la cultura. A principios de los sesenta, Segovia era una «ciudad dormida, absolutamente conservadora, con un ambiente opresor» y el Club Studio surgió «como contestación democrática a la cerrazón cultural y control que ejercía la dictadura», apunta hoy Pérez Gallego. «La cultura —añade— era nuestra arma para luchar contra el régimen y fomentar la democracia y el cine era una actividad más, un instrumento más para lograr el objetivo».

Pedro Rodriguez, de 72 años, que por entonces sumaba tan solo 16, recuerda que las cintas las conseguían, por cesión gratuita, en las embajadas, donde tenían que regresar nada más proyectarse. Un pequeño grupo se encargaba de la tarea, entre ellos Yeyo Quintanilla y Antonio Velasco Pío, ya fallecido, que gustaban de analizar previamente su contenido, con el fin de alimentar el debate o coloquio que sucedía a la proyección. «Para mí lo más importante era el diálogo que teníamos después de ver la película. Éramos muy jóvenes y te costaba fijarte en detalles, desarrollar las ideas que luego extraíamos en el coloquio», recuerda Pilar Carretero.

Los antiguos alumnos de Academia Studio -y del primer cine-club- volvieron a rennirse a finales de mayo.Los antiguos alumnos de Academia Studio -y del primer cine-club- volvieron a rennirse a finales de mayo. - Foto: D.S.

Pedro mantiene en la retina algunas películas que le impactaron, como ‘Los 400 golpes’ de François Truffaut o ‘El manantial de la doncella’, de Ingmar Bergman. «Eran películas casi de catequesis comparado con lo que emiten hoy algunas cadenas de televisión», comenta, por su parte, Pérez Gallego.

Todas las cintas, ninguna estrenada en cines comerciales, venían ya traducidas al castellano, y aportaban escenarios, temas y visiones de otros países que abrieron la mente de los jóvenes del club, donde cabían todas las ideologías, aunque la dominante era la izquierda. «Para nada nos estaban adiestrando. Era una libertad extraordinaria», recalca Pilar.

No había que comunicar al Gobierno Civil «qué y cuándo» se iba a proyectar —a diferencia de las conferencias—, aunque la información sí llegaba a las autoridades, que, en no pocas ocasiones, ordenaban a polícias y guardias civiles de la brigada político-social que visitasen el local de aquellos jóvenes. Las primeras cintas se visionaban gracias a un proyector de 16 milímetros. Luego se adquirió otro de 35 milímetros —con cintas que pesaban decenas de kilos— de manera que la primera máquina se trasladó a Valladolid «donde murió como consecuencia de una bomba que pusieron en la sede del Movimiento Comunista», recuerda Pérez Gallego.

Pérez Gallego (segundo por la derecha) y otros miembros del cine-club, en los años 80.Pérez Gallego (segundo por la derecha) y otros miembros del cine-club, en los años 80. - Foto: D.S.

Segundas partes que fueron buenas

En 1983 un grupo de jóvenes tomó el testigo de los cinéfilos ‘clandestinos’. El que resurgió como cine-club UNED recuperó en 2000 su nombre primitivo.

Con la llegada de la democracia, Club Studio perdió parte de su razón de ser y, al igual que otras entidades similares que surgieron en España, quedó debilitado, hasta que, en 1977, terminó por desaparecer. Y con ello el cine-club, aunque solo de forma temporal.

Con la creación en 1969 del Colegio Universitario Domingo de Soto, auspiciado por la Obra Social de la Caja de Ahorros, había surgido otro cine-club, que gestionaban los alumnos de Geografía e Historia y Derecho, bajo la supervisión del registrador de la propiedad Ángel Fernández Castellanos, secretario general durante años de la institución universitaria.

Las películas se proyectaban en el salón de actos de la entidad de ahorro, en la bajada del Carmen. Cuando los alumnos que lo gestionaban abandonaron la universidad, el cine-club quedó huérfano hasta que Pérez Gallego quiso continuar esta labor y la que él mismo impulso en el Club Studio. Profesor entonces de la UNED logró que esta institución tutelara y financiara parte del proyecto a cambió de bautizar con el nombre de la universidad el nuevo cine-club, que tuvo su primera programación en el curso 1983-1984, según recuerda Andrés P. Llorente. 

Arrancó hace 36 años con una programación de 13 películas y la cuota se fijó en 500 pesetas anuales. El número de socios no paró de crecer y la sala de La Caja se quedó pequeña. Con la colaboración del entonces director de la Escuela de Magisterio, el recordado Santiago Hidalgo, a finales de los 90 se trasladó el lugar de proyecciones al salón de actos de este edificio.

Cuando Segundo Barroso tomó posesión como director del centro asociado de la UNED, la institución universitaria adquirió el proyector de celuloide —en funcionamiento hasta 2015— y se realizó la cabina con la colaboración especial de la Diputación.

Gracias a Hidalgo, se cambiarían las viejas butacas de Magisterio, se compró un cañón para proyectar DVD y otros formatos y, con el tiempo, se instalaría aire acondicionado. Sin embargo, surgieron desavenencias entre la junta directiva y Barroso que había reclamado la gestión económica del cine-club, en atención a que la UNED era su principal patrocinador.

«Acabamos comprando el proyector, pagamos un millón de las antiguas pesetas, nos desvinculamos de la UNED y abrimos una nueva etapa», recuerda Llorente. En atención a aquel primitivo cine-club, del que se sentían herederos, en el año 2000 pasaron a tomar el nombre actual: Cine Club-Studio.

Su presidente presume de que no necesitan patrocinios, lo que garantiza su independencia, dado que las cuotas de los socios permiten al club ser autosuficiente. Las películas antes se alquilaban tras pasar por las salas de ‘Arte y Ensayo’ madrileñas, ya desaparecidas. «Los distribuidores que se encargaban de comprar estas películas terminaron por arruinarse. A pesar de que ahora estas películas pasan por festivales, si no hay un señor que las compre, porque no tiene donde proyectarlas, no salen al mercado. Cada vez hay menos oferta donde elegir. Pero no desfallecemos», zanja Llorente.