La cima de un atleta transparente

Nacho Sáez
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Javi Guerra se acerca con los Juegos Olímpicos de Tokio al final de su carrera, marcada por el afán de superación y por su idilio con la maratón, que le rescató de sus frustraciones en la pista. Su madre dice que no sabe disimular su estado.

La cima de un atleta transparente

Dice su madre, Amelia Polo, que no sabe disimular su estado de ánimo. La expresión de la cara de Javier Guerra en la víspera de las competiciones suele ser el reflejo de lo que va a suceder después sobre el asfalto. «El otro día en el hotel de Sevilla le vi una cara estupenda», contaba la propia Amelia poco después de que se proclamara campeón de España de maratón por tercera vez y sellara su clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio. Una cita que es la cumbre de una trayectoria que se acerca a su fin después de toda una niñez, adolescencia, juventud y madurez dedicada al atletismo.

A sus casi 38 años –los cumplirá el 10 de noviembre–, Guerra mira atrás y puede presumir de una carrera marcada por el talento, el afán de superación y su idilio con la maratón, que le rescató de sus frustraciones en la pista. Porque siempre estuvo llamado a convertirse en una de las estrellas del atletismo español y, sin embargo, durante un tiempo no conseguía cumplir con las expectativas sobre el tartán en los 5.000 y 10.000, las pruebas para las que fue enfocado.

En su cuerpo había un fondista por una cuestión biológica pero también por herencia familiar. Desde niño acompañaba a las carreras a su padre, Paco Guerra, campeón de España de cross en 1993, aunque él tuvo que esperar un poco para calzarse las zapatillas. «Con siete años corrió su primera San Silvestre, aunque yo no le dejaba», ha revelado su madre. Desde entonces no ha parado. «Tengo ganas de que lo deje para que disfrute de la vida, aunque cada uno tiene su forma de vivirla y la de Javi ha sido siempre el atletismo», añade.

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Cantimpalos, Prádena y Cantalejo vieron sus primeras exhibiciones, fiel también a la tradición y el romanticismo del cross. «Era duro porque hacía mucho frío. Y no un frío como el de ahora, sino mucho más», ha contado el atleta segoviano, que siempre se ha sentido a gusto en el barro: «Me sirve para prepararme para la maratón porque me da mucha base y fuerza. Además, siempre me ha encantado por el ambiente que hay, porque siempre se me ha dado muy bien... Lo bonito del cross es que da igual que llueva o nieve porque siempre se va a correr».

Los sofocos llegaban al situarse bajo los focos de los estadios, aunque uno de los principales puntos de inflexión de su carrera llegó al dejar el centro de alto rendimiento de la Blume –donde ingresó con 19 años– y volver a Segovia. «El día que vuelva a coger el 5.000 o el 10.000 va a batir todas sus marcas en estas pruebas porque ahora tiene preparada la cabeza, que es lo que le faltaba hace tres o cuatro años», aseveraba su amigo Javier Bermejo poco después de que ganara su primera maratón. En algunos casos las mismas que cuando era un niño, sus amistades le describen en lo personal como muy generoso. «Es como un hermano. Se preocupa mucho por la familia, por los amigos... Es muy cercano y muy atento. Se hace querer».

El último año ha sido complicado para él en ese ámbito privado, pero de nuevo ha sacado a relucir ese afán de superación que ha definido su carrera. No todo el mundo se habría atrevido a cambiar de entrenador con un nuevo campeonato de España y el billete para los Juegos en el bolsillo. «Yo creo que busca poder llegar al máximo de sus posibilidades sabiendo que es difícil. Respeto mucho a Antonio Serrano, que es un gran entrenador y tiene una gran trayectoria, pero es un modo diferente de trabajar, de ver el entrenamiento, y creo que [Javi] ha apostado por creer en el método. Básicamente es una apuesta personal, más allá de que yo no soy muy conocido a nivel mediático. [...] Ha apostado fuerte por el hecho de que cree que se pueden subir un par de puntos más y conseguirlo con la metodología que yo llevo a cabo», argumentaba Jesús Álvarez-Herms, que sustituyó a Serrano como su preparador ahora hace justo un año.

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Respecto a su rendimiento en Sapporo –la ciudad a más de mil kilómetros de Tokio en la que este domingo se disputa la maratón (doce de la noche en España, siete de la mañana en Japón) había pocas pistas ya que había competido poco en los últimos meses, pero él aseguraba que llegaba en el mejor momento de forma posible. «Sueño con disfrutar de un maratón olímpico habiendo dado el cien por cien y sacando a relucir todo lo que llevo entrenado. Con eso me conformo y saldrá un buen resultado», decía en una entrevista en la ‘Agencia Efe’.

La incertidumbre por la pandemia no le hizo perder los nervios. «He tratado de abstraerme de todas las informaciones porque confiaba en que se iban a celebrar. Me parecía impensable que con tan poco tiempo se volvieran a cancelar. He estado centrado en el día a día, no mirando mucho más allá». La preparación, por las condiciones de calor y humedad que se esperan, ha sido peculiar. «Dentro de mi casa dispuse una habitación para introducir la cinta de correr y una bicicleta más un generador de calor con una estufa», ha explicado. El recuerdo de la lesión que le apartó en el último momento de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 ya es historia, de manera que el niño que quiso imitar a su padre zancada a zancada es por derecho propio una leyenda infinita del deporte de Segovia y el 33 del mundo en los Juegos Olímpicos de Tokio.