Brote de colas en las calles de Segovia

Nacho Sáez
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Las esperas a la puerta de determinadas oficinas públicas y establecimientos comerciales se han convertido en Segovia en una de las imágenes más habituales de la 'nueva normalidad'.

Solicitantes de ayudas por los ERTE cumplimentan la documentación mientras aguardan su turno en la Delegación Territorial de la Junta. - Foto: Rosa Blanco

ACarmen Gómez le ha tocado pasar al menos parte de su día libre esperando de pie en la plaza de los Espejos. Esta trabajadora de una fábrica de pallets aguarda su turno para poder presentar en la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en Segovia la documentación necesaria para que su hija opte a una de las ayudas que la Administración autonómica concederá a quienes han estado en un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Afortunadamente ya ha podido volver a su puesto en una frutería y por esa razón ha recurrido a su madre para que no se la pase el plazo. Finaliza el 17 de agosto, pero lo quiere dejar ya solventado con el objetivo de empezar a dejar atrás una época que reconoce que han vivido «con mucho miedo». «Mi hija, sin ir más lejos, ha pasado el coronavirus. Por suerte en el trabajo están ella sola y su jefa y le dijo que no se preocupara porque iba a volver. Y así ha sido», desvela Carmen mientras avanza una larga fila de personas a la que no dejan de sumarse nuevos miembros en toda la mañana.

Kamal ha llegado un poco antes  pero con el mismo fin. Como la hija de su compañera de cola, trabaja en una frutería y también lo enviaron a casa cuando se decretó el estado de alarma. «Ya he vuelto a trabajar y no he tenido problemas para cobrar el ERTE, así que no me puedo quejar», cuenta al tiempo que ofrece una visión optimista del horizonte económico más próximo, el que se descubre a pie de calle: «Los clientes siguen viniendo. No hemos notado que hayan bajado las ventas», asegura este padre de familia que se disculpa para no contestar más preguntas y prefiere no revelar su identidad completa.

Un paseo por las colas que proliferan aquí y allá en Segovia permite descubrir historias como las de Carmen y Kamal. O como la de Francisco Gil, que a las puertas de la oficina principal de Bankia no oculta su indignación con la reorganización de sucursales que han llevado a cabo la mayoría de los bancos. «Resulta que La Caixa ha cerrado la que había aquí en Fernández Ladreda y ahora te tienes que ir a José Zorrilla. Pero nadie te avisa», se queja este vecino. Hay más ejemplos de esta situación. El Banco Santander ha reservado su oficina de la Plaza Mayor a las empresas y los particulares son redirigidos a la avenida del Acueducto, donde una trabajadora trata de canalizar en la misma calle la llegada de los clientes.

Cola a la puerta de la oficina de Correos.Cola a la puerta de la oficina de Correos. - Foto: DS

–¿Usted qué necesita?

–Pues venía a ver a Pablo.

–Espérese un segundo que en un momento le aviso. ¿Y usted?

Fila de personas en espera en una entidad financiera de la avenida del Acueducto.Fila de personas en espera en una entidad financiera de la avenida del Acueducto. - Foto: Rosa Blanco

–Quería hablar con María.

–Pase conmigo.

La gestión de las colas se ha convertido en un arte en estos tiempos post-estado de alarma porque, además, nunca se sabe cuándo puede interferir en la actividad de otro negocio. En menos de una hora, el camarero de un bar tiene que solicitar en tres ocasiones a los clientes que esperan a la puerta de un banco que respeten la distancia de seguridad con su terraza, donde dos mujeres se piden un frugal desayuno y lo disfrutan ajenas al desasosiego de quienes se suman al reguero de personas que suspiran por poder hacer la gestión que les ha llevado hasta esa entidad financiera y no encontrarse con aquello que ya denunció hace casi dos siglos Mariano José de Larra: «Vuelva usted mañana».

La afluencia de clientes en la tienda La Tonelada es constante.La afluencia de clientes en la tienda La Tonelada es constante. - Foto: Rosa Blanco

En Naturgy, a Raquel Alonso le han dicho que vaya a Consumo directamente. A pesar de que ella y su familia estuvieron más de tres meses sin pisar la segunda residencia que tienen en un pueblo de la provincia, la compañía eléctrica les ha pasado dos facturas mensuales de 100 euros. «Han ido a ver el contador y dicen que está todo correcto, que si quiero poner una reclamación me vaya a Consumo. Lo que voy a hacer es cambiarme de compañía», relata esta funcionaria tras salir de la oficina de la calle José Zorrilla de Naturgy. Ha pasado un mes desde que consiguió cita para que la atendieran y aun así ha tenido que esperar media hora en la calle, donde la cola ocupa toda la acera y dificulta el tránsito de los demás viandantes.

Son las diez y media de la mañana y el calor comienza a azotar, pero al menos de momento nadie pierde la paciencia en la fila. Sí que se le agotó hace unos días a un hombre que no dudó en acercarse a la cercana redacción de ‘Castilla y León Televisión’ y El Día de Segovia para denunciar que aquella situación no era admisible. «No puede ser que estemos tantas personas esperando en la calle. Al final nos vamos a contagiar», se lamentaba.

Eulalia Moreno, que trabaja en mantenimiento de una pastelería y hoy tiene el día libre, ha optado por esperar sentada en un banco. «Es lo que hay pero es que estamos aquí los que vienen con cita previa, los que no dio tiempo ayer a que fueran atendidos y los que como yo hemos cogido número ahora», detalla. Ha llegado treinta minutos antes de que abriera la oficina y, una hora después, todavía no sabe cuándo le llegará su turno: «Es un poco desesperante».

Pequeñas aglomeraciones a la puerta de la oficina de Naturgy.
Pequeñas aglomeraciones a la puerta de la oficina de Naturgy. - Foto: Rosa Blanco

Además, las colas durante el estado de alarma parecían europeas: estaban bien alineadas. Ahora vuelve a reinar el caos y muchos no respetan la distancia de seguridad. La mascarilla no falta, pero hay quien no desaprovecha la oportunidad de charlar a menos de dos metros con el conocido en el impás en la vida que suponen las esperas. Estas se han multiplicado con la ‘nueva normalidad’ también porque las empresas no han recuperado aún a todo su personal.