El año del Rey Felipe VI

Carlos Dávila
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El Gobierno del PSOE y Podemos perpetra a diario contra la institución de la Corona continuas vejaciones, además de perseguirla, ningunearla e insultarla

El año del Rey Felipe VI - Foto: Ballesteros

Hoy empieza este año. Lo mejor para todos, también para nuestro Rey que este mes cumple 53. Hace ese tiempo nació en Madrid. Entonces los ginecólogos no informaban a los padres del sexo de sus hijos, aún no había un método para hacerlo sin errores. Ello explica que el progenitor, el entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos, corriera al primer teléfono y llamara a Don Juan, su padre. Le dijo con su proverbial casticismo: «Papá: es un machote». Ocho años después, el niño fue proclamado Príncipe de Asturias. Era ya el primer capítulo de una historia que empezó entre grandes dificultades. Franco aún mandaba y mandaba tanto que incluso hizo valer su opinión a la hora de poner nombre al recién venido. Sus padres dudaban entre llamarle Felipe o Fernando, la opción de la Reina Sofía, pero Franco acabó con las dudas: «Alteza -dijo a Don Juan Carlos- Felipe es preferible. Fernando VII está todavía cerca y además los Felipes son más antiguos». Jesús Pabón, aquel enorme historiador tan cercano siempre a la Corona, hizo en aquellos días un mínimo aparte con unos pipiolos encorbatados de verde (color Monarquía), que habíamos hecho cola entre las 3.000 personas que acudieron a saludar a la Madrina, la Reina Victoria Eugenia, 33 años sin venir a España. La Reina estaba por fin en nuestro país, pero no recibió por parte de la autocracia franquista grandes cariños, quizá porque el general se había enterado de un comentario suyo dicho ante el embajador del Reino Unido: «El solo hecho de entrevistarme con Franco me produce dolor de cabeza».

La Reina, educada en la Corte británica, no estaba ya para cortarse un pelo, tanto que, también nos lo contó Pabón, cuando ya no tuvo remedio que toparse con Franco le espetó: «General: designe ya Rey de España. Ya son tres. Escoja». Pabón no hizo referencia alguna a la respuesta de Franco que, según algunas voces, más o menos respetada, contestó: «Sus deseos serán cumplidos». Y se echó a llorar. Felipe nació en este ambiente, cruzado de medias palabras, indirectas y hasta diatribas, en el que Don Juan utilizó a un miembro de su Consejo para intentar una reunión con Franco. Inútil. «Todo lo que teníamos que hablar, ya lo hemos hablado». Desde su primer día, Felipe de Borbón y Grecia, hoy nuestro Monarca felizmente reinante, pudo aventar, si hubiera tenido constancia vital, de lo que le esperaba en este mundo. No quiero pensar cuantas veces ha llorado desde aquel momento crucial, solo sé que varios le vimos llorar el día en que su abuelo recibió la Medalla de Oro de Navarra (ahora, seguro que se la quita la conjunción social independentista) y él leyó el turno de agradecimiento.

Ahora, años más tarde, ni el Gobierno social comunista, ni el foral de Navarra, le dejan viajar al Antiguo Reino para presidir los Premios Príncipe de Viana, una de los títulos que lleva históricamente aparejados la Corona de España. En cinco días, ahora, Felipe VI tendrá que afrontar su primer reto del 2021: la Pascual Militar, otro discurso para esperar y enmarcar ante unos profesionales de las Fuerzas Armadas que se hallan muy, pero que muy enojados por la política del presidente del Gobierno y más aún, por las continuas vejaciones que esta coalición perpetra a diario contra la institución de la Corona, a la que se persigue, se ningunea y se insulta sin que Sánchez, el nuevo dictador de España, tenga a bien salir en su defensa. 

Ahora, las personas más influyentes de este país, incluida la Casa del Rey, presionan para que el Parlamento discuta y apruebe cuanto antes una ley de la Corona, que ponga fin a esta incertidumbre en la que vive su protagonista. No estoy de acuerdo. Debo escribirlo así, en primera persona, porque el asunto es de tal trascendencia que no se puede esconder tras otros juicios que no sean los propios. Sé perfectamente que esta ley es una asignatura aplazada desde hace lustros, y conozco de primera mano que los actuales componentes de la Casa del Rey se muestran conformes con esta iniciativa, que no es precisamente, ni mucho menos, la que trata de imponer Iglesias. Pero, ¿sería adecuada la tramitación en unos momentos como estos en que la ultraizquierda, rabiosamente republicana, y los secesionistas dominan la Cámara Baja? De ningún modo: curiosamente, además, los que están comprometidos con el derrocamiento de la Monarquía, son los que ahora presentan la proposición en las Cortes. Es como acudir a un cirujano a que te acuchille la carótida. Pero es que, además, los asuntos que debería incluir esta ley de la Corona ya los está cumpliendo Don Felipe de motu proprio. Por ejemplo, su sometimiento al Ejecutivo cuando de trazar viajes o pronunciar discursos se trata; por ejemplo, su absoluta transparencia en el conocimientos de los Presupuestos, gastos incluidos, de la Casa; por ejemplo, las actividades de la heredera fuera del ámbito privado; por ejemplo, la iniciativa de abdicación que en su día fue un ejemplo de concomitancia feliz entre los dos grandes partidos del país; por ejemplo, el régimen de incompatibilidades no solo para los miembros de la Familia Real, sino para los directivos de la Casa del Rey. Solo queda, eso sí; la formalidad de restar a la Constitución el artículo que inscribe la primogenitura del varón sobre la hembra. Solo ese.

Defensa del monarca

El Rey tendrá que lidiar este año, próximamente, con esta ley de la Corona que es, en manos de Sánchez, una burda trampa: se trata no de defender la institución, sino de volarla. La enorme entereza del Rey tendrá que reforzarse en este año que ha comenzado. Debe ser su año, el año en el que todos los españoles de bien defendamos la Corona que, ya a estas alturas, es lo único que nos une, lo único que respetamos, lo único que es fiable y servible. El Rey, como desde su nacimiento en 1968, lo va a seguir pasando mal, pero hasta ahora ha vencido todos los retos a los que se ha enfrentado. No se ha roto, es verdad, pero le han manchado los barreneros de España. Porque, como avisa sin ambages el leninista Iglesias: «Caminamos hacia una república confederal». O sea, lo que los españoles detestan en todas las encuestas que se están publicando en estos días. Aquel niño escogido es el hombre con mayor crédito. Al que nos tenemos que agarrar como una lapa. El Rey de España.