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Fernando Ortiz de Frutos
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Yolanda Casado Lobo, vendedora de lotería de la administración Santa Bárbara, protagonista en la sección 'Personajes a la última'

Yolanda Casado. - Foto: Rosa Blanco

Se dice que el primer villancico de las navidades españolas lo entonan los niños de San Ildefonso cada 22 de diciembre. Es una cancioncilla con un estribillo monocorde que sólo transmite emociones especiales cuando el tono de la cantinela sube repentinamente en una modulación imprevista que anuncia que algo va a suceder. Y en esa especie de auto navideño, que dura casi tres horas, hay unos protagonistas muy especiales que tienen su espacio entre el público expectante y los niños cantores, esos que en vez de hacerlo en un atril leen en unas bolitas misteriosas una melodía que tiene algo de mágico e impenetrable, porque, por muchas veces que hayas oído la singular sinfonía,  no se sabe nunca cómo va a sonar el siguiente compás. Estos protagonistas son los vendedores de lotería, depositarios de la fortuna, nigromantes benéficos que guardan fielmente los arcanos de las combinaciones numéricas.

Yolanda Casado Lobo es cantalejana y a mucha honra. Pero lleva ya muchos años viviendo en Segovia. Y de esos años, diez los lleva dedicados la venta de lotería como empleada en la administración número tres de nuestra ciudad, justo donde comienza la cuesta de la calle de Cervantes, al lado del acueducto, la que rigió durante mucho tiempo doña Matilde Oliveda y que fuera fundada por la madre de ésta hace casi setenta años. La administración lleva por nombre el de Santa Bárbara, a modo de homenaje que la familia fundadora quiso rendir a la patrona de la Artillería. «Es un despacho muy pequeño», nos dice Yolanda. «Pero he conocido en Valencia uno más chiquitito todavía. El joven que trabajaba  allí me dijo que le habían contratado por delgado, figúrate». 

No le gusta el juego, pero por supuesto que compra algún décimo, aunque nunca le ha tocado nada, como a casi todo el mundo. Y eso que a menudo la tientan. «Hay gente muy peculiar, que viene y te pide un número determinado, por ejemplo porque lo han soñado. Y me dicen que yo también lo juegue, que comparta su sueño. Y si tuviera que jugar todos los números que han soñado mis clientes estaría seguramente en la ruina. Hay jugadores muy especiales, que te solicitan un décimo que sea el número de la matrícula de su coche, o que contenga las cinco últimas cifras de su carnet de identidad al derecho o al revés, vete tú a saber, pero que tienen una fe ciega en su premonición.  En verdad son supersticiones muy curiosas. Por ejemplo, para este último sorteo de San Valentín, nos llamó un señor de La Coruña pidiendo un número que sólo teníamos nosotros. Y como no había tiempo material para hacérselo llegar, nos envió una empresa de mensajería que nos pagó el décimo y se encargó de que le llegara a tiempo a su casa en Galicia. Era un regalo para su novia, y le costó más el collar que el galgo, desde luego».

A Yolanda le gusta su trabajo; le agrada el trato con la gente. Y además con gente muy diversa, porque por el emplazamiento de la administración son muchísimos los turistas nacionales y extranjeros que compran décimos o juegan a la Primitiva, la Quiniela, el Euromillón o a cualquiera de los juegos que se ofertan. «Vienen de toda España, por supuesto. Pero también de los países más insospechados. Curiosamente, los chinos no compran. Por mi experiencia, los chinos no juegan a la lotería». 

La administración número tres de lotería es, a pesar de su pequeñez, un verdadero barómetro de la ciudad, de su cotidianidad. También, acaso, de la economía. «Es verdad que durante los años más duros de la crisis sí que notamos que el ritmo de la venta era, cómo decirlo, menos alegre. Influyó, naturalmente, el descenso en el número de visitantes. Pero a pesar de que haya tiempos en que las economías estén más afectadas, cuando no se nota desde luego es en el sorteo de Navidad. En esas fechas puede más la tradición, y el ritmo de ventas llega, en ciertos momentos, a ser agobiante».

El trabajo de Yolanda y de sus compañeras Isabel Bonis y Salomé Sanz, que es la gerente,  conlleva mucha responsabilidad. Se mueve mucho dinero y hay que tener mucho cuidado con los detalles, los números abonados y otras circunstancias que hacen necesaria mucha concentración. Y la alegría más grande viene cuando se da un premio importante. «En 2018 dimos dos euromillones muy gordos. Hemos dado varios segundos en la Nacional y vamos a por los primeros, seguro», afirma convencida. Y tuerce el gesto cuando le digo que si le fastidia que algún premio gordo no se venda y le «toque» al Estado. «La verdad, que le toque a Hacienda no me hace mucha gracia, no...». Y se marcha a su ventanilla cantando por lo bajini aquello de ‘la fortuna pa mañana, ¿quién me compra un quince mil?’ que popularizara hace ya muchas décadas doña Concha Piquer.