«En los cementerios se aprende a relativizar los problemas"

Aurelio Martín
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Diplomada en Educación Musical por la Universidad de Valladolid, Licenciada en Historia del Arte por la Universidad SEK y especialista en Arte Sacro, en el ámbito de investigación,Mercedes Sanz de Andrés, se centra en el patrimonio funerario.

«En los cementerios se aprende a relativizar los problemas - Foto: Rosa Blanco

Investigadora en el ámbito del patrimonio funerario, Mercedes Sanz de Andrés (Segovia, 1974),  ejerce profesionalmente como guía de Arte Sacro en la Catedral de Segovia, profesora asociada del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid en el Campus ‘María Zambrano’ y docente en el programa interuniversitario de la Universidad de la Experiencia de Castilla y León en su sede de Cuéllar,  dependiente del Instituto de Empresa. En esta entrevista asegura que «el cementerio es una versión escueta de la ciudad de los vivos» donde, además,  «se aprende a vivir y a relativizar los problemas» porque son espacios  «llenos de vida y amor».  

¿Qué se puede explicar en una visita a un cementerio?

La historia de una comunidad, son vidas vividas que se concentran en un espacio dedicado exclusivamente a la muerte.  En un cementerio se puede estudiar la historia de una comunidad porque los cementerios son espacios de reflexión que permiten investigar sobre el patrimonio, aspectos sociológicos y las biografías más cercanas a nosotros. 

¿Por qué eligió investigar los cementerios y el patrimonio funerario siendo un tema todavía tabú en muchos aspectos?

Cuando estudié Historia del Arte manifesté este interés por el conocimiento del patrimonio funerario y, a lo largo de la formación he tenido buenos profesores que han sabido encauzarme en este sentido, como José Ramos, Miguel Larrañaga,  José Gaspar Birlanga, o en los últimos años el periodista Jesús Pozo, que me ofrecieron todo un abanico de posibilidades  para estudiar el patrimonio funerario desde distintas perspectivas,  tanto iconográfica como archivística. Recuerdo que  para la asignatura de Arquitectura Popular,  me encomendaron un trabajo sobre los cementerios. De esto  hace más de 20 años y desde entonces no he dejado de visitar cementerios comenzando así este interés por el patrimonio funerario.  

Cada vez son más los cementerios que se visitan, que realizan actividades culturales y que se ofertan como un recurso turístico  patrimonial más, ¿en qué punto se encuentra Segovia y su provincia a la hora de valorar este patrimonio?, ¿cómo convertir en recurso cultural un espacio configurado a partir del dolor y de la tragedia?

Segovia es precursora del replanteamiento del cementerio español, porque tenemos el del Real Sitio de San Ildefonso, el primer ejemplo de cementerio extramuros construido en España (1783). Este hecho convierte al cementerio de La Granja en un lugar privilegiado de nuestra historia siendo un hito arquitectónico en el replanteamiento del cementerio español que aportará nuevos comportamientos antropológicos, sociales y espirituales. 

De este modo, Segovia ocupa un lugar privilegiado en la historia del patrimonio funerario.  Estoy convencida de que en Segovia existe una sensibilidad que cree firmemente en el valor cultural de los cementerios. Voy a citar dos ejemplos. Uno de ellos es la beca que me concedió el Instituto de la Cultura Tradicional Segovia Manuel González Herrero de la Diputación Provincial para estudiar todos los cementerios de la provincia de Segovia. Otro ejemplo es el compromiso del Ayuntamiento de la ciudad que desde hace unos años viene incluyendo en Domingo de Patrimonio la visita guiada al cementerio. Esta visita se ha consolidado en la III Edición de Tiempo de Ánimas con un amplio programa cultural en torno al patrimonio funerario durante los días previos a noviembre. A este compromiso institucional hay que añadir el creciente interés de la participación ciudadana  y esto es muy importante porque, sin ellos, nada sería posible.  Creo que se ha conseguido implicar a los vivos en su cultura funeraria impulsando su confianza y facilitando la participación y comunicación.   

Hay que tener claro que para convertir el cementerio en un recurso cultural hay que investigar, acercarnos a las fuentes archivísticas y realizar un minucioso trabajo de campo. El cementerio es un espacio colectivo pero cuando uno accede al interior se privilegia la sepultura, todo el protagonismo lo tiene la persona fallecida. Conocer su biografía, si se trata de un personaje ilustre, qué motivos decoran su tumba, cómo es su epitafio…Todo ello ofrece una importante información que nos permitirá conocer su intrahistoria. ¿Cómo convertirlo en un recurso turístico?  Lo primero es ser conscientes de que somos herederos de una determinada cultura funeraria, que nos define siendo el cementerio una versión escueta de la ciudad de los vivos.  En esta especie de ADN es importante investigar, analizar, observar, formar e informar y dotarlo de una serie de infraestructuras. Hay que introducir que haya atracción y una transformación humana para su adaptación a la actividad turística con un plan de gestión que conozca la capacidad de carga turística, el poder de convocatoria y las inversiones necesarias. 

¿Con qué ojos analiza un cementerio, en qué presta atención cuando comienza su estudio?

Cuando nos acercamos a un cementerio, lo primero nos fijamos en el entorno, el paisaje y los materiales ya que, tanto en sus muros como en el interior, introduce el punto de vista de los vivos. Por ejemplo, en El Muyo o en Madriguera, el tipo de piedra tan característico de los pueblos rojos y negros también se introduce en el ámbito funerario.  Una vez que analizamos el territorio donde está enclavado, pasamos al interior para estudiar el carácter individual de cada una de las sepulturas, cuantos tipos hay, si son en tierra, si tienen lápida, si hay panteones o mausoleos…; y luego se va analizando cada sepultura, para ver qué información aporta,  identidad, fechas, época, cuál es el simbolismo, qué iconografía utiliza, su epitafio…Todo es importante porque utilizan lenguajes que permiten hablar del ‘Más allá’ con formas bellas. 

Si esas son las características comunes que analizas en los cementerios  ¿cuáles son las diferencias?

Los cementerios se diferencian por tener ubicaciones distintas. Hay cementerios de tipo claustral, como es el ilustrado del Real Sitio de San Ildefonso. En el siglo XIX tenemos  el cementerio decimonónico, donde se van a introducir los depósitos y las salas de autopsias. Este tipo de construcciones que se han perdido ya en muchos cementerios son también un buen ejemplo de arquitectura popular. También hay que citar otra tipología de cementerio como es el  escalonado que podemos encontrar en algunos pueblos como Casla (Segovia), el de Villafranca del Bierzo (Ponferrada) o el Cementerio de San Jorge (Málaga).  También se puede citar  el  cementerio patrimonial, como el de Rebollo (Segovia) o el de Comillas (Santander) que utiliza las ruinas de la ermita para aprovecharlo como espacio funerario.  

¿Cómo se celebraba la muerte en Segovia durante los siglos XIX y XX?, ¿hay alguna curiosidad?

Todo el ritual post mortem se legisla, tanto desde un punto de vista religioso como civil. La manera de celebrar la muerte comienza con el momento de la agonía, que es el más íntimo. Todo gira en torno al agonizante y su familia.  La  habitación se convierte en la antesala de la eternidad, y la familia avisa al sacerdote que, como coadjutor de dios, administra  el auxilio espiritual al enfermo. Es un momento importante porque lo que está en juego es la salvación o la condena. Tras el fallecimiento, los familiares se despiden del difunto. Para certificar la muerte se acercaba una vela o un vaso.

Se da paso entonces a una parte más pública en torno al velatorio, donde se prepara el cadáver, las campanas suenan a clamor – dependiendo de si es mujer u hombre tocan de una manera determinada o de otra– y se dispone todo para darle sepultura. Por lo general pasaban 24 horas pero si el fallecimiento había sido provocado por alguna infección el enterramiento tenía que ser rápido.  Posteriormente se conducía el cadáver hasta el cementerio. Esta  parte del ritual post mortem tenía dos partes en el siglo XIX: por un lado, desde la casa mortuoria hasta la parroquia, en el exterior se dejaba el cadáver, no había misa de cuerpo presente sino que los familiares pasaban al interior, y luego lo recogían conduciéndolo hasta el cementerio. Si el fallecido pertenecía a alguna cofradía, los hermanos en la misma fe le acompañaban con pendones y cruces, y se procedía a la sepultura. En Segovia, como en otras partes de Castilla y León y de España hay una tradición  muy curiosa y cito el ejemplo de Fuentepelayo. Se sabe que, cuando el fallecimiento de una mujer había sido provocado por un parto, se le colocaba sobre el abdomen un plato con sal, para que no se le hinchara el cuerpo, hasta la hora del entierro. 

¿Qué personajes ilustres hay enterrados en el cementerio de Segovia?

Gracias a las visitas que organiza el Ayuntamiento vamos conformando un corpus de personajes ilustres enterrados y podemos rastrear sus biografías. Algunos de ellos ocuparon puestos de primer orden a nivel científico. Tenemos, por ejemplo, a Joaquín María Castellarnau, uno de los precursores del conservacionismo español;  Rafael de Breñosa, inspector general del Cuerpo de Montes, discípulo y compañero del anterior, de hecho  trabajaron conjuntamente y aportaron a la disciplina científica los primeros conocimientos de los estudios leñosos a través del microscopio;  están enterrados toda la saga familiar de los Zuloaga, comenzando por Daniel,  enterrado con su esposa Teodora y sus hijos;  el pintor Santos Sanz Santos, Ezequiel González, que tiene el panteón más monumental; el abogado y escritor Julián María Otero, el escultor José María Moro, el político Frenando Abril Martorell… Si hablamos del cementerio del Real Sitio de San Ildefonso tenemos a condes, embajadores y a todo el personal que formaba parte de la Corte, desde jardineros, a fontaneros, azafatas, incluso el profesor de Alfonso XII, toda una serie de personajes que nos hablan del capítulos de la historia en periodos muy concretos de los siglos XIX y XX.   

Un cementerio es un espacio para el recuerdo pero ¿el recuerdo tiene también su tiempo?

El tiempo es un pleito y  el recuerdo también tiene su momento, muchas veces me  pregunto por el futuro de los cementerios. Es cierto que si  los familiares cuidan y  mantienen las sepulturas seguirán siendo espacios de vivos y del recuerdo, pero nos encontramos con otras tumbas que han quedado abandonadas, debido a que han finalizado las distintas generaciones. Esta manera de investigar los cementerios lo que hace también es rescatar muchas memorias, muchas vidas vividas. 

¿Cuántos cementerios ha visitado?

En la provincia de Segovia han sido 343 y a ellos hay que añadir todos los que visito allí donde voy, tengo una colección de fotografías bastante completa porque además recibo otras muchas de familiares y amigos que se acuerdan de mi cuando se acercan a un cementerio. 

¿Qué se aprende en un cementerio?

Se aprende a vivir y se aprende a relativizar los problemas. Hay un aspecto cultural importante, con esos ojos los miro,  espacios llenos de vida y amor,  en los cementerios hay mucho amor… Cuando uno sale de un cementerio lo único que puede hacer es dar gracias por la vida porque yo creo que el milagro es la vida, la muerte es un acontecimiento más de ella, pero también es un misterio. 

Vida y muerte, ¿cómo combinar la quietud y la paz de un cementerio con la intensa  actividad que se desarrolla en la Catedral, donde trabaja como guía de arte sacro?

Es un choque frontal de sensaciones.  Por un lado la paz  y la tranquilidad de un cementerio donde lo único que se escucha permanentemente es el silencio, que también dice mucho, y por otro lado la actividad  intensa y frenética que podemos tener en la Catedral. Esto también me ayuda a desarrollar más la paciencia y el cariño que se debe tener a los turistas. Vida y muerte… son dos concepciones completamente diferentes. En la Catedral se trabaja con mucha alegría. Estamos muy contentos porque el cabildo es consciente de que tenemos que dejar el patrimonio en mejores condiciones de como lo hemos heredado,  y lo está conservando a través de distintos talleres que están trabajando ahora mismo, además de forma autónoma, porque gracias al cobro de entrada la Catedral se autogestiona y por otro lado mantiene una plantilla que en verano alcanza unas 32 personas. Nos ilusionan para acoger cariñosamente a todos los visitantes y difundir y dar a conocer el valioso patrimonio de la Catedral; fue un acierto la apertura turística de la torre, está teniendo un éxito tremendo, ahora también con las visitas nocturnas. Son propuestas que para los trabajadores también son mágicas.  Nos ilusionan e incentivan para cualquier actividad nueva que surge. La sala de pintura ha sido un paso tremendo en la propia concepción de la  gestión de la catedral y en el mantenimiento de las obras de arte tan importantes que tenemos.