El examen más difícil para 'los profes'

Sergio Arribas
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El abrupto cierre de las aulas les obligó a un aprendizaje acelerado de la tecnología para el contacto y evaluación de los alumnos. Maestros del CEIP Santa Eulalia relatan el curso más extraño de su vida

Los profesores Esther Paredes (izq), Miguel García, David Barroso, Ana Belén Alemany, Merche Sanz y Esther Pastor. - Foto: Rosa Blanco

Las aulas siguen vacías, como lo han estado durante los últimos tres meses, desde que la pandemia de la Covid-19 mandara a maestros y escolares a sus casas. A las puertas del colegio público CEIP Santa Eulalia un par de padres acompañan a sus hijos «para recoger notas». Es martes 30 junio, el último día del calendario escolar para el personal docente y son varios los maestros que han acudido al centro para completar trámites pendientes.

El colegio tiene unos 200 alumnos, en las etapas de Infantil y Primaria, desde los 3 a los 12 años; con la particularidad de que más de un tercio de sus alumnos de Primaria reciben una «educación compensatoria» al ser, por ejemplo, hijos de personas solicitantes de asilo, recién llegados a España, o pertenecientes a minorías étnicas con diferencias culturales.

Miguel García, el director del centro, y David Barroso, jefe de estudios, ambos profesores de Educación Física, se han reunido con otros cuatro profesores para analizar para El Día de Segovia el que ha sido, según coinciden, el curso más extraño y con más incertidumbres que han vivido y en el que han volcado notable esfuerzo.

«En estos días los profesores no hemos tenido horario, ha sido estar todo el día conectado; y esto ha sido algo que, lamentablemente, ha pasado inadvertido», comenta el director que recuerda cómo, ya incluso antes de la declaración del estado de alarma, cuando la Comunidad de Madrid ordenó el cierre de sus colegios, el equipo directivo del centro ya se puso en alerta.

«No había ninguna instrucción clara. La incertidumbre, que todavía seguimos con ella, fue bestial en esa primera semana, en la que se precipitó todo. Cuando cerró [los colegios] Madrid ya nos juntamos y decidimos organizar el trabajo a distancia, como si mandáramos trabajo a los chicos en vacaciones, pero, claro, no sabíamos qué tiempo podía durar». La primera idea fue hacer uso de la página web del centro para mantener el contacto con los alumnos, a quienes se les envió enlaces para que pudieran conectarse desde móvil, tablet u ordenador y ‘descargarse’ las tareas desde esta web. El primer obstáculo fue contactar con los alumnos y las familias. Cada profesor tiene una dirección ‘oficial’ de e-mail aunque este sistema se antojó poco práctico, pues la respuesta fue baja, dado que muchos padres no lo sabían manejar. 

El uso del Whatsapp. Merche Sanz, maestra de «compensatoria» en el CEIP Santa Eulalia recuerda que cuando se percataban que algún escolar no mandaba las tareas «ibas pico y pala, a ver qué pasaba, intentando localizarle. Llamabas por teléfono, lógicamente con número oculto y no te lo cogían. Pero Esther tuvo una idea genial».

La profesora se refiere a su compañera Esther Paredes, que sugirió al resto de profesores acogerse a una promoción de tarjetas prepago Orange, que la compañía enviaba gratis y que permitía el envío de whatsapp sin coste alguno. «Bastaba con mandar un whatsapp para avisar a la familia que les ibamos a llamar con número oculto en diez minutos. Y fue un éxito. Incluso al final sirvió para mandar deberes, los enlaces a la página del colegio. Es decir, al final cualquier cosa lo haciamos por whatsapp», relata Esther. 

La maestra explica que el profesorado ha utilizado las herramientas que proporcionaba la Junta, como la plataforma EducaCyl, con la aplicación ‘One Drive’, de manera que la ‘nube’ alojaban todas las carpetas con los trabajos y tareas que encargaban los profesores. «Lo suyo —comenta Esther— era que los alumnos lograran entrar en la web del colegio, donde está el acceso directo al One Drive, pero muchos no sabían llegar ahí, por lo que nos buscamos la vida para poder llegar a ellos y usamos el whatsapp».

El nuevo escenario exigía también una adaptación de los contenidos docentes. «Yo trabajo con niños muy pequeños y con ellos hacía cosas manipulativas, de imprimir, recortar, pegar y colorear. Entonces te toca cambiar porque no en todas las casas hay impresoras y las familias no podían salir de sus casas en pleno confinamiento», comenta Merche.

En el caso de David Barroso, impartir la asignatura de Educación Física y evaluar a los alumnos no era tarea sencilla. «Les dijimos que nos podían mandar vídeos, pero la respuesta fue muy escasa. Entonces decidimos hacer nuestros propios retos deportivos, sin cargarles mucho de trabajo, para que desarrollasen habilidades y destrezas en educación física muy sencillas».

David precisa que cuando ya se relajó el confinamiento «y se podía salir a la calle, los padres nos mandaban por whatsapp o e-mail cómo su hijo había logrado superar el reto y eso nos ha servido mucho para valorar la asignatura».

No obstante, David admite que en el CEIP Santa Eulalia han encontrado «dificultades». «No todo el mundo ha respondido de la misma manera. Por desidia o por el desconocimiento del manejo de herramientas de internet hay familias que no han hecho nada».

 «Ha habido algo de desconexión —matiza, por su parte, el director—, alguno ya estaba de vacaciones desde el 13 de marzo. Pero es que en Primaria si no está la familia detrás del alumno, no podías hacer nada. Cuando no ha estado la familia, ha sido un fracaso».

Reparto de material. Para superar la barrera tecnológica de algunas familias, la Dirección Provincial de Educación facilitó tarjetas de datos que el centro proporcionó de manera individual a más de 30 familias. También se cedieron ‘miniportátiles’ y, en otros casos, se repartieron libros de segundo y tercer trimestre.

A los alumnos con becas de comedor al 100% se les permitió que, tras su activación, fueran canjeadas por las familias en supermercados de Segovia.

En este punto, Merche considera que la salida de las aulas ha supuesto un quebranto para los alumnos ‘de educación compensatoria’. «Esos niños en sus casas no tienen medios materiales. Aunque se les ha ofrecido la tecnología, en algunos casos no tenían herramientas suficientes para su manejo; otros no tenían un lugar fijo para estudiar, en algún caso han compartido un móvil entre 4 ó 5 alumnos y, a veces, las familias no pueden ayudarles. Nuestros hijos son unos privilegiados, pero esos niños o tienen esa ayuda en casa. Creo que las diferencias han aumentado».

El director del centro, Miguel García, añade otra consecuencia negativa. «Los alumnos han perdido relación social entre ellos, algo fundamental. Lo ves por la calle y no te dicen nada, están como tristones», confiesa Miguel, que, al igual que sus compañeros, no podrá olvidar el curso más extraño de sus vidas.

 

"El contacto con los compañeros ha sido fundamental"

Enfrentarse a un escenario tan desconocido también ha generado consecuencias positivas. «El contacto con los compañeros ha sido fundamental», opina la profesora Ana Belén Alemany, que destaca las innumerables videollamadas realizadas entre el profesorado, a través de la aplicación ‘Teams’ proporcionada por la Junta. «Entre todos hemos ido salvado obstáculos, ganando batallas», comenta Ana Belen, que recalca que «si en este colegio siempre he sentido el apoyo de mis compañeros, porque siempre hemos trabajado en equipo, ahora se ha notado más. Cuando tenías algún problema, siempre había alguien a quien recurrir y no te fallaba». Merche, por su parte, confiesa que en esta pandemia le ha tocado sufrir «una situación dura» a nivel personal «y he sentido muchísimo apoyo de todos mis compañeros. Por otro lado, yo me veía perdida en temas de tecnología y he sentido mucha generosidad, me han ayudado mucho. No he sentido que cada profesor se preocupara exclusivamente de sus alumnos, al contrario. Todo lo compartíamos y todo el mundo ayuda a resolver problemas y eso no pasa en todos los sitios».
Por su parte, el director del centro considera que la crisis ha permitido al profesorado aprender varias lecciones. «A nivel práctico, las tecnologías tienen que estar sí o sí en el mundo educativo. También ha quedado en evidencia que falta mucha inversión económica en temas de educación».

 

"¿El nuevo curso? Todo es una incertidumbre".

Cuando a los profesores del CEIP Santa Eulalia se les pregunta por el futuro y de cómo será el próximo curso, todos se encojen de hombros. «Todas las preguntas que nos hacen tienen la misma respuesta. No sabemos nada, todo es incertidumbre. Solo sabemos que el 9 de septiembre comienza el curso oficialmente», comenta el director del centro, Miguel García. Los maestros intuyen que «si la situación no es muy dramática» el curso arrancará «como siempre» porque «creo que no habrá dinero ni para disminuir grupos ni para bajar las ratios», que en Infantil y Primaria es de 25 alumnos por clase. «En Segovia se podía haber bajado a una ratio de 20 y no se ha podido o no se ha querido», añade el director, mientras David Barroso, el jefe de estudios, considera que el CEIP Santa Eulalia no tendría problemas de espacio para ‘desdoblar’ clases —para mantener distancia social entre los alumnos—, para lo que se ‘sacrificarían’ aulas de especialistas, como las de inglés o música. No obstante, el director se muestra excéptico. «Harían falta el doble de profesores y eso quizá económicamente no sea soportable».