Otro histórico 8-M: 11.000 personas en las calles de Segovia

Nacho Sáez
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La manifestación desde José Zorrilla hasta el Azoguejo pone la guinda a un Día de la Mujer por el cambio.

Otro histórico 8-M: 11.000 personas en las calles de Segovia

Las encargadas de leer el manifiesto pidieron hasta en cuatro ocasiones que se ocupara todo la plaza del Azoguejo. Seguía llegando gente y no cabía un alfiler. Era el punto cumbre de una manifestación que pasará a la historia de Segovia. Como la del 8-M del año pasado, aunque en esta ocasión la Policía Local contabilizó 11.000 personas, 2.000 más que en 2018.

A las siete de la tarde comenzaba el recorrido desde la plaza de José Zorrilla hasta el Acueducto. Apenas un kilómetro para el que hizo falta más de una hora para que la cola de la manifestación llegara al Azoguejo. “Paramos para cambiarlo todo”, rezaba la pancarta de la cabecera. Tras ella miles de mujeres y también hombres en medio de un ambiente reivindicativo y festivo. La brecha salarial, la violencia de género, la ausencia de mujeres en esferas de poder, la falta de políticas de conciliación y la pervivencia de una cultura patriarcal han copado la mayoría de los mensajes en otro histórico 8-M.

A continuación los manifiestos íntegros de este 8-M en Segovia:

Otro histórico 8-M: 11.000 personas en las calles de SegoviaOtro histórico 8-M: 11.000 personas en las calles de Segovia

Comunicado de la concentración de la mañana- Llegado a este nuevo 8 de Marzo, estamos llenas de esperanzas puesto que el trabajo que hemos realizado para visibilizar la discriminación que sufrimos las mujeres en todos los ámbitos de la vida está dando sus frutos, representados en una creciente conciencia social que pide a gritos cambios de manera urgente.

Empezamos saliendo a la calle para mostrar nuestra rabia y frustración frente a cómo nos maltratan, nos violan y matan, mientras los gobiernos no tomaban (ni aún toman) las medidas necesarias para impedirlo. Sin embargo, ahora somos muchas y más fuertes, salimos a la calle y poco a poco vamos avanzando en políticas de igualdad. Nos queda mucho por conseguir, muchos miedos que vencer y lágrimas que derramar. Somos conscientes del recorrido que aún queda hasta alcanzar una vida digna para las mujeres y estamos decididas a culminar esta lucha feminista tan necesaria. Porque no estamos dispuestas a seguir encasilladas en los roles que nos impone el patriarcado y el capital, intentando ahogarnos, estamos HARTAS.

El feminismo nos impulsa a construir una sociedad más equitativa y justa. Por ello, hoy paramos para crear conciencia de la insostenible situación, para cambiarlo TODO. Hoy paramos por nuestras madres, abuelas e hijas. Por las que lucharon contra todo tipo de humillaciones. Por las que aguantaron violencias machistas históricamente silenciadas. Por las que sacaron su voz para defender a sus hermanas.

Por todas ellas y por nosotras hoy compartimos calle y piel. Vida y sueños. Somos la mitad de la población, la mitad del mundo. Y no pararemos hasta que se nos reconozca de igual a igual. 

Nos sentimos orgullosas de continuar la larga lucha que iniciaron y sostuvieron tantas mujeres brillantes y comprometidas a quienes debemos algunos de los derechos ya conquistados. Derechos que estamos dispuestas a defender frente a las provocaciones y amenazas misóginas, tanto de personas particulares como de partidos políticos o instituciones. Si algo caracteriza al movimiento feminista es, sin duda, la sororidad, el compañerismo y apoyo mutuo que mantenemos entre nosotras al ser víctimas de este sistema patriarcal y capitalista que que nos oprime, nos limita y nos veja diariamente. Así permanecemos unidas, bravas, valientes, todas juntas, en esta plaza, al margen de la edad, la etnia, capacidad funcional y un largo etcétera de cuestiones que nos diferencian. Porque así somos las mujeres, diversas, cada una con sus matices concretos, pero desde aquí alzamos la voz por todas y cada una de ellas, incluso las que ya no están presentes.

De esa misma rabia, dolor y frustración, nos rebelamos contra toda la violencia machista y nos levantamos para exigir todo lo que nos pertenece para construir colectivamente una sociedad que vele por la equidad, el respeto, la libertad de expresión y la integridad social para todas las personas que conformamos el mundo. Además, es una obligación social difundir todos estos valores a las generaciones futuras para velar por este fin.

¡LA LUCHA SERÁ FEMINISTA O NO SERÁ!

 

*Manifiesto de la tarde*-Hace exactamente un año, en la Plaza de San Martín, una niña muy pequeña cogió el micrófono y nos preguntó a mujeres de todas las edades que para qué servía el machismo. Casi todas sonreímos tímidamente, pero ninguna, pese al dolor, la rabia y la emoción que cargábamos por esa causa, la supo responder. 

Un año después hemos aprendido mucho. Seguimos tejiendo esta lucha por las que ya no están, seguimos con un nudo en la garganta, seguimos por las que un día se levantaron para que nosotras podamos estar aquí hoy. Pero también seguimos con la certeza que nos demuestra el día a día de que esta violencia no va a terminar pronto, no va a terminar fácilmente, no va a terminar si no terminan muchos otros aspectos del mundo que nos rodea. 

Nuestras calles, nuestros centros de trabajo, nuestras aulas; las discotecas, los medios de comunicación, los campos de nuestra provincia, las cocinas de los hogares, las fábricas, los bares y las guarderías; todo, está atravesado por la desigualdad y la violencia. Hace siglos que señores muy ambiciosos y sin escrúpulos diseñan nuestras sociedades de manera que su acumulación de poder y dinero sea constante. Y eso sólo puede ocurrir arrebatando a los demás su fuerza de trabajo, su tiempo, sus aspiraciones y el control de sus vidas. 

En la igualdad no existen privilegios de ningún tipo, por eso, cuando estos están presentes, siempre hay desigualdad. Y ese es el papel que juega el machismo, la violencia contra las mujeres, la discriminación, el control de nuestras vidas y nuestros cuerpos y, en definitiva, el patriarcado, junto a otros muchos sistemas de explotación que también sirven a los intereses de estos hombres grises. Así, el patriarcado, consigue que unos sean libres con la opresión de otras.

Por supuesto, en este contexto, las mujeres con menos recursos son las más violentadas. Precisamente es la barrera de género  y de clase la que complica su integración a estudios superiores para poder acceder a trabajos más cualificados, ensanchando la brecha salarial y haciendo del techo de cristal una capa infranqueable. De este modo, se contempla una clara feminización de la pobreza, donde la mayoría  de  estas mujeres desempeñan  trabajos asfixiantes que no pueden rechazar para seguir sustentándose. Además, si consiguen alcanzar puestos de mayor responsabilidad, se sienten extrañas y cuestionadas por sus compañeros, dudando de su capacidad en el trabajo, lo que se conoce como Síndrome del impostor. No obstante, la realidad mayoritaria para nosotras también reside en cómo el capitalismo se retroalimenta junto al patriarcado para relegarnos a un papel meramente reproductivo, dejando a nuestro cargo todo el peso que implican los cuidados tanto de la familia como de la gente que nos rodea, complicando aún más nuestra inserción al mercado laboral y, una vez dentro, con las consecuencias sanitarias de sobrevivir tras una doble jornada laboral: la que se ve y la que no, pero es esencial para el mantenimiento del sistema socioeconómico.

La violencia no deja de crecer si, además, las mujeres provenimos de uno de esos países a los que llamamos “pobres” a los Estados europeos y norteamericanos han expoliado y expolian. Desde las mujeres que cosen en Bangladesh hasta las jornaleras de la fresa en Andalucía, la riqueza occidental se sustenta sobre las espaldas de estas mujeres, las racializadas. 

La violencia también tiene cara de mujer pensionista, de mujer con diversidad funcional, de lesbiana y de mujer trans. De mujer rural, que vivimos en primera persona la carga y la falta de reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado ni reconocido, que asumimos como tarea nuestras suplir todos esas injustas carencias de servicios que sufren nuestros pueblos.  

La violencia también se ejerce sobre el planeta y los recursos naturales, sobre los animales, sobre las identidades de género no binarias, sobre el amor que no es heterosexual, sobre el grueso de la sociedad, como nosotras y nosotros, que no posee puestos de poder. 

Existe todo un sistema potenciando la desigualdad y el odio, recetando antidepresivos, haciéndonos culpables de estar en el paro, de que nos desahucien, de que muramos en el Mediterráneo, de que nos violen y de que nos metan a la cárcel por decir lo que pensamos. 

Por todo ello, hoy le diríamos a esa niña que el machismo sirve para hacer sufrir a las mujeres, porque sin su sufrimiento y el de otras muchas personas, no se puede asegurar la felicidad mezquina y egoísta de otros. Por supuesto, todo esta máquina no funcionaría sin la complicidad de muchas y muchos de nosotros. Es necesario que revisemos nuestras vidas cotidianas en contra de esta desigualdad. Que suprimamos los gestos de nuestra actuación que dañan a nuestras personas cercanas por considerarlas inferiores. Y que generemos redes extensas, fuertes, de apoyo mutuo, de resistencia. 

Porque, como decíamos al principio, en este año hemos aprendido muchas cosas, y si bien comprendemos la profundidad de las violencias machistas y no machistas que nos amenazan, también sabemos cuál es el arma que las combate: la solidaridad. La solidaridad entre todas nosotras y nosotros es un muro infranqueable. El apoyo a tu vecina o vecino puede impedir un desahucio, un grupo de amigos puede evitar un asesinato de violencia de género o una protesta de tus compañeros puede evitar tu despido. 

No vamos a dejar de exigir al Estado de tomar el papel que le corresponde, de adoptar medidas y políticas que aseguren una vida digna para toda la ciudadanía. También a las autoridades autonómicas pedimos que desmonten los negocios que empobrecen nuestra tierra, que la hacen carecer de servicios básicos, como es el acceso a un aborto libre y gratuito en Castilla y León. Y a los ayuntamientos, no somos su campaña política ni su lavado de imagen, en Segovia hay acoso y machismo todos los días que no es combatido y que es acallado para no generar mala imagen de la ciudad. ¡Y no vamos a consentirlo!

¡Venimos de muy atrás y vamos aún más lejos! Sabemos que el camino es largo, pero estamos juntas y unidas a otras muchas luchas con las que caminar de la mano. ¡No vamos a dar ni un paso a atrás! ¡Nunca volverán a contar con la comodidad de nuestro silencio!

¡PARAMOS PARA CAMBIARLO TODO!

¡SEGOVIA SERÁ LA TUMBA DEL MACHISMO!