"Si pensara en qué puede pasar, acabaría hecho una mierda"

Nacho Sáez
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Iván Cristóbal, jugador del segoviano Seghos San Cristóbal, ha tenido que aparcar el deporte por un cáncer de huesos pero asegura que «voy a intentar volver a competir».

"Si pensara en qué puede pasar, acabaría hecho una mierda" - Foto: DS

Los conocimientos académicos que ha adquirido a lo largo de los últimos años en el ciclo de grado superior de Laboratorio Clínico y Biomédico que ha estudiado permiten a Iván Cristóbal Huertas (Madrid, 15 de mayo de 1997) afrontar con mayor frialdad la situación por la que atraviesa. Él sabe interpretar los resultados de los numerosos exámenes médicos a los que se ha tenido que someter desde que le diagnosticaron un Sarcoma de Ewing. Sin embargo, la madurez y capacidad de reflexión que demuestra en conversación telefónica con esta redacción va más allá de la información aprendida en los libros. «A alguien que se preocupa por una persona que está enferma nunca le puedes echar nada en cara», apunta en una de las frases que deja en esta entrevista realizada apenas diez días después de ser operado del cáncer de huecos que sufre.

La disciplina que exhibe no sabe si nace en el deporte, pero tiene claro que no quiere que este revés suponga su adiós a la actividad física. «No es que lo necesite pero es que llevo tanto tiempo haciéndolo...», señala. Su pasión fue primero el fútbol, pero sus mejores cualidades estaban en el tenis de mesa, que ha marcado su adolescencia y su juventud hasta que la salud lo ha obligado a parar. «Un amigo del colegio me dijo que se había apuntado a un club en Aluche (Madrid) y me picó la curiosidad. Empecé tarde, a los 12 o 13 años, porque lo normal es a los ocho, pero me gustó. No me esperaba que fuera así», cuenta.

De entrenar en los pequeños ratos libres que le permitían los estudios y el fútbol pasó a colgar las botas de tacos y a ejercitarse incluso cuatro días a la semana. «Sin haber jugado en serio ya se me daba bien así que, cuando lo presté más atención, enseguida empecé a notar progresos de forma muy rápida y tuve la sensación de que podía llegar a jugar a un nivel alto. Algo que en el fútbol es casi imposible. El tenis de mesa es un deporte que si entrenas puedes llegar a una buena categoría. Y eso me gustaba», continúa su relato.

Iván (tercero por la izquierda), antes de su último partido con el Seghos San Cristóbal.Iván (tercero por la izquierda), antes de su último partido con el Seghos San Cristóbal. - Foto: DS

Su evolución positiva pronto le llevó a la División de Honor –la segunda máxima categoría nacional de este deporte–, pero alcanzar el profesionalismo se convirtió en una meta inalcanzable: «Aunque en España cada vez hay más gente que juega bien al tenis de mesa y hay más becas para centros de alto rendimiento, muy poca gente puede vivir de ello». Por eso decidió centrarse más en sus estudios. Completó el ciclo de grado superior de Laboratorio Clínico y Biomédico e inició los papeles para matricularse en la universidad en el grado de Biología Sanitaria. Pero entonces apareció el Sarcoma de Ewing.

Esa enfermedad le ha obligado a posponer sus planes académicos y a dejar el tenis de mesa, el cual seguía practicando desde la temporada pasada en el club segoviano Seghos San Cristóbal. Este milita en la Primera Nacional y ha perdido de forma indefinida a Iván, que sin embargo no se resigna y asegura que «voy a intentar volver a competir». «Soy realista. Me esperan cinco o seis meses sin poder andar, me van a poner una prótesis de cadera y sé que no voy a jugar nunca ya al nivel de hasta ahora, pero lo voy a intentar. Quizás pueda competir con personas con discapacidad», añade.

Actualmente se encuentra en el quinto de los 14 ciclos de quimioterapia que tiene que recibir y la operación a la que se ha sometido no le permite apoyar la pierna derecha. «Debido a que nací con espina bífida y a que me realizaron una cirujía de columna con 15 días de vida, al operarme ahora han tenido que hacerme una intervención diferente a la que hubiera sido normal y hasta que no acabe el tratamiento de ‘quimio’ no me pueden poner la prótesis de cadera que necesito. Tengo que estar seis meses en una silla de escritorio y con ayuda para hacer cualquier cosa», desvela. Pero ese duro escenario no cambia su ánimo. «No soy optimista ni pesimista. Tengo la suerte de saber leer las pruebas que me hacen y por eso solo soy realista», concluye, decidido como se encuentra a luchar.