Un final tan lacerante como predecible

Marina Alcázar López
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La plataforma Netflix ofrece la última temporada de 'Las chicas del cable', que muestra la España de los años 20, 30 y 40 con un gran reparto encabezado por Blanca Suárez

Desde el machismo sofocante de los años 20, pasando por el clima caótico de la Segunda República, hasta llegar al estallido de la Guerra Civil en 1936 y, posteriormente, el hambre y la tensión que asolaron España en la década de los 40. Ese es el contexto, tan realista como estremecedor, en el que se desarrolla Las chicas del cable, una producción cien por cien española que ofrece la plataforma Netflix.

Y es cierto que el marco histórico parece estar relegado a un segundo plano durante toda la ficción, como una especie de aliño a la trama principal protagonizada por cinco mujeres. Sin embargo, la situación nacional se coloca en primera fila en esta quinta y última temporada, en la que los personajes principales se ven arrastrados por las circunstancias propias de un país en guerra, debiendo lidiar con sus propios problemas personales en medio del paisaje desolador que les dejó el tsunami del conflicto.

Esta última entrega arranca con la protagonista, Lidia Aguilar (interpretada por Blanca Suárez), en un campo de reeducación tras haber sido detenida al término de la primera parte de la temporada. Allí se lleva una desagradable sorpresa: Doña Carmen de Cifuentes, a quien creía muerta hacía tiempo, es la dirigente de esta suerte de cárcel. Y por supuesto, hará todo lo posible por hacer de su vida un infierno. 

Viendo la insalubridad del centro y la forma en que se vulneran los derechos humanos de las presas, Lidia se fija la meta de sacar de allí a todas sus compañeras y huir del país junto con el resto de las chicas del cable.

Sabor agridulce

Todo esto concluye en un final que ha dejado con un sabor agridulce a la mayoría de los espectadores. Un final que, si bien podría resultar predecible a medida que vemos avanzar la trama, es igualmente emocionante y doloroso. 

Y es que consigue que la vida de las telefonistas deje huella de una forma excepcional, algo que no hubiera logrado de acabar de cualquier otra forma. Algunas historias trazan solas su propio camino para desembocar de la mejor manera posible, y esta es una de ellas.