Las fiestas en pisos alteran la convivencia en el centro

D. A.
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Podemos-Equo, el defensor de la ciudadanía, la asociación del recinto amurallado y vecinos afectados en primera persona coinciden en advertir un problema que crece y compromete la imagen de la ciudad

Un grupo de jóvenes se dispone a entrar en un portal de la calle Real. En apenas un minuto entraron una veintena en varias tandas.

«Because I’m happy (porque estoy feliz)», la canción de Pharrell Williams, resuena en las fachadas de la Plaza Mayor de Segovia. «Clap along if you feel like a room without a roof (aplaude si te sientes como una habitación sin techo)». La música y la fiesta se desparraman por una ventana abierta de par en par que deja al descubierto luces de discoteca clásica en un tercer piso, tal y como se puede observar en un vídeo facilitado a esta redacción, grabado en la medianoche del miércoles 4 al jueves 5 de septiembre. El nuevo curso ha empezado fuerte y no todo el mundo está feliz por ello, dado que fiestas de estudiantes existen desde hace tiempo en esta ciudad y en cualquiera con universidades, si bien el debate, en todo caso, está en el tamaño de esas fiestas y el mayor o menor umbral de resistencia de los respectivos convecinos. Porque en esta cuestión, como en casi todas, la razón rara vez cae de una parte al 100%, mientras el riesgo de generalizar y estigmatizar a todo un colectivo por minorías ruidosas, nunca mejor dicho, queda sobre la mesa.

Curiosamente, también el 4 de septiembre, el día de la citada fiesta de Pharrell Williams, pero por la mañana, escribía un comentario en Facebook quien fuera candidata de Podemos a las Cortes regionales por Segovia en mayo, Amada Peñalosa, aunque lo hacía a título personal, como vecina: «¿De verdad que esta ciudad no es capaz de encontrar una solución contra la falta de civismo de los estudiantes de la IE, la avaricia de los propietarios de pisos que con total impunidad transforman nuestra ciudad y nuestras casas en un infierno cada mes de septiembre? ¿De verdad que tenemos que aguantar esto 10 meses al año y soportar otros dos meses de ruidos por obras para arreglar lo que destrozan?». Poco después le respondía el concejal de Podemos-Equo en Segovia, Guillermo San Juan: «No son fiestas puntuales, es una constante en muchos vecindarios tomados literalmente por estudiantes de alto standing. El incremento de los alquileres, el turismo masivo y estas molestias están haciendo inhabitables ciertas comunidades de vecinos del recinto amurallado y desplazando a muchos de los pocos residentes a otras zonas de la ciudad». 

El problema no es nuevo. El Día ya se hacía eco de ello el pasado mes de febrero, después de que la asociación de vecinos del recinto amurallado (Avras) percibiera el aumento de unas quejas que también el defensor de la ciudadanía destacaba el año pasado. «Hemos llegado a desalojar a más de 80 personas de un piso», reconocía entonces el jefe de la Policía Local de Segovia, Julio Rodríguez Fuentetaja. «Y también a 50, 60… Tenemos intervenciones por esto casi todas las semanas».

Podemos-Equo llevó el asunto al Pleno del Ayuntamiento el 27 de septiembre con una pregunta a la concejala de Policía, Raquel de Frutos, sobre el ‘número de avisos e intervenciones realizadas por la Policía Local en 2019’. La edil respondió que hasta esa fecha se habían contabilizado 136 llamadas de queja por ruidos en pisos (el triple que por bares, 43), pero matizó que la estadística «no discrimina» entre zonas, lo cual impide concretar hasta qué punto el problema se concentra en el recinto amurallado. «Puede ser una percepción subjetiva o no», añade De Frutos, ahora en declaraciones a este periódico. «Los datos son los que son», sin detallar por zonas, y «la Policía tampoco habla de algo desbordante», al tiempo que añade que el fin de semana previo a estas declaraciones, por ejemplo (el del 19 y 20 de octubre), también hubo intervenciones por quejas vecinales en Conde Sepúlveda y Obispo Quesada, así como relacionadas con la hostelería en el recinto amurallado.

Sin embargo, mientras la Policía Local y el equipo de Gobierno del PSOE declinan poner el foco sobre una u otra zona, Podemos-Equo insiste en los «constantes escándalos» que se registran en una muy concreta: «La mayoría de las quejas trasladadas al grupo municipal morado provienen del centro histórico y de los alrededores de alguna de las residencias universitarias, referidas fundamentalmente a pisos de estudiantes extranjeros de alto standing alojados en ellos», destacó a través de un comunicado el 3 de octubre.

En la medianoche del jueves 3 al viernes 4 de octubre, por cierto, El Día era testigo directo de cómo una veintena de jóvenes entraban en un portal de la calle Juan Bravo en varias tandas en menos de un minuto. No fueron los primeros en llegar a esa fiesta, ni esa fiesta la única de aquella fecha. De hecho, apenas eran las 00.30 horas y la Policía Local ya llevaba dos pisos desalojados.

El defensor de la ciudadanía, Rodrigo González, sí percibe, como Podemos, que el problema está sobre todo en el centro histórico. Preguntado por El Día a bote pronto, en una llamada telefónica sin aviso previo para que se hubiera preparado los datos, cita de carrerilla puntos conflictivos por «fiestas masivas» en la plaza del Corpus, la Plaza Mayor, San Frutos, plaza del Rastrillo, plaza del Potro, Yza Gudelli, Herrería o la travesía del Patín. «También tuve alguna queja por algún piso en la calle de los Coches y José Zorrilla, pero fundamentalmente son del recinto amurallado», incide. 

González Martín destaca que actualmente tiene cinco expedientes abiertos por estas cuestiones, pendientes de informes solicitados al Ayuntamiento, aunque lamenta que también el año pasado tramitó varios y «no hubo respuestas satisfactorias porque los problemas han continuado, según cuentan los mismos vecinos». Ahora ha pedido información incluso al área de Urbanismo para preguntar por la situación legal de «locales comerciales que se están utilizando de manera residencial como lofts» y que también están causando molestias. 

Por otro lado, el defensor pone también el foco sobre cómo la especulación con los alquileres ha contribuido a agravar el problema, al ser esta la zona donde más se han disparado los precios. No en vano, en los últimos meses se han podido ver ‘ofertas’ de hasta más de 3.000 euros por pisos de tres habitaciones, inaccesibles para la mayoría de las familias, pero no tanto si las comparten estudiantes con alto poder adquisitivo, mientras «la gente mayor se va».

«Hace años que advertí que el centro se estaba vaciando y hay quienes me decían que era un exagerado, pero ya está ocurriendo. Recientemente me encontré por ejemplo con una vecina que había venido a quejarse, y resulta que ya se ha ido del centro y ha alquilado su vivienda», señala González. «Por un lado se ha quitado de ruidos y por otro gana dinero».Las molestias y el interés económico se erigen así en dos variables que han acelerado la pérdida de residentes estables o tradicionales en el recinto amurallado. Un fenómeno (la transformación de los centros históricos de las ciudades por la especulación y los alojamientos turísticos), que de unos años a esta parte se conoce en toda España como gentrificación. 

Ni la Real Academia Española reconoce aún ese término pero, desafortunadamente, a Segovia ya le salpica incluso con pintadas por el recinto amurallado sobre todo desde septiembre. ‘IE student go home’ y ‘Stop gentrificación’ son las que más se han extendido, ya que incluso se realizan con plantillas. El servicio de limpieza las elimina tan pronto como las detecta, tal y como suele actuar ante cualquier mensaje que resulte hiriente para algún colectivo o que afecte a zonas patrimoniales, y en algunos de estos casos se han dado las dos circunstancias (aún hoy puede verse la huella de un mal borrado en la fachada del teatro Cervantes). Vandalismo, aunque se vista de protesta, que ha afectado a las calles de la Rosa, Herrería, Obispo Gandasegui... El concejal de Medio Ambiente, responsable de esta área, y portavoz de IU, Ángel Galindo, admite su preocupación por el clima que se está creando: «Nos preocupa este cúmulo de quejas ante las fiestas en los pisos», admite. «Estudiantes y vecinos pueden convivir perfectamente y habrá que buscar acercamientos. Pero las denuncias son un síntoma, no la solución, y las soluciones deben venir desde las instituciones, aunque no es fácil».

Coincide ahí  en parte con el defensor de la ciudadanía, que también subraya que «los temas de convivencia son muy delicados». «Todo esto es una especie de locura colectiva. Puede haber gente que tenga, digamos, modos de vida peculiares, y también quienes se quejen por cosas que otros vemos normales, y luego está el problema de que no se respeten horarios, los ruidos de bares y terrazas y  hasta del camión de la basura. Al final esto es una cadena que va generando un malestar, una ruptura de relaciones sociales, y cuando la gente se harta surgen comportamientos irracionales como éste», lamenta. Una actitud que compromete la imagen de la ciudad a distintos niveles, urbanístico y también social. «Parece que se estuviera pasando de defender el eslogan de ‘Segovia ciudad universitaria’, que yo siempre lo he defendido, a lo de las pintadas, señal de que hay un problema que no está bien enfocado».

En una línea muy parecida a la del defensor se expresa el presidente de la Asociación de Vecinos del Recinto Amurallado, Pedro Montarelo, que también ha percibido un incremento de las quejas por ruidos en viviendas. «La sensibilidad de los vecinos del casco histórico es alta con esta cuestión porque se suma a lo de los bares y las terrazas, las despedidas de soltero, la carga y descarga… Este curso las quejas por fiestas han empezado muy pronto, antes que el año pasado, y no me extraña porque yo creo que la gente ya estaba caliente». Pero no por ello justifica la «incomprensible conducta» de quienes estén detrás de las pintadas: «Esto no es tolerable. Invitamos a los vecinos a que canalicen las quejas a través de la asociación o presentando la correspondiente denuncia».

Asimismo, aunque Montarelo lamenta los problemas de convivencia por las fiestas y conoce las acusaciones de permisividad que se vierten sobre la Policía Local y de falta de reacción del Ayuntamiento, no por ello deja de apuntar hacia aquellos vecinos que «se muestran remisos a la hora de dar datos para poner la correspondiente denuncia». En unos casos por no comprometer su intimidad sin garantía de resultados; y en otros, «por temor» a que las denuncias acaben con la marcha de inquilinos. Emerge así de nuevo el dilema entre el interés económico y la calidad de vida básica que da el derecho al descanso. O la capacidad de cada cual para digerir los efectos secundarios de ser una ciudad cada día más universitaria. Con su cara A por lo que aporta a la economía local: actividad, consumo y vida; y una cara B que todavía desentona.