40 años comiéndose el mundo

Galena Koleva (SPC)
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'Pac-Man' marcó un antes y un después. Con una mecánica muy sencilla, consiguió atraer al gran público a las salas recreativas y se convirtió en uno de los videojuegos más populares

Una porción de pizza fue suficiente para idear Pac-Man, un arcade que, pese a que vio la luz sin apenas expectativas, cumple 40 años como uno de los videojuegos más exitosos de todos los tiempos. El popular Comecocos supuso un nexo generacional, hasta el punto de convertirse en un icono de la cultura pop, y fue capaz de transformar una industria que, hasta ese momento, solo había abierto sus puertas al público masculino.

Corrían los años ochenta, cuando clásicos como los Space Invaders (más conocidos como los marcianitos) llenaban las salas recreativas. La violencia y la acción eran la tónica general de una generación a la que solo parecía importarle el hecho de disparar alienígenas.

Toru Iwatani, un diseñador de juegos de 25 años, quería cambiar eso. El joven se unió a la compañía nipona Namco con la esperanza de potenciar las máquinas de pinball -llegó a sacar algún título que no tuvo mucho éxito-, pero su estancia en la empresa le sirvió para percatarse de que la industria del videojuego dejaba de lado a las mujeres. Así, Iwatani comenzó una intensa labor para encontrar un gancho y atraer a la audiencia femenina. 

Consideró la moda y el romance, pero se dio cuenta de que existía un nexo capaz de unir al gran público: la comida. La idea acabó de tomar forma cuando, al quitar una porción a la pizza que se estaba comiendo, quedó el aspecto de un personaje con la boca abierta.

En ese momento, nació el aclamado juego bajo el nombre de Puck Man (inspirado en la onomatopeya japonesa puck, que imita el acto de masticar), pero el temor a que los adolescentes cambiasen la «p» por una «f», obligó a los desarrolladores a modificar su nombre. Pac-Man había llegado.

La mecánica del juego era muy simple: el Comecocos, como se le conoció en España, debía devorar una serie de puntos a lo largo de un laberinto, mientras huía de cuatro fantasmas a los que podía engullir para lograr una mayor puntuación.

Su banda sonora, más que reconocible, era la encargada de acompañar al jugador durante cada uno de sus 255 niveles, convirtiéndolo en un pasatiempo excesivamente adictivo. No obstante, un nivel 256 imposible de superar (y de alcanzar) debido a un fallo que distorsionaba la pantalla, impedía avanzar más en el juego.

Su sencillez de maniobra no fue su único atractivo. Desde el punto de vista técnico, introdujo otros elementos que sirvieron de guía a los videojuegos del futuro. La inteligencia artificial fue una de ellas y Namco consiguió dotar de una personalidad y conducta distinta a cada uno de los fantasmas, de tal forma que reaccionaban según los movimientos del usuario. Además, sentó las bases para crear y evolucionar al protagonista de las historias, algo a lo que los desarrolladores no habían dado mucha importancia hasta entonces.

El arcade se lanzó en las salas recreativas de Japón en 1980, pero el boom llegó cuando desembarcó en Estados Unidos en octubre de ese mismo año, con casi 300.000 máquinas vendidas en todo el mundo entre l981 y 1987. Pac-Man tuvo numerosas secuelas, aunque ninguna llegó a tener el éxito del original. 

Pero el Comecocos fue mucho más que un videojuego y el personaje trascendió las consolas, convirtiéndose en un fenómeno cultural que a día de hoy sigue vendiendo todo tipo de productos: camisetas, instrumentos musicales, cajas de cereales y apariciones estelares en películas, revistas y series de televisión. Todo eso y mucho más deja patente que su legado, al igual que ese nivel 256, se resiste a terminar.