Menores tutelados: una vida en el limbo

Galena Koleva (SPC)-Agencias
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Miles de niños que crecen sin padres se ven obligados a pasar su infancia en centros de protección para huir del desamparo, la pobreza e, incluso, la violencia. Un lugar para labrarse un futuro de esperanza

Menores tutelados: una vida en el limbo

Con tan solo siete años, Sara llegó a su primer centro de menores para alejarla del turbulento ambiente familiar que había tenido que soportar en su corta vida. También los servicios sociales se hicieron cargo de Damián, el hijo de Patricia, cuando perdió su casa y tuvo que experimentar de primera mano la pobreza al abrigo de la calle. Al igual que Amin, de 15 años, que llegó desde Tánger a España después de una dura y larga travesía y que ahora comparte habitación junto a Mario, hijo de unos padres con problemas de alcoholismo.

Sara, Damián, Amin y Mario son nombres ficticios, pero son la realidad de muchos niños y adolescentes que se ven obligados a mudarse a estos lugares especializados en la acogida de menores, pero que no siempre resultan ser la solución a sus problemas. 

El debate está en el aire desde que se destapara recientemente una red de explotación sexual de menores en Mallorca vinculada presuntamente a estos centros y a la laxitud de sus normas en ciertas ocasiones, una noticia que se hizo viral a raíz de la violación grupal de una niña de 13 años el día de Nochebuena en el barrio de Corea.

Suerte para algunos y condena para otros, lo cierto es que el primer contacto de los menores con estos centros suele sumirles en una soledad y tristeza que tarda mucho tiempo en desaparecer. El mundo que hasta entonces conocían deja de existir y viven entre sus paredes en un limbo de incertidumbre sobre su futuro.

Pero, ¿cómo llegan a esta complicada situación? Al contrario de lo que muchos piensan, la mayoría de los menores no son conflictivos ni han cometido delito alguno, sino que son víctimas de la violencia, la pobreza y la exclusión social. En estos casos, es la Comunidad Autónoma la encargada de determinar la situación de desamparo. En ocasiones, también se da la circunstancia de padres que renuncian a sus hijos por un período máximo de dos años debido a su delicada situación, mientras intentan mejorar sus condiciones para ofrecer una mejor vida a sus pequeños.

En cualquier caso, es muy complicado definir cuál es el mejor ambiente para que pasen su infancia ya de por sí complicada. Los centros defienden su papel formativo por ser un salvavidas para aquellos que han vivido situaciones excepcionales, mientras que son muchos los expertos que consideran que lo mejor es que vuelvan a reencontrarse con su familia lo antes posible, una circunstancia que pocas veces llega a hacerse realidad. Y es que apenas uno de cada 10 niños acaba regresando a su hogar. En concreto, según los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad, tan solo 1.774 de los 19.051 menores que abandonaron estos centros en 2018 (un 9,2 por ciento), lo hicieron para regresar con sus entorno más cercano. La mayoría se vio obligada a abandonarlo al llegar a la mayoría de edad, mientras que un 4,2 por ciento lo hizo para ser acogido por otra familia, una solución por la que muchos expertos apuestan por delante de los centros, en los que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.

no es adopción, es acogida. Desde las distintas organizaciones en defensa de la infancia insisten en que la acogida no es una medida de adopción, sino una protección temporal para que el menor vuelva cuanto antes a sus familias de origen, «las grandes olvidadas del sistema de protección» para las que Aldeas Infantiles reclama medidas para superar la situación.

Esta asociación estima que en España hay unos 300.000 menores en riesgo de perder el cuidado de sus padres, por lo que considera fundamental un mayor apoyo a los progenitores en este caso, víctimas silenciosas de este problema.

Desde el lado contrario, las instalaciones para los tutelados defienden con uñas y dientes que son la "única oportunidad" para estos jóvenes que «llevan una mochila cargada de abandono y abusos". 

Así lo afirma la directora de Rosa Peñas (Murcia), Judit García. En su centro de protección viven 72 menores. Hay tres unidades asistenciales, cada una de ellas con 24 niños, porque "es muy importante que los programas sean individualizados y con un seguimiento adecuado", aclara la responsable.

"Cuando te llega un niño que se ha jugado la vida en una lancha de plástico en el mar, intentas conocer su historia y descubres que su padre falleció cuando tenía cuatro años, su madre ha tenido otros tres hijos con padres distintos y ejerce la prostitución; que a los 12 años tuvo que buscarse la vida y decidió venir a España, pones en marcha toda la artillería educativa", relata.

Los responsables de estas instalaciones defienden que no solo se les ofrece una educación, sino también atención psicológica y acompañamiento para «intentar reparar» los daños de su vida anterior. Por lo que el principal objetivo de estas asociaciones centros es normalizar el día a día, a pesar de estar a kilómetros de su hogar.

¿qué pasa después? Sin embargo, el verdadero problema y la incertidumbre aparecen cuando los menores alcanzan la mayoría de edad, momento en el que dejan de estar bajo la protección de estos espacios y sufren las consecuencias de no saber a dónde ir. 

Por eso, muchos expertos consideran que una estancia prolongada supone problemas psicológicos en el futuro, algo que podría evitarse si los jóvenes pueden contar con el apoyo de algún familiar o cercano para rehacer su vida.

Cabe destacar que algunas autonomías permiten que continúen vinculados más allá de los 18 años, con programas centrados en su emancipación, acompañamiento social y orientación laboral. "No pasan directamente a tener que buscarse la vida; todos los niños que abandonan el centro tiene un nivel de éxito muy alto", destaca la directora de Rosa Peñas.

Un camino guiado hacia la responsabilidad de una vida adulta que, en el mejor de los casos, les pueda devolver parte de la felicidad de esa infancia robada por una situación que no pudieron elegir.