Cuando toca aceptar la superioridad

Diego Izco
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El inalcanzable ritmo inglés ya conquistó la ida y volvió a ser arrollador en la vuelta: City-Chelsea, tercera final 'british' en la historia del torneo. Ramos y Mbappé, dos 'ausencias' distintas

Cuando toca aceptar la superioridad - Foto: PHIL NOBLE

En ocasiones te encuentras tertulias sesudas en las que exjugadores, entrenadores 'en barbecho', polemistas con muchos años de cabina en estadios y 'culo pelado' y nuevos analistas que jamás pasaron frío en un campo de Regional pero te recitan de memoria la línea de cinco zagueros del Sassuolo te explican un partido. En medio de un caos alrededor de lo técnico, lo divino y lo humano, alguien pide la palabra y aplica toda la seriedad. «Sencillamente, son mejores. Y punto». No se le suele hacer caso:después de ese «y punto» se terminaría el programa, claro, así que vuelven a analizar por qué son mejores, por qué el City que ya le bailó al PSGen la ida repitió en la vuelta, o por qué el Madrid fue incapaz de hallar una grieta en un equipo que presenta a Christiansen, Thiago Silva y Rudiger como una cortina de acero de 10 metros de grosor. Todo gira en torno a la necesidad de contar muchas cosas alrededor de un único concepto:la superioridad incontestable del rival. 


Mal Zidane

Al margen de la crítica exclusivamente técnica (lo de Vinícius escorado en la banda, haciendo de Lucas, el que hacía de Carvajal, tiene miga), Zidane hizo mal en no tirar la toalla al ring allá por el minuto 60-65, cuando el Chelsea cosía a puñetazos a su equipo. Unas veces Courtois, otras la increíble bisoñez de un Timo Werner capaz de elegir casi siempre la peor opción, el larguero... Que no entrase el gol mantuvo de pie al Real Madrid inyectándose falsas esperanzas. 'Zizou' tenía que haber llamado al 'púgil' malherido a la esquina y decirle lo que el entrenador del chiste: «¿Que si vas bien en el combate? Si lo matas, empatamos». 

 

Los 'ausentes'

Una contractura sacó a Kylian Mbappé del gran partido. A veces las Copas de Europa se ganan porque el delantero estrella del equipo rival durmió mal esa noche. A veces, en efecto, todo es cuestión de detalles y algunos (la ausencia del 'nueve' francés) son enormes como una montaña. Todo el infortunio en la lesión de Mbappé fue, quizás, la forma en la que el karma compensó la de Lewandoski en los cuartos de final en los que el PSGsobrevivió al Bayern. Aunque a veces no haga falta que un futbolista no juegue para calificarlo de 'ausente':lloverán críticas sobre un Ramos (en pleno proceso de renovación) al que le faltó sacar una lágrima de impotencia. Llevaba tres meses sin jugar. Tal vez buscaba Zidane el efecto 'Cid muerto a lomos de Babieca', pero fue una locura exponerlo así a ese permanente ataque de alta aviación que propone el Chelsea.

 

Combinar

El City es una orquesta cuando toca la pelota, incluso sobre la nieve:Guardiola ha fabricado un equipo que toca al pie y cada control de la pelota no se marcha más allá de un palmo de la bota del receptor. Un grupo técnicamente soberbio que rinde homenaje al juego combinativo, a la presión altísima (seis y hasta siete jugadores en campo contrario) y a la exposición de sus centrales en un juego casi perverso de 50 metros a sus espaldas. Arriesgar de esta forma solo es posible si todos y cada una de las piezas que intervienen en el juego son capaces de hacer eso que aquí un tan Andrés Montes bautizó con acierto como el 'tiqui-taca'. 

 

Casemiro como diagnóstico

Cuando las antiguas familias de campo enfermaban, no llevaban al médico al hijo más endeble, sino al más fuerte. Tiene toda la lógica del mundo:si la enfermedad ha podido con el más duro, será más fácil encontrarla. Así que si quieren encontrar un diagnóstico fácil, de esos de los analistas del primer párrafo, miren lo que los centrocampistas del Chelsea hicieron con Casemiro, un tipo que en la Liga es insuperable, capaz de defender a uno con el cuerpo y a otro con la mirada... Y en Stamford Bridge todos los de azul parecían más fuertes, más rápidos y más 'casemiros' que él mismo.