El Botellón de las Chuches

Sergio Arribas
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La pandemia no altera la rutina de decenas de pandillas de niños y adolescentes, que todos los viernes se aglomeran en el Acueducto y transitan en grupos por su avenida peatonal.

El Botellón de las Chuches - Foto: Rosa Blanco

La frase recurrente antecede en el colegio o el barrio, entre compañeros de clase y amigos. «¿Quedamos en el Acue?». En su lenguaje el ‘Acue’ no es otro que el Acueducto, el polo de atracción de todas las citas, las de los viernes por la tarde, cuando el entorno del monumento y su avenida peatonal, son escenario de una progresiva invasión por parte de grupos de menores, que charlan, pasean o corren sin aparente vigilancia paternal. 

Son centenares los niños y adolescentes, entre los 12 y los 16 años, los que cada viernes —si el tiempo acompaña— acuden en masa y en grupos, más o menos numerosos, al entorno del Azoguejo y la avenida del Acueducto. No es más que reunirse con los amigos, charlar y dar un paseo de aquí para allá, siempre, eso sí, provistos de refrescos y ‘chuches’, como pipas, regalices o gominolas, adquiridos en algunos de los establecimientos de la zona. 

Además del trasiego de grupos de niños y niñas, entre las seis y la ocho de la tarde, por la avenida peatonal, cada viernes la escena habitual es la espera de pequeños clientes haciendo cola a las puertas de estos establecimientos de snacks y golosinas, sujetos también a la limitación de aforo. «Yo lo llamo el día del botellón de las chuches», comenta David de Andrés, dueño de ‘Chuchilandia’, testigo privilegiado de lo que acontece cada viernes, cuando su trabajo se multiplica.

El Botellón de las ChuchesEl Botellón de las Chuches - Foto: Rosa Blanco

Es una rutina de ocio blanca, cargada de ingenuidad, propia de la edad de sus protagonistas, que ha logrado sobrevivir y ser inmune a la pandemia; la misma que algunos, sin embargo, no tienen presente, y que les lleva a practicar conductas irresponsables, fruto de una excesiva relajación. Ciertamente, son una minoría, en virtud de los testimonios de los dueños de tiendas de ‘chuches’ o de los agentes de Policía Local que suelen patrullar la zona, aunque no por ello dejan de ser llamativas. 

Aunque la mayoría de los menores lleva mascarilla, hay quien se la baja o se la quita para charlar, sin respetar la distancia mínima de seguridad, o incluso para dar besos y abrazos. Otros compran un refresco para compartirlo entre varios. Y hay pandillas que caminan codo con codo, superando, con creces, los grupos recomendados de un máximo de cuatro miembros. Aunque se trata de episodios esporádicos, también se han producido algunas peleas, rápidamente abortadas por las patrullas de Policía Local.

«Yo sé lo que me cuenta mi hijo. El viernes queda con su pandilla de amigos en el Acueducto», asegura Carmen, madre de Javier, de catorce años. Los más mayores, como es su caso, también solían reunirse a merendar en los establecimientos de comida rápida —McDonald’s y Burguer King—, restaurantes que ahora permanecen cerrados en su interior por las restricciones que afectan a la hostelería. «No hacen más que estar por allí, a veces suben la calle Real, otras veces se acercan a la Pirámide, en San Millán, casi siempre están dando paseos por la calle», relata esta madre.

El Botellón de las ChuchesEl Botellón de las Chuches - Foto: Rosa Blanco

«Los chavales no tienen conciencia de la gravedad del asunto», opina, por su parte, Saray García, que despacha en ‘Burbuja’, una de las dos tiendas de dulces y golosinas que, bajo esta misma denominación, se sitúan en la zona y que cada viernes, según su testimonio, son el objeto de deseo de los menores. «Tengo aforo de cuatro personas y cuando entran en grupos les tengo que frenar. Son pandillas de 6 ó 7 y entran todos. ¡Yo no puedo esperar!, te dicen. Claro, como los viernes andan libres, sin sus padres, pues los niños no ponen mucha atención», explica. 

Saray tiene que hacerles entender, según dice, que por la pandemia la tienda tiene asignado un aforo máximo para evitar aglomeraciones. «Cuando les digo algo, hasta se molestan», afirma la joven, siempre alerta para frenar los intentos de robo de ‘chucherías’ y disuadirles ante posibles conductas que favorecen posibles contagios, como compartir entre varios un mismo refresco, el contagio

Con la pandemia, David de Andrés ha optado por solo permitir la entrada «de uno en uno» a su pequeño establecimiento de dulces, chucherías y productos típicos. «Antes entraban grupos enteros, ahora solo permito de uno o uno», explica David, testigo de algunos episodios incompatibles con la prudencia que exige la actual situación de alerta sanitaria. «Van grupos de ocho, diez o doce juntos. He visto abrazos y besos sin mascarilla. El viernes es el día más salvaje para ellos, porque el sábado ya salen menos, o se quedan en casa o salen con sus padres», dice.

La concejala de Seguridad Ciudadana, Raquel de Frutos, asegura que la avenida del Acueducto supone uno de las zonas de control y tránsito habituales por parte de las patrullas de Policía Local los fines de semana; conscientes de que es un lugar preferente para las ‘quedadas’ de los menores.

«Los chavales están siendo mucho más responsables incluso que algunos adultos», afirma De Frutos que considera que los menores «llevan todos sus mascarillas y aunque queden en grupos numerosos, se agrupan de cuatro en cuatro, como marca la normativa, y se distancian entre ellos».

Para afianzar su argumento, la concejala sostiene que en los informes que cada lunes recibe de la Policía Local sobre infracciones o incumplimientos no se hacen referencia a episodios protagonizados por estos menores «que son los grupos normales de chavales que se han juntado siempre». «La preocupación de los viernes, como de todo el fine de semana, está en los puntos más de botellón, pero son chavales más mayores. Estos niños no son de botellón ni usuarios de terrazas, todavía son usuarios de chuches», afirma De Frutos. 

La Hontanilla, el Pinarillo, los jardines del cementerio o el de los Zuloagas son los lugares más habituales para el ‘botellón’ en la capital y sobre los que se produce una estrecha vigilancia por parte de los agentes policiales; quienes, por otra parte, y ante el aviso de los vecinos han tenido que desalojar varios pisos donde se celebraban ‘fiestas’, el último el pasado sábado, con hasta once jóvenes implicados. Los que quedan «en el Acue»aún no tienen edad y por ahora solo protagonizan el ‘botellón de las chuches’.