Pelotaris sin txapela

Nacho Sáez
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El Club Deportivo Manomanista Skurfers promueve desde 2013 la práctica de la pelota a mano en Segovia, donde llegó a existir una gran afición y campeones nacionales como Molina.

Pelotaris sin txapela - Foto: Rosa Blanco

La pelota en Segovia no  son solo la pala corta y la paleta cuero de la emblemática plaza de Vallelado sino también algunos románticos que se resisten a que desaparezca la tradición de pelotaris que también acompañó a la provincia durante mucho tiempo. Entre esos apasionados del deporte más puro se encuentra el Club Deportivo Manomanista Skurfers, que desde 2013 promueve la práctica de la pelota a mano en Segovia capital. Todos los viernes de cinco a seis de la tarde, sus integrantes se reúnen en el Frontón Segovia para mantener viva aquí una disciplina que es religión en el País Vasco. 

«Se organizaban partidos, pero faltaba un poco este ambientillo así que pedimos al Ayuntamiento que nos dejara el Frontón una hora a la semana para jugar», explica su fundador y presidente, Pedro Casado, uno de los que no suele faltar cada viernes. Los cerca de una decena que acuden se turnan para practicar en la pared principal. El resto del tiempo entrenan a menor intensidad en una de las laterales. «Este año se han incorporado cuatro o cinco y lo han cogido con muchas ganas. No podemos ser muchos más porque una hora no da para más y empezarían las voces», apunta Casado.

¿Por qué se llama el club Manomanista Skukfers? «Lo puse yo, lo quisimos cambiar y luego ya no nos dejaron. Skurfers era un club que teníamos antes que era de esquiadores y surfistas», revela antes de que le llamen y se ponga a jugar. Es el primer día de Jaime Raso, fotógrafo de profesión y amigo íntimo desde hace años de Casado, que le ha animado a que pruebe. «El otro día estuve aquí viéndoles y parecía fácil, pero hay que estar preparado porque duele», destaca. A él le han dejado una pelota menos dura, pero enseguida ha comprobado las dificultades de la pelota a mano y sobre todo la necesidad de practicarlo con regularidad: «Hay que hacerse la mano y luego tener la técnica. Es impresionante, parece menos de lo que es, pero es muy muy difícil». Aficionado al senderismo y a correr, quería tener una alternativa. «De vez en cuando te gusta hacer algo con compañeros», indica. «Los mayores lo siguen practicando sin problemas porque apenas se mueven. Saben perfectamente dónde va a ir la pelota».

Pelotaris sin txapelaPelotaris sin txapela - Foto: Rosa Blanco

Es el caso de Gerardo de la Fuente, más conocido como Molina, que a sus 69 años continúa disfrutando del deporte que ya practicaba de niño. «Mi padre tenía un bar en la plaza del pueblo, enfrente estaba el frontón y yo estaba todo el día allí», cuenta este vecino de Fresneda de Cuéllar que llegó a ser campeón nacional de Segunda. «Cuando yo empecé a jugar no existía una pared izquierda. Con 13 o 14 años fui con mi padre a Arévalo y le dije: ‘¿Esto qué es?’. Un señor me dejó una pelota. Tenía dos paredes. Yo nunca lo había visto». 

Lo que sí había era una enorme afición en los pueblos. Molina relata que no era fácil hacerse un hueco para jugar. «Yo he visto en mi pueblo a la gente pegarse por jugar. Ahora hay un frontón nuevo y no juega nadie. Está abandonado», lamenta acerca de la decadencia que ha sufrido la pelota a mano en el medio rural del centro de España. En sus tiempos se jugaba en todos los pueblos. «Adrados, Fuentepiñel, Aldeasoña, Olombrada, Remondo, Villaverde de Íscar, Sebúlcor, Cantalejo… Íbamos a todos los pueblos que daban premios y venían parejas de Valladolid, de Madrid… Nosotros jugábamos mucho en Zamora, también fuimos a Almería, Alicante, a los pueblos de Madrid y por toda Castilla y León. Era otro mundo», reflexiona.

Pero la pasión por la pelota a mano traspasaba a los jugadores y trascendía directamente al público. «Yo he ido a un pueblo a jugar y que la gente se tumbara debajo de los tractores para verlo. Me acuerdo un martes de junio en Fuentesaúco que la gente se empujaba para verlo», destaca. Vinculado ahora a una empresa que organiza partidos y a un club de Primera de Burgos, Molina recuerda con nostalgia sus años como jugador, que también están trufados de anécdotas. «He pagado por ir en taxi, llegar a un pueblo y tener que pagar por jugar. Y seis parejas se volvían de vacío a casa. Ahora solo vienen contratados».

Pelotaris sin txapelaPelotaris sin txapela - Foto: Rosa Blanco

Tras codearse con campeones del mundo, en la actualidad sigue saboreando el contacto de la pelota con su mano. «El Ayuntamiento nos deja una hora y por lo menos sentimos la pelota. Yo estoy malo, la siento y me pongo bueno», confiesa. En el Manomanista Skurfers, los jóvenes también aprecian los valores de este deporte. «Es muy puro y la verdad que muy divertido. A mí me encanta», dice el abogado David Hernández, que se enganchó a principio de este curso gracias a  Pedro Casado, su tío. «Me permite compartir más tiempo con él. La pelota es  muy transversal en cuanto a las edades, pero justo eso es lo bonito», argumenta.

Lo practica ataviado con unos guantes protectores: «Un pelotari te dirá que qué hacemos con guantes pero es la forma de que los niños se aficionen y de que nosotros podamos jugar un día a la semana». El Manomanista Skurfers no compite en ninguna liga sino que apuesta por el componente lúdico. «¿Si es duro? Al principio y ahora. Vienes con protecciones y aun así duele. Y cuando vienes sin ellas, como me pasó a mí el primer día, sufres de verdad. Pero es un deporte sano y muy completo», concluye este joven abogado, que un día a la semana cambia el traje y la corbata por regresar a las esencias junto al resto de este grupo de pelotaris sin txapela. Segovia no quiere olvidarse de la pelota.