El afán de superación de Javier Soto, Premio Ical 2019

Patricia Martín-Ical
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Su discapacidad auditiva nunca ha frenado a este atleta segoviano, dueño de una brillante trayectoria deportiva y profesional.

El afán de superación de Javier Soto, Premio Ical 2019

A los 42 años, Javier Soto tiene vigente el récord mundial en 1.000 metros lisos para atletas sordos y la mejor marca europea en tres distancias. Un referente dentro y fuera de las pistas que, tras ser nombrado ‘Mejor Deportista Sordo del siglo XX’, se marcó nuevas metas, doctorándose Cum Laude en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Javier Soto no lleva “una vida de rutina diaria”, con cerca de 50 vuelos al año como conferenciante de trainers paralímpicos y director técnico para actividades internacionales de la Federación Española de Deporte para Sordos.

El deporte es su vida, y su fuerza de voluntad y coraje no conoce límites. Nació en en Hondarribia (Guipúzcoa) pero creció y se formó en Segovia, donde sigue teniendo su refugio familiar, al que se escapa los fines de semana siempre que puede. Le encantaría haber podido vivir en Segovia pero por su carrera y el trabajo “nunca ha sido posible”.

Reside con su mujer Aina en Madrid, donde compagina su labor como profesor asociado de la Universidad Autónoma con su faceta de director técnico de la Federación Española de Deportes para Sordos y conferenciante de trainers paralímpicos para el Comité Paralímpico Español. “Nos llamamos trainer, no coach. Somos entrenadores de la vida para demostrar que los valores del deporte también son aplicables para la vida cotidiana”, resume.

Coge el avión cada dos por tres por trabajo, pero también por placer, junto a Aina, a la que conoció en una fiesta para sordos. “Nos gusta viajar a países exóticos y experimentar culturas diferentes a la europea, de la que estoy un poco cansado”, explica. De hecho han estado recientemente en Israel, Jordania y Bolivia, mientras que del Viejo Continente sólo le falta conocer un país, Moldavia.

Las competiciones que le llevaron por medio mundo y las conferencias que imparte actualmente no le suponen ningún problema gracias a su dominio del inglés, que aprendió por el empeño de su madre, profesora de este idioma. “Me costaba un poco en la pronunciación, pero por escrito se me daba muy bien”.

Javier Soto encontró en el deporte la inspiración y el motor para superarse desde sus años como estudiante hasta su etapa como atleta de élite, cosechando cerca de una treintena de medallas en competiciones internacionales de atletismo para sordos. Un camino no exento de dificultades a las que siempre pone una sonrisa y buenas dosis de paciencia. “Me dicen que si soy de Marruecos y les digo: no, mi voz es diferente porque soy sordo”.

No faltan las anécdotas. “Una vez en una competición no me querían dar el dorsal porque decían que era extranjero y que tenía que presentar el pasaporte. Les tuve que enseñar el DNI para que vieran que tenía la nacionalidad española y se sorprendieron”, recuerda el atleta, haciendo gala de su extraordinario sentido del humor.

En el deporte, tiene como referentes a Sebastian Coe, por su humildad y el contacto con la gente, y al soriano Fermín Cacho por sus estrategias tácticas en la competición. Sus experiencias y vivencias, junto a las de otras personas sordas que alcanzaron el éxito en distintas facetas profesionales, dieron forma al libro ‘Sordo, ¡y qué!’, que se publicó hace ya más de una década.

Es un hombre tenaz y cuando decidió abandonar la alta competición se centró en sus estudios superiores, logrando otra de sus metas, la licenciatura y el doctorado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la facultad INEF de Madrid. Una etapa dura que “afortunadamente” superó, aunque tuvo que “emplear mucho tiempo libre y utilizar recursos para estudiar más”.

Durante los años de licenciatura, reconoce que los docentes no sabían qué hacer con él. “Una profesora me hablaba sin vocalizar; el profesor de fútbol, un hombre mayor, me gritaba; un profesor de natación tenía un bigote enorme y no le podía leer los labios... No estaban preparados ni formados porque no existía la asignatura de Deporte Adaptado”. Con el doctorado, las cosas fueron mejor con material audiovisual, intérprete de lengua de signos, becas, apoyo del Centro de Estudios de Deporte Inclusivo y, en especial, su director, Javier Pérez.