"Una buena canción debe tener rabia y honestidad"

Sergio Arribas
-

«Aprendí con el tiempo que he gastado más de golpes encajados que de flores que guardé». Así lo dice en 'Corazonada', el tema que da título a su último elépe, David Copper, cantante, compositor y futbolero, que escribe esta semana en 'La Pizarra'.

David Copper - Foto: Rosa Blanco

Antes de nada. Por llevarnos bien. Le aviso que yo me quedé en Queen, Julio Iglesias, El Último de la Fila y Emilio José, autor del mítico ‘Ni contigo ni sin ti’. De música, poco.

Al final es una cuestión de tiempo, de dedicarse a la escucha un poco reposada. Hay que pararse a escuchar, no a oir. Me siento más cerca de Julio y sus coetános que de su hijo y demás de la cuerda, con los que advierto una evidente intolerancia.

En mi descargo, le diré que también escucho Radio 3.

Pues a mí me recomendaron que dejara de escucharla, por salud mental (se ríe).

¿Quién es David Copper?

Es un tipo que hace canciones y que las intenta defender lo mejor que sabe y puede.

¿Sus influencias?

Clásicos como Bob Dylan y Neil Young, por el que empecé a tocar la armónica. Y el mayor descubrimiento que me hizo el único profesor de guitarra que tuve, durante tres días, fue Tom Waits. En música en castellano, tengo dos influencias muy marcadas: Enrique Urquijo y, sobre todo, Antonio Vega.

No me resisto. Copper, de David Copperfield. ¿Un buscador de magia?

En una ocasión un amigo me dijo que tenía que hacer magia para camelar a una chica que tenía cierto parecido con Claudia Schiffer y de ahí vino, en los 90, este ‘nombre de guerra’.  Creo, sinceramente, que lo tenía que haber castellanizado para que no hubiera tanto equívoco con la ‘doble p’ o ‘la doble o’. Dicen Cooper en vez de Copper.

¿Cuántas veces han equivocado su ‘nombre de guerra’ con el del actor hollywoodiense (Gary Cooper)?

También podían tener la referencia del actor Dennis Hopper, que se pronuncia de la misma manera. En la memoria colectiva es imposible borrar a los actores míticos del western americano.

Pero algo sí se parece a la leyenda del celuloide…

No sé (se ríe). Gary tenía mucha presencia y mucho encanto. 

¿Qué tal va de adrenalina? Supongo que tendrá aún muchas reservas después de su reciente concierto en el Teatro Juan Bravo.

Bien, bien. Satisfecho. Tengo que confesar que el sábado, después del concierto, tuve una gran sensación de vacío, estaba hueco por dentro. Pero me llené contestando mensajes acumulados en el teléfono, de gente que me transmitía unas sensaciones muy buenas. Ese feedback de la gente te retroalimenta para pensar en lo que viene y me espera.

‘Corazonadas’, su segundo elepé, después de ‘Cuentas Pendientes’, de 2009. ¿En qué ha cambiado Copper en estos años?

Como dice la primera canción del disco: «aprendí con el tiempo que he gastado más de golpes encajados que de flores que guardé». Es una declaración de intenciones o de decir de dónde vengo. No hay más giro que una evolución propia de la madurez.

‘Doble o nada’, ‘Angeles o Demonios’ o ‘Señor Dudas’. Son títulos de su último trabajo.  ¿Qué significa esta dicotomía repetitiva?

En ‘Señor Dudas’ desnudo algo que tiene que ver mucho con la personalidad en la que me reflejo. Me cuesta mucho decidir y a veces doy demasiadas vueltas a las cosas. ‘Doble o nada’ cuenta una historia que parte de una novela de Maribel Gilsanz en la que un hombre se debate entre dos mujeres muy diferenciadas y no es capaz tampoco de saber qué es lo que más le conviene.

Otro de sus temas es ‘culpable’ ¿De qué se siente culpable?

Prefiero declararme pecador y no decir el pecado. Todos tenemos algo de lo que arrepentirnos.

¿Existen las musas de la inspiración?

Existen las musas, pero te tienen que pillar trabajando. Lo de soñar con el estribillo de una canción me ha pasado solo una o dos veces.

¿David Copper es quien es gracias a aquella guitarra que encontró en casa de su tía?

Eso es. La faltaban un par de cuerdas. Ya en el colegio hice mis pinitos. Tenía a Llanos Monreal (Nuevo Mester) como profesora. Le pedí no hacer los exámenes de música con la flauta dulce y hacerlo con un ‘Casiotone’. Mis padres me vieron ciertas aptitudes. Ellos querían que fuera al Conservatorio y yo dejarme las rodillas jugando al fútbol. No coincidimos.

Si oigo ‘autodidacta’, imagino mil horas dándole a las cuerdas y a la voz.

Seguramente menos de las aconsejables para el nivel que yo me exijo a mí mismo.

Acostumbrado a viajar de local en local, de garito en garito. ¿El tópico del músico de carretera se cumple en usted?

He hecho mucha menos carretera de lo que mis canciones merecían. A veces he tenido la sensación de hacer canciones para viajar a ninguna parte. Creo que debería haber mostrado más mi repertorio. En mis comienzos, recuerdo un pudor infinito a la hora de mostrarme. Cuando enseñé la primera vez mis cancioncitas a mi amigo más íntimo habían pasado cuatro o cinco años desde que las había compuesto. Cuando veo ahora a un chaval, con descaro infinito, que tiene algo que ofrecer y no se lo piensa dos veces, me digo: «¿por qué no lo hice yo también?».

Escribir canciones es… 

Una liberación auténtica, una terapia y la forma más directa de contar una historia en menos tiempo.

¿Qué tiene que tener un tema compuesto por Copper?

Honestidad y mucho de verdad, aunque sea una historia inventada. 

‘La tristeza es alegre y acogedora’. Lo escribió Cela, en ‘La familia de Pascual Duarte’. ¿La tristeza es aliada de la creatividad?

Está claro que hay una conexión directa con esa sensación de recogimiento, de quedarte con tu particular tristeza, de aislarte. Cuando estás feliz y contento solo te apetece compartir. Por lo general, cuando estoy hiperfeliz no me apetece buscar la inspiración con la guitarra.

«Qué me dices,cantautor de las narices, qué me cantas con ese aire funeral. Si estas triste, que te cuenten algún chiste», cantaba Luis Eduardo Aute en ‘Autotango de autor’. Como compositor, ¿dónde pone límite a los sentimientos?

No me pongo límites. Tengo ya un  lenguaje a la hora de componer que no me lleva por el camino de lo sensiblero o ‘lo moñas’. No soy cantautor al uso. Siempre he tenido la sensación de que buscaba una banda, de estar acompañado de tres o cuatro tíos comprometidos con esas canciones para darlas una medida mucha más real y sacar cierta rabia, bien encauzada. Rabia y honestidad, es una buena mezcla para una canción.

La música puede ser la mejor herramienta para despertar conciencias. ¿Qué compromiso adquiere con su música?

El compromiso mayor está con las canciones, más allá de los contenidos en los que uno se pueda apoyar. Reivindicar las cosas desde el respeto me parece cojonudo, aunque yo no me encuentro cerca de lo que se ha conocido como la típica canción protesta o de grupos radicales, que me quedan muy lejos.

El crítico de El País, Fernando Neira, ha colocado ‘Corazonadas’ entre los 10 discos nacionales imprescindibles de 2018.

A Neira le conocía de oídas, como uno de los críticos más prestigiosos de este país. Fue toda una sorpresa. Antes de esa reseña hizo otra sobre ‘Corazonadas’, que me llegó hasta emocionar.

¿Existe la fórmula del éxito?

Si existe, no la conozco, aunque tampoco la he buscado. Quizá es posible llegar a más público siendo más simple en determinados planteamientos. Prefiero tener un lenguaje propio y alejarme de esa fórmula del éxito, si es que existe, y tener una voz propia a la hora de componer.

Charles Bukowski, pensador y escritor alemán, dijo aquello de «la vida es todo lo agradable que se lo permitas»

No le falta razón. La estética del perdedor viene muy bien para tirar del hilo a la hora de escribir y relacionarte con determinadas temáticas que te den canciones, pero sin llevarlo al extremo. Y Bukowski  llevó las cosas al límite.

También dijo aquello de «¿Amor? vamos, la gente no quiere amor, la gente quiere triunfar y una de las cosas en las que puede hacerlo es en el amor» ¿Qué le enamora a David Copper?

Una melodía que te traspasa y una voz cálida que lo acompañe.

¿Quizá también el fútbol?

Más antes que ahora. He sido muy futbolero, he dejado muchas tardes en campos de barro, escuchando ‘carruseles’ en la radio. Con 16 años hice la pretemporada con la Gimnástica y me encontré con el ‘Sargento de Hierro’, un entrenador, Mario Marcos, que lo fiaba todo al físico y hacía unos entrenamientos para que los aguantara Carmelo del Pozo y Paco Maroto. Ahí tuve claro que mi camino era la música.

¿Cómo surgió aquel himno ‘no oficial’ de la Segoviana?

Estaba preparando el desayuno a mi hijo Oliver. «¡Ponte las tostadas que me pongo yo al piano!», le dije. Fue un chispazo, un momento mágico, como me ocurre con muchas canciones. Me fui al piano, empecé unos acordes y surgió. La tocamos en el Juan Bravo y el recibimiento fue fantástico. Sorprendimos.

¿Qué odia que le pregunten?

Me molesta que alguien pueda pensar que la música, por no ser mi ocupación principal o no poder dedicarme a ello a tiempo completo, sea para mi un hobby.