"No tengo miedo a morir"

Aurelio Martín
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La escritora y activista afgana Nadia Ghulam clausuró en Segovia el IV Encuentro de Mujeres Músicas 'María de Pablos' con un grito en favor de la educación de su pueblo como vía para conseguir la paz

"No tengo miedo a morir" - Foto: Aurelio Martin

Nadia Ghulam (Kabul, Afganistán, 1985) es una de las víctimas de la guerra que vive su país desde hace cincuenta años. Su rostro lo muestra, lleno de cicatrices como conscuencia de una bomba que cayó sobre su casa que ella atribuye al partido de quien era vicepresidente Abdul Rashid Dostum, uno de los ‘señores de la guerra’, que también dio muerte a su hermano.  

Durante su intervención en las ruinas de la antigua iglesia de San Agustín, donde clausuró el IV Encuentro de Mujeres Músicas ‘María de Pablos’, promovido por la Fundación don Juan de Borbón, adscrita al Ayuntamiento de Segovia, esta mujer activista, que vive en Cartaluña, desde hace 15 años, comparó a ‘los señores de la guerra’ con los talibanes, ahora en el Gobierno: «Sufrimos por todos los lados, nos enfrentamos a una guerra civil muy violenta, los ‘señores de la guerra’ toman las armas, con apoyo de China o Rusia y, por otro lado, los talibanes están respaldados por Arabia Saudí, Doha, capital de Qatar,  y estos países árabes (...) tienen mucho poder, son personas psicópatas, con armas muy potentes y nuevas, que les dejaron los militares de Estados Unidos, eso es lo que hace que la gente quiera salir del país.»,  matiza.

Mientras, argumenta que  «en medio sufre la gente de mi pueblo, los que no tenemos nada que ver con la guerra, mi mensaje es que, si queréis que venga la paz, pedir en vuestro país que se reduzcan las injusticias, que no haya más fábricas de armas», advirtió al público, a la vez que pidió a ayuda humanitaria y apostó por la educación de su pueblo como vía para obtener la paz.  Pide que si alguien lamenta la situación de Afganistan abra la escuela a todos los refugiados, tengan papeles o no,  «porque la educación es la única herramienta que ayuda a las personas a vivir».

Autora de cuatro libros, aunque ella se considera biógrafa más que escritora porque recibe ayuda para editar los textos, admite que cuando habla de los ‘señores de guerra’ a veces tiene miedo, porque conoce quienes son y en qué países están viviendo: «No sé si van a tener el mismo poder que en mi país, pero algo pueden hacerme, mi muerte nunca va a ser un atentado contra Nadia Ghulam, alguien me va a matar y va a decir que tuve un accidente y desaparecí, morir no me da miedo, lo que me aterra es no tener libertad, la que ahora tengo, gracias a dios, puedo decir lo que pienso y voy donde quiero y digo lo que siento, tarde o pronto todos morimos, no me asusta morir, lo que me da miedo es que me metan en una prisión o me digan que no puedo salir de casa».

Convencida de que «la guerra no solo destruye las casas y pueblos, sino la mentalidad de las personas» y dolida porque las dos partes del conflicto le han hecho mucho daño: «Los muyahidines, ‘señores de la guerra’, que destruyeron mi casa, y los talibanes que me quitaron la libertad»,  Nadia Ghulam afirma que el régimen talibán de hoy ha cambiado su estrategia, quiere representar que es más progresista y, tras advertir que está en permanente contacto con  mujeres y niñas de su país, donde trabaja con ellas a distancia en proyectos educativos, de forma clandestina, subraya que ahora «ya no se lapida a una mujer, cuando pasa por la calle la disparan y ya está o, si ha robado, no le ponen carbón en la cara para señalarle, la matan».

Ghulam tiene un pasaje de su vida que asombró al mundo cuando se dio a conocer. Tras salir del hospital, después de dos años de ingresos y seis meses en coma –aún ha seguido recibiendo tratamiento en Cataluña–, debido a la deflagración, con cerca de 11 años, se encontró con que su padre, que había trabajado en el Ministerio de Sanidad,  padecía estrés postraumático, y que debía de cuidar también de su madre analfabeta y sus dos hermanas pequeñas.

No tuvo ninguna duda, se le ocurrió vestir con la ropa de su hermano y hacerse pasar por hombre, para poder trabajar –prohibido para las mujeres– y poder llevar «un trozo de pan para mi familia». Lo que iba a ser pasajero duró diez años, tiempo en el que «Nadia desapareció», aún hoy su madre le llama ‘chico’.   Ella pensaba que esta historia iba a terminar algún día pero entiende que «ahora más que nunca hay que contarlo para que todo el mundo sepa lo que es el régimen talibán, la falta de libertad y no poder vivir en casa con paz».

Llegó a Cataluña a través de una Ong, siendo acogida por una familia, embargada por el «terror y el miedo» vivido desde que nació, analfabeta hasta los 16 años.  Allí estudio estudia un grado superior de Informática, otro de Integración Social,  la carrera de Educación Social y un máster de Desarrollo Internacional. También tiene allí radicada su organizacion ‘Puentes para la paz’, dedicada a la orientación y la formación de aquellas personas inmigradas  y de grupos de mujeres y niñas de su país.

Con los ‘señores de la guerra’ se acostumbró a desarrollar sus clubes de lectura en casas de forma clandestina porque, debido a la corrupción, le reclamaban dinero de las ayudas que recibía para la actividad. Por eso, ahora con los talibanes, que prohíben a las niñas y mujeres acceder a la educación, no le cuesta trabajo continuar, aunque no puede ofrecer más detalles.   Insiste en que «lo fundamental es que todos los niños tengan libros y  también estén conectados a través de las redes sociales;  con la pantalla de mi móvil les abro al mundo».

Y en un entorno en el que se movIó María de Pablos, una de las primeras directoras de orquesta en España, Nadia Ghulam dice que «la música es vida e ilusión, durante el régimen talibán que he vivido fue la única medicina que me ha ayudado,  tenía un casete escondido,  es un gran honor poder compartir mi experiencia, me ayuda a ver que Nadia no está sola y que las mujeres tenemos poder, formamos la mitad de la sociedad, todos, con los hombres debemos estar unidos».