Piden 7 años de cárcel a un hombre por dejar tuerto a otro

Nacho Sáez
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El acusado golpeó presuntamente a la víctima con un palo hasta hacerle perder la visión de un ojo a la puerta de una discoteca en San Millán. El juicio ha quedado visto para sentencia.

El acusado, Y. S. N. (de espaldas), este pasado lunes en su declaración en el juicio celebrado en la Audiencia Provincial. - Foto: D. S.

La única discoteca existente en la calle Carretas, a la espalda de la iglesia de San Millán, ha conocido diversas denominaciones a lo largo de las décadas más recientes. La última, Euphoria, fue testigo de la violentísima pelea que el pasado lunes 21 de septiembre se juzgó y quedó vista para sentencia en la Audiencia Provincial de Segovia. Un enfrentamiento originado de madrugada a las puertas de la sala que se saldó, como consecuencia más grave, con la pérdida de la visión de un ojo por parte de un hombre de 46 años.

C. se volvió a ver las caras en la sala de vistas principal del Palacio de Justicia con su presunto agresor, Y. S. N., un joven que entonces tenía 24 años y que llegó a estar en prisión provisional por este caso 28 días debido a su ausencia en dos citaciones judiciales. Su abogado pide para él la libre absolución al no reconocer la autoría de los hechos. En respuesta a sus preguntas y a las de la Fiscalía y la acusación particular, ofreció su versión de lo que sucedió ese 15 de marzo de 2015. Una noche de fiesta con amigos que arrancó con un «macrobotellón» en la plaza de San Lorenzo, que continuó en la Calle de los Bares y que acabó de la peor forma.

«Para continuar la noche fuimos a la discoteca Euphoria», continuó su relato Y. S. N. ante el tribunal. «Había bebido bastante y también había consumido éxtasis y cocaína y allí nos tomamos otros dos o tres cubatas cada uno y unos chupitos. Salí a fumar a la puerta, salió también una mujer mayor que yo –de unos 35 o 40 años– y cuando estábamos hablando vi cómo echaban a un señor de la discoteca. Ese señor después vino a mí con un palo y me golpeó en la cabeza, forcejeamos y no sé qué más ocurrió. Solo que me fui a mi casa con un amigo sangrando por la cabeza. Pero yo no le llegué a quitar el palo a él en ningún momento», aseguró.

Sin embargo, la acusación y la fiscal difieren. De acuerdo a su examen de las pruebas, el palo –de un metro de longitud– sí que llegó a cambiar de manos. Así lo parece demostrar, según sus conclusiones, el hecho de que el coche de la víctima, del que sacó el palo, sufriera la rotura de uno de sus cristales en el transcurso de la pelea.

La coherencia de las declaraciones de los testigos –entre los que se incluyen los porteros y los dueños de la discoteca– se antojan fundamentales para el sentido de la sentencia, que en el peor de los casos para el acusado podría acabar con una condena de siete años de cárcel y el pago de una indemnización cercana a los 50.000 euros a la víctima por los graves daños ocasionados a su salud. Una cantidad que coincide en solicitar la Fiscalía, que sin embargo ha fijado su petición de prisión en seis años al apreciar la circunstancia atenuante de dilaciones indebidas en el desarrollo del procedimiento que instruyó el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Segovia. Una lamentable trifulca que cambió la vida en ese momento de todos los que se vieron implicados.