El palacio segoviano del Primer Ministro

Sergio Arribas
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Juan Manuel Piñuela dejó su trabajo en Madrid para volver a su pueblo, Otero de Herreros. Allí compró un palacete en ruinas, casa de verano del ministro José Canalejas, para transformarlo en un hotel rural.

Piñuela abre la puerta enrejada que da acceso a la finca. - Foto: Rosa Blanco

Juan Manuel Piñuela combatía el estrés de la gran ciudad regresando cada fin de semana a su pueblo, Otero de Herreros. Allí, una mañana, mientras disfrutaba de un paseo en bici, un cartel le llamó la atención. La casa «más importante del pueblo» estaba en venta. Por la tarde, ya la había comprado. Aquel palacete del siglo XIX había sido la casa de verano de José Canalejas (1854-1912), quien, siendo Presidente del Consejo de Ministros, durante el reinado del rey Alfonso XIII, murió asesinado en un atentado terrorista. Fue el 12 de noviembre de 1912 cuando Canalejas fue tiroteado por el anarquista Manuel Pardiñas cuando miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la madrileña Puerta del Sol. 

Juan Manuel sabía de la historia del edificio, que encontró en una ruina absoluta. Canalejas no era oriundo de Otero de Herreros —era natural de Ferrol—, aunque, presumiblemente, eligió este pueblo segoviano, junto a la sierra de Guadarrama, para erigir, a finales del XIX, su casa de ‘veraneo’, por su cercanía a Madrid y a los palacios de Riofrío y La Granja, espacios también de recreo, en este caso, para Alfonso XIII.

El Primer Ministro iba y venía muchos días de Madrid a Otero en uno de aquellos primeros automóviles, un coche oficial, a través del Puerto del León y la casa «de verano» llegó a ser lugar de reuniones, casi clandestinas, con ministros y altos cargos de la época.

Piñuela en uno de los salones de la casa rehabilitada, antigua casa de verano de Canalejas Piñuela en uno de los salones de la casa rehabilitada, antigua casa de verano de Canalejas - Foto: Rosa Blanco

«Comprar la casa fue un poco locura, me arriesgué mucho, fue un paso valiente», recuerda hoy Juan Manuel, en uno de los salones de ‘Posada Canalejas’, como bautizó, tras la reforma del palacete, este alojamiento de turismo rural en honor al político liberal, su inquilino ilustre. Dispone de diez habitaciones y un apartamento, con capacidad para 28 personas. La casa suma 750 metros cuadrados, a la que se añade una zona de jardín con 1.200 metros de huerto y árboles frutales. 

«Quería regresar». Con estudios en ingeniería industrial, Juan Manuel trabajaba en Unión Fenosa como jefe de pagos, con 17 personas a su cargo. Vivía en Torrelodones y cada día empleaba dos horas al volante para acudir a la oficina en la capital de España. Llevaba 25 años trabajando en Madrid cuando tomó la firme decisión de dar un giro de 360 grados a su vida. «Lo que me gustaba era la vida en el pueblo. Siempre tenía en mi mente la idea de regresar. Pero, claro, tenía una familia, una estabilidad, un trabajo muy bien remunerado... y dar un paso así era muy arriesgado», recuerda.

Casualmente fue en el pueblo de su padre, en Otero de Herreros, donde encontró su sueño, el palacete que construyó Canalejas. Con 45 años —hoy tiene 60—, Juan Manuel adquirió el edificio y emprendió una reforma en la que invirtió sus ahorros, los de su familia y el dinero que logró gracias a un préstamo bancario. 

Reproducción de fotografías antiguas de Canalejas, asesinado en Madrid en 1912.Reproducción de fotografías antiguas de Canalejas, asesinado en Madrid en 1912. - Foto: Rosa Blanco

Tras el asesinato de Canalejas, la casa pasó a ser propiedad de su viuda, que optó por venderla. Pasó después por diferentes manos, llegando a ser incluso un cuartel durante la Guerra Civil. Su último propietario vendió la casa —que sufría un deterioro galopante— y la finca, destinada al pasto del ganado, a una promotora inmobiliaria, que levantó la ‘Urbanización Canalejas’. Se construyeron en la finca nuevos chalés, mientras la casa quedó en ruinas hasta que Juan Manuel la compró y emprendió una ambiciosa reforma que se prolongó durante cuatro años.

 «Mantuvimos los muros, de piedra, pero prácticamente, la tuvimos que tirar casi entera, levantar una estructura de vigas de hierro, incorporar forjados de madera.. entre dos albañiles y yo», comenta. 
Al pasar ‘de mano en mano’ y quedar en estado de semi-abandono, según le comentaron los vecinos del pueblo, se produjo «el pillaje» y desaparecieron todas las maderas nobles y mármoles que decoraban el palacete primitivo. «La reconstruimos en plan rústico, con antigüedades en todos los dormitorios, conservando el espíritu y encanto de la casa original, con forjados de madera y paredes de piedra», explica su propietario, que recuerda cómo pasó «muchísimas noches sin dormir, porque te vas quedando sin dinero, y cuando te crees que está terminado, al final quedan dos años (…) tienes que estar completamente enamorado, casi en una nube, persiguiendo un sueño, porque sino es imposible».

La casa se inauguró en 2008 y aquella decisión que perseguía «otra manera de vivir» se transformó en un próspero negocio de turismo rural, por entonces pionero, que sirvió de ejemplo a otros emprendedores de los pueblos de la zona.

La casa suma unos 750 metros cuadrados.La casa suma unos 750 metros cuadrados. - Foto: Rosa Blanco

Juan Manuel y su pareja fueron, en años sucesivos, abriendo otras siete casas rurales, todas en la provincia de Segovia, en Otero, en Vegas de Matute, en Ortigosa del Monte, en Santa María la Real de Nieva, en Navas de Oro… «Tenemos una docena de trabajadores, es decir, creamos empleo, no solo es una labor lucrativa para nosotros, contratamos servicios de limpieza, electricistas, fontaneros.. y son gente de los pueblos».

Juan Manuel explica que la nieta de José Canalejas, marquesa de Otero de Herreros, vió casualmente, por internet, la casa y acudió a visitarla. «Tuve la suerte de recibir a sus descendientes y estaban entusiasmados con la rehabilitación de la casa de su abuelo», comenta.

el camino inverso. Mientras se buscan fórmulas para hacer frente a la ‘España vacía’ el propietario de ‘Posada Canalejas’ admite que él recorrió el camino inverso, el de volver al pueblo, mientras señala que no echa de menos Madrid.  «Un pueblo es como una familia muy grande. Tenemos al lado Segovia y Madrid relativamente cerca. En un pueblo aprovechas todo el día y no echo de menos nada; es más, cuando quedo con mis amigos prefiero que vengan aquí», asegura Juan Manuel.

«Es una pena que se vacíen los pueblos. Pero los pueblos –dice— tienen muchas oportunidades. Solo hace falta tener coraje e imaginación. Aunque, ciertamente, yo disponía de unos ahorros, creo, humildemente, que mi decisión fue valiente, porque tenía un buen sueldo y dejas todo tu dinero  en algo que no sabes cómo va a salir. Cuando uno está enamorado y  se lucha por ello, los sueños se consiguen».