Una oda a las madres

Charo Barrios
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Julián Quintanilla, autor de 'La vida entera', rinde homenaje a su progenitora, 'La Chary', que le encarga una misión y que como muchas mujeres de Badajoz transforma el dolor en color

Una oda a las madres - Foto: Eva

Sostiene Julián Quintanilla que en San Roque, el barrio de Badajoz donde nació, algunos tienen la absurda creencia de que los muertos no están del todo muertos. Acepta que para la mayoría de la gente semejante afirmación no tiene ni pies ni cabeza, pero no puede sino constatar que, pese a quien pese, la creencia en cuestión se transmite de generación en generación sin que nadie pueda explicarse ni cómo ni por qué. En su caso, desde que murió su madre. Por eso él regresa cada año al cementerio viejo de su ciudad natal para hablar con ella. 

Que no es una ella cualquiera: La Chary es mucha Chary. «El personaje más tremebundo que he conocido vivía en mi casa cuando era niño», repite una y otra vez Quintanilla, feliz por la suerte que tuvo primero como hijo y de la que tiene ahora como creador, al disponer tan a mano de un personaje más que especial en La vida entera (La Quinta Página). 

Lo que la hacía distinta a todas era, asegura, su manera de enfrentarse a las situaciones, con un desparpajo siempre luminoso y un sentido del humor que te arrancaba una sonrisa. «La Chary era la Lina Morgan de San Roque. Pero también la Anna Magnani. Y la Giulietta Massina. Hay mucha gente viva que lo puede corroborar». No convoca a los testigos en vano: la que inventa es una historia real.

Reincidente

Una historia que ya le inspiró un mediometraje multipremiado, El mundo entero, cualificado a los Oscar, candidato a los Goya en 2018. Su trama alimenta esta novela, el debut en la Literatura de un hombre de teatro. Porque Quintanilla está tras la celebrada adaptación de obras como Toc Toc (11 años de éxito en Madrid).

En el filme, La Chary volvía del más allá para hacerle a su hijo un encargo que a ella se le había quedado pendiente. Ahora, la misión que le encomienda tiene que ver con los orígenes del autor. No damos más pistas, pero sí diremos, porque Quintanilla así lo siente, que su novela es un monumento literario a la madre soltera, a la mujer luchadora, a todas esas mujeres anónimas que, a lo largo de la Historia, se han enfrentado a lo establecido y que no han tenido miedo a nada atreviéndose a vivir en libertad.

Y todo, en la España de la dictadura. «La actitud de La Chary frente a las injusticias era siempre luminosa», afirma, orgulloso de la actitud de su madre, que es la propia de las mujeres de su barrio de Badajoz. Mujeres humildes que tienen un poder: transformar el dolor en color como si ningún sufrimiento hubiera existido. «Mi madre era la maga mayor de ese reino. En la novela queda revelado parte de ese misterio».

Para él, San Roque es el lugar su infancia, su mundo artístico, el paisaje donde habitan personajes que le divierten, le obnubilan, le emocionan; es, al cabo, como si de alguna manera se hubiera quedado viviendo allí eternamente junto a La Chary. Es, añade, el Macondo de Extremadura, y si ha optado por contar la historia como lo ha hecho, acogiéndose a un estilo heredero del realismo mágico, es porque tenía que transmitir un mensaje: si La Chary puede cambiar las cosas después de muerta, nosotros también podemos hacerlo. Tú puedes hacerlo.