Asesinato terrorista grabado a sangre y fuego

A.M.
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La procuradora por Segovia Marta Sanz rememora emocionada un atentado de los Grapo donde pensó que la víctima era su esposo aunque luego se trató de un amigo del matrimonio con el que acababan de tomar café.

Marta Sanz en la tribuna de oradores - Foto: Ical

La procuradora de Ciudadanos por Segovia, Marta Sanz Gilmartín (Cuéllar, 1979), pidió a la dirección de su grupo parlamentario de las Cortes de Castilla y León, de la que forma parte, salir a defender la proposición no de ley del Grupo Popular para apoyar un manifiesto de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) que insta a reforzar el consenso político que hizo posible la unión de la sociedad frente a la violencia terrorista. 

No explicó las razones, pero cuando subió a la tribuna de oradores todos los presentes lo entendieron. Habló en primera persona, emocionada, evocando momentos vividos muy dolorosos, entre una especie de flashback de imágenes, de cuando llegó al lugar de un atentado en el barrio de Carabanchel, en Madrid, pensando en que la víctima era su esposo, policía nacional, sintiendo unos segundos de alivió al comprobar que no, para hundirse, a continuación, al conocer que era el también agente policial Javier Sanz Morales, de 28 años, natural de Cistérniga (Valladolid), con quien el matrimonio acababa de tomar café, como cada mañana, antes de comenzar el trabajo. Por este atentado cumple pena de cárcel Marcos Martín Ponce, considerado jefe militar de los Grapo.

Con el corazón encogido, sensación que fue transmitiendo al resto de parlamentarios, esta maestra de Infantil y Primaria explicó que «ese día [17 de noviembre de 2000] se me quedó grabado a sangre y fuego, era mi amigo el que salía en el telediario, nos había tocado a nosotros, hoy solo puedo llevarle flores al cementerio, el único homenaje que le pude hacer es poner su nombre a mi hijo mediano y espero que algún día se convierta en aquel hombre honrado y valiente como era nuestro amigo Javi». A continuación, con más energía consideró: «Memoria, dignidad y justicia es lo que se merecen todas y cada una de las víctimas».

Portada de El Día de Valladolid informando del atentado Portada de El Día de Valladolid informando del atentado - Foto: D.S.«Era un 17 de noviembre» comenzó Marta Sanz, para añadir que, como cada mañana, nada más bajar a la calle, tuvo que someterse a la rutina:  «Mirar a mi espalda y debajo de mi coche, también tenía la costumbre de sentarme mirando a la puerta del bar, eran ciertas medidas de seguridad, que no nos gusta tener a nadie, pero el miedo te hace aprenderlo rápido, no sabíamos si algún día nos podía pasar algo».  Hacía poco tiempo que «un diario etarra» venía publicando los domicilios de todos los jóvenes policías, hombres y mujeres, que aprobaban la oposición, como enemigos de la patria vasca, lo reflejaba el BOE, no existía la Ley de Protección de Datos, por lo que, desde las comisarías les daban indicaciones, tanto a policías como a sus familias.

Junto a su esposo y a Javier Sanz tomó café, antes de pasar a la estación de metro de Oporto, en Carabanchel, para dirigirse a su trabajo, un comercio cerca de la Puerta del Sol. El matrimonio quedó con el policía nacional asesinado para por la noche, porque tenían algo que celebrar: «Su esposa Raquel empezaba a trabajar ese mismo día y, en breves fechas, iba a ser mi 23 cumpleaños e íbamos a fijar la celebración, el fin de semana», explicó Sanz.

Desde el mediodía. los fotogramas de la dolorosa película de la realidad que vivió la parlamentaria fueron precipitándose, conociendo la procedencia de su esposo, su jefe la llamó a la tienda para decirle que en la radio informaban de que habían asesinado a un policía de Valladolid, en Carabanchel; no estaba tan extendido el móvil, tomó un taxi –cuyo conductor la vio con el rostro tan desencajado que no le quiso cobrar– y se presentó en el lugar del atentado a recabar información, hasta que una mujer policía le dio a conocer la identidad del fallecido: «Un asesino se había acercado a su espalda, le había pegado un tiro en la nuca y le había dejado en la puerta de un colegio, se acabaron los sueños de aquel vallisoletano, recientemente casado, solo por llevar un uniforme», afirmó Marta Sanz.  Aún tuvieron tiempo de verlo con vida en el hospital por la fortaleza de su corazón, porque el disparo en la cabeza era mortal. 

Marta Sanz señala a EL DÍA que «es muy duro recordar momentos tan dolorosos, cuesta mucho volver a aquellos días, son recuerdos que jamás se olvidan, pero sentía por dentro la obligación de hacerlo y, a la vez,  con la responsabilidad de sacar ese dolor y ese sufrimiento que podía servir para los castellanos y leoneses». En su alegato final también criticó en la tribuna que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reciente investidura «sacó pecho únicamente por Rubalcaba y Rodríguez Zapatero [a quienes relacionó con el fin de ETA], eso es injusto porque fueron todas las fuerzas políticas, el gran trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, la colaboración con Francia y la de la sociedad civil, no se puede poner nadie medallas de aquella derrota». 

Confiesa que no le gustó la intervención del portavoz de Unidas-Podemos, Pablo Fernández, quien había considerado la proposición como «ausencia de propuestas políticas del PP (…) de querer utilizar el sufrimiento de la gente para intentar obtener rédito político abyecto, mezquino y deplorable, condenamos el terrorismo de ETA (...) pero también, la violencia machista que VOX niega ante su silencio cómplice, cuando hay mil mujeres asesinadas». 

Para Marta Sanz «las políticas de Podemos son muy demagógicas y populistas en las que mezclan cosas que nada tienen que ver, como son las personas que han muerto de manos de organizaciones terroristas como ETA o el Grapo con las mujeres que mueren de manos de sus parejas o exparejas, es hacer política sin sentido, me parece fuera de lugar y muy desafortunado».  

En la misma línea que el final de su intervención, más política que personal, a Sanz le parecen «muy graves los homenajes que reciben los terroristas en el País Vasco, cuando salen de la cárcel, recibidos con aplausos» y asevera: «Comprendo que haya víctimas que quieran dar cierta normalidad o acercarse a sus verdugos, las víctimas del terrorismo en España son ejemplares, jamás han tirado por la venganza o se les ha visto algo de rencor, todo lo contrario, a veces oyes que ni olvidan ni perdonan, es lógico también, y respeto y me parece bien a quien desee perdonar a los verdugos». 

Fue un 17 de noviembre...