Eficaz en lo difícil

Teresa Sanz
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Miguel Ángel Pérez Nava, trabajador social del Ayuntamiento de Segovia, protagonista de esta semana en la sección 'Personajes a la última'

Miguel Ángel Pérez Nava, trabajador social del Ayuntamiento de Segovia. - Foto: Rosa Blanco

Hay profesiones que imprimen carácter y personalidades que guían la vocación profesional hacia la ayuda a los otros. Así sucede en el caso de este hombre observador, acostumbrado a solucionar realidades dolorosas. Es el trabajador social más antiguo del Ayuntamiento. El primero que llegó al área, cuyo desarrollo comenzó tras la Constitución. «Hasta entonces, las prestaciones sociales no eran un Derecho del ciudadano sino prestaciones graciables, concedidas por la autoridad; el cura, el párroco y el médico». Lo subraya, haciendo notar lo que va de aquel ayer a este ahora. Entre medias se convirtió en referente de la ayuda social. Practicante de valores, se duele de algunas paradojas: «¡Ahora que somos el cuarto pilar del Estado del Bienestar (Pensiones, Sanidad, Educación y Servicios Sociales), ¡no hay un Ministerio de Asuntos Sociales!», dice.

Cabalga sobre los sesenta y acaba de cumplir treinta y cuatro años como técnico de un servicio que trabaja con el alma humana, cuidando cicatrices y teniendo que sortear la lentitud  burocrática. «Un trabajador social es un movilizador de recursos. La impronta personal es esencial para decirte a ti mismo: lo difícil se consigue y lo imposible se intenta». Llegó un 2 de enero de 1986 y conoció la ciudad mejor que muchos segovianos que pasean solo su calle Real. «Segovia no es lo que se ve del Acueducto al Alcázar», dice. Los servicios Sociales lo saben bien. Soledad, necesidad, precariedad… describen los más de tres mil expedientes que Miguel Ángel habrá tramitado en este tiempo. Entre todos, los casos de maltrato y los desahucios le siguen encogiendo el corazón como el primer día.

Ha pasado mucho tiempo pero recuerda bien sus comienzos y la ayuda que recibió de los que llama cariñosamente sus «validos». Una auxiliar administrativa de una profundidad humana admirable: Carmen García Municio, y  Cristina Martín Bustamante, la primera Gobernadora: «Era trabajadora social y me abrió las puertas de par en par».

Nació en Valladolid y se implicó temprano en causas sociales. Sus circunstancias familiares le permitieron conocer los mundos diferentes que puede albergar una misma vida.  «Provengo de una familia modesta que en un momento de bonanza económica, por el gran esfuerzo y trabajo de mis  padres, me permitió vivir entre una economía en precario y una economía  media-alta». Aquella mezcla le enriqueció definitivamente. La empatía con los vulnerables  y la distinción crucial entre caridad y derecho social se hizo clarividente. Entre los 14 y los 21, colaboraba con Cruz Roja  en un programa  con el que enseñaba a leer a ancianos. «Un trabajo de voluntariado precioso», recuerda. Aquellos  profesionales de la asistencia social le marcaron el camino.

Un tiempo quiso estudiar Historia. Por amor al arte, pero su conciencia le impuso el Trabajo Social. Aunque Segovia ocupa casi toda su vida laboral, a él le dio tiempo a trabajar en otros proyectos y destinos anteriores. Fue el primer presidente del Consejo de la Juventud de Valladolid, en representación de Cruz Roja donde, años después se profesionalizó. Hostelería en Santander; trabajo con Inmigrantes  en las rutas de marroquíes y portugueses; más tarde Holanda. Estando allí supo que salían dos oposiciones: asistente social en el Ayuntamiento de Segovia y para el Inserso en Toledo. Aprobó ambas a la vez, pero la plaza de Segovia estuvo lista antes. Se quedó para siempre y después de vivir y trabajar tres años en la ciudad del Acueducto tuvo que elegir residencia para compaginar su vida familiar. Vive en Madrid. Ganó en discreción. Su pequeña crítica a los segovianos es que «distinguen poco los espacios». «Entras a comprar  y te preguntan ‘¿cómo va mi expediente?’».

Siempre fue buen observador.  Se lo hizo notar una profesora excelsa, que les recomendaba leer a Baroja y Galdós. Hay que saber mirar para poder ver. «Cuando entras en una casa desde el olor al tendal serán importantes para hacer una intervención social», les dijo aquella mujer con fundamento. Se aplicó a la observación comprobando que la realidad supera la ficción y lo descrito por los literatos se repite decenas de veces en su larga carrera profesional.
Hace mucho que aprendió de un sabio humanista una verdad  trascendental: «El patrimonio más importante que tienen los ciudadanos vulnerables es su dignidad, su orgullo». Son palabras del obispo Don Antonio Palenzuela. «Un valiente que fue por delante de la sanidad y los servicios sociales. Vio que yo no hacía ascos a la intervención con toxicómanos y me facilitó muchos recursos». Eran años en que los indomiciliados y  toxicómanos reclamaban gran parte de la atención de los incipientes aún Servicios Sociales. No quiere extenderse en su otra manera de trabajar con aquellos vulnerables que, en muchas ocasiones, el técnico de corazón generoso se  llevó a su casa para que tuvieran cobijo. Hay combinaciones en la vida que son espléndidas, que sacan lo mejor de las personas. «Nunca olvidaré el enfoque de las conversaciones con Don Antonio», subraya.

Aprendió igualmente de otra profesora el valor de la Justicia. «Hay que saber leer la norma para que  nos sirva de ayuda». «Cuestionar ciertas normas es una obligación moral». Persistente, solo entiende el valor del ‘No es No’ acuñado como lema de género. El resto de las negativas las relativiza: «Si hay que movilizar un recurso, hagámoslo auque sea difícil», dice.

Curtido en mil historias de vida e infravida, le pregunto ¿este trabajo tiene ideología?. «Sí. Por desgracia, la asepsia absoluta es la toma de partido negativa, pero presuponer que detrás de ciertas siglas políticas hay ciertos valores es mentira. Hay gente de talla humana fantástica. Los recursos se mueven con voluntad política».
Seis lustros después de su dedicación, subraya «dos logros gigantescos». Uno de carácter general: «Conseguir que los ciudadanos entendieran que las prestaciones sociales son un Derecho de todos, no intervenciones entre toxicómanos, putas y gitanos». Otro más cercano: ver erradicados los tres barrios de infraviviendas: las chavolas de San Lorenzo, El Tejerín y las de la carretera de Madrona. «Ha sido una de las intervenciones más transversales que ha logrado el Ayuntamiento».