Jesús Fonseca

EL BLOC DEL GACETILLERO

Jesús Fonseca

Periodista


Médicos que salvan

05/12/2021

Ser médico es ser un hombre completo. Entender la naturaleza de la vida. En la medicina, como en casi todo, lo que importa es la vocación. Y ¿Qué es la vocación, sino un acto de amor? Siento veneración por esos médicos humanistas, capaces de transmitir esperanza a cada uno de sus pacientes. Sucede, con frecuencia, que lo mejor lo tenemos cerca, al lado, y no nos damos cuenta. Es lo que nos pasa en Castilla y León con algunos de nuestros médicos de cabecera y especialistas, por más que no salgan en los papeles y huyan de protagonismos. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que el doctor Fernando de Uribe, jefe del servicio de Psiquiatría del Clínico de Valladolid, no ha dejado de recibir presencialmente a uno solo de sus pacientes durante toda la pandemia y lo sigue haciendo a día de hoy? ¿O qué hay médicos de familia que acuden personalmente al domicilio de sus pacientes, en medio de la mayor discrección, pudiendo no hacerlo? Decía el Doctor Antonio Otero, en una de sus últimas conferencias que: «lo que nos está pasando, es tan brutal y tal la incertidumbre que provoca, que sólo seremos capaces de interiorizarlo cuando todos estemos dispuestos a sumar, a dar, a poner». Recordaba también el que fuera presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, alguien que constituye una referencia en la Medicina de España, que: «el buen médico es aquel que tiene infinita paciencia y empatiza con el paciente, convencido de que ahí hay un ser humano que le obliga a ser competente, desde la confidencialidad y la honestidad y alejado de conflictos de intereses». Pero ¿Porqué escribo esta gacetilla? Pues porque creí que debía hacerlo, ante la reflexión del doctor Otero de que el médico es, tal vez, «el profesional que más cerca está de la fragilidad, del dolor y la debilidad humana. Precisamente por eso, tiene que ser el más compasivo y humano». Lo que ha sido nuestra tradición de médicos humanistas, con Gregorio Marañón a la cabeza. Profesionales capaces de compartir investigación, magisterio, tarea profesional y cultivo de las letras. Conozco a más de uno que lo hace aquí, en Castilla y León, con éxito; pero son personas humildes, que huyen de cualquier protagonismo. Hoy quiero rendir homenaje a todos esos médicos anónimos; y recordar a los que empiezan que, lo que la sociedad actual reclama de ellos, son habilidades y entusiasmo; mujeres y hombres dispuestos a servir y ser útiles, desde el contacto personal y la entrega y no a través de un teléfono.