Un servicio vital y social

Cristina Sancho
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Panaderos, fruteros, pescaderos, carniceros y tenderos que recorren la provincia de Segovia vendiendo sus productos a los mayores aseguran ser conscientes de lo importante que es su labor

Vivir en los pueblos es cada vez más difícil. De eso saben mucho los que en ellos habitan y más si se trata de personas mayores o con dificultades para desplazarse a poblaciones más grandes para acceder a los servicios básicos y los bienes de primera necesidad. En los últimos meses tanto la Diputación Provincial como la Junta de Castilla y León en su área de Comercio y Consumo han presentado los resultados de un estudio en el que señalaban el grave problema que tiene la provincia en cuanto al abastecimiento de productos de primera necesidad. En el análisis de los datos recogidos en los 208 municipios se detectó que 96 localidades carecen de comercios y ocho no tienen ningún tipo de abastecimiento, ni si quiera de forma ambulante. 

La zona de la Tierra de Pinares no es una de las más afectadas por esta situación, mientras que por el contrario en el Nordeste de la provincia el problema es mucho más grave. No obstante en cualquiera de los pequeños pueblos de la provincia sus vecinos saben lo que es estar pendientes del claxon del panadero, la hora a la que viene el pescadero, si ha pasado ya el frutero o si el tendero vendrá esta semana o no. 

Eugenio Arranz es un panadero de Olombrada ya jubilado que ha repartido el pan por los pueblos de la zona desde que tenía 18 años. Ahora es su hijo, también llamado Eugenio, quien ha tomado el testigo. «De lo que he conocido yo a lo que ha conocido mi hijo, si no cambia mucho la vida, su futuro es incierto», comenta el padre. 

En los pueblos ya no queda gente joven. Arranz ha conocido a familias enteras, abuelos, padres y nietos. «Antes llegabas a una parada y salían 10 vecinos, ahora sale uno», explica mientras hace un recorrido mental por las casas en una de las localidades que atienden. A pesar de la situación son conscientes de que tienen que dar el servicio y aunque en invierno acuden a los pueblos dos o tres días a la semana en verano, con la llegada de los veraneantes, las ventas aumentan e intentan compensar una época con otra.

Los propios habitantes son conscientes de la situación y del esfuerzo que hacen los tenderos. En el caso de Eugenio en más de una ocasión con la llegada del mes de septiembre los vecinos le invitan a que venga menos días, aunque la señora Lucía tenga que coger tres barras de pan en lugar de dos para tener abastecimiento suficiente hasta la próxima visita del panadero. 

En los pueblos la huerta está a la orden del día y los grandes congeladores ayudan a mantener el producto congelado la mayor parte del año, pero la fruta es otro de esos bienes de primera necesidad que el vecino del pueblo tiene que comprar. Nazario Torrego, un frutero de la localidad vallisoletana de Campaspero, lleva 35 años recorriendo algunos pueblos de la zona y acudiendo a los mercados semanales en Cuéllar o Fuentesaúco de Fuentidueña entre otras localidades de Segovia y Valladolid.

«Hay pueblos que están desabastecidos y que una persona joven empiece de cero en esto es muy difícil», explica mientras reconoce que inevitablemente la falta de gente joven repercute en los pueblos y estos van muriendo. A su juicio si por las localidades pasa una carretera principal o están cerca de ella tienen más vida, pero de lo contrario… la esperanza es más bien escasa. Una posible solución podría pasar por los repartos por encargo un día a la semana a través de Internet o por teléfono. 

Víctor de la Calle y su esposa llevan 32 años al frente de una pescadería en Cuéllar y desde sus inicios él viene realizando el reparto de pescado cuatro días en semana en un radio de 20 kilómetros. Las sensaciones son similares a las que expresan los responsables de los otros sectores. «Cuando empezamos sí que se vendía pero desde que aparecieron los supermercados y sobretodo Mercadona… los pocos jóvenes que quedan en los pueblos cogen el coche y hacen la compra completa de una vez», comenta. 

Desde que empezaron en el negocio hasta ahora y sobre todo en los últimos años, calcula que las ventas han bajado un 80%. «Hay gente mayor que te coge cuarto kilo de sardinas o de filetes, porque para qué quiere más… también hay otras épocas en verano o en vacaciones que pueden vender un poco más porque vienen los hijos y nietos y hacen encargos por teléfono si quieren algo especial», apunta. De la Calle reconoce que económicamente no compensa pero también es consciente de que es un servicio que no pueden dejar de ofrecer.

A pesar de ser pueblos muy pequeños puede hacer tres o cuatro paradas porque la gente es muy mayor, en incluso hay en pueblos que solo atienden a un vecino y se lo llevan a casa. La media de edad es de unos 80 años, calcula Víctor consciente de que además de un servicio de primera necesidad prestan un «servicio social», porque seguramente estos vecinos sean con las pocas personas con las que hablan y se interesan por lo que ocurre en los pueblos cercanos y sus vecinos. 

La carne al igual que el pescado es otro alimento básico. Mientras Montse ha salido a hacer la ruta semanal por la zona de Sébúlcor, su hija Analía Cuesta explica que son la tercera generación que gestiona la carnicería en el pueblo que además ofrece otros productos no perecederos como aceite, conservas, legumbres, sopas, productos de higiene y limpieza … «Los pueblos están muy mal son muy pequeños y cada vez se muere más gente, pero no dejamos de hacer el reparto porque es gente que conoces de toda la vida y lo necesitan, a mí me han visto crecer», apunta.

Analía explica que en su caso además de la carne que venden sus padres también llevan por encargo otros productos de la tienda que les piden. E incluso aprovechando que ella gestiona una empresa de catering también hacen asados por encargo y comida a domicilio para casas rurales o para la señora mayor que está enferma y lo reparten por las tardes. Es consciente de la importancia del servicio que prestan más allá de la venta porque en ocasiones los hijos que viven fuera les han llamado preguntado por sus padres porque no han respondido al teléfono. «Somos como una familia», añade.

una clientela ‘fija’. Aunque menos necesario que la alimentación la ropa también es un bien necesario. Desde Carbonero El Mayor los hermanos Soblechero recorren buena parte de la provincia vendiendo en los mercados semanales ropa de hombre y mujer, sábanas, toallas… Acuden una vez al mes a cada pueblo y allí tienen una clientela fija, e incluso debido a la calidad de sus productos las hijas de anteriores clientas acuden a ellos a comprar, relata Isabel Soblechero mientras su padre y su hermano atienden el puesto que han montado en Remondo. Ellos son la tercera generación y llevan más de 50 años atendiendo, pero desde los inicios en los que repartían por la mañana y por la tarde hasta ahora que solo lo hacen por la mañana, los pueblos han cambiado mucho.

Miguel San Antolín es un caso poco habitual. Este vecino de Cantalejo recorre con su camión buena parte de las provincias de Segovia, Valladolid y Burgos vendiendo colchones, somieres y otros productos relacionados. «Hace 20 años éramos 30 camiones, ahora solo quedo yo. Antes todo el mundo venía al pueblo por San Juan, ahora vienen cuatro días por las fiestas y gracias, salvo cuatro pueblos, la mayoría están vacíos», reflexiona comentando que la gente mayor ya no cambia los colchones, les da igual dormir un poco mejor.

Los habitantes de los pueblos son conscientes de lo que les supone contar con estos servicios y aunque, en ocasiones, con la ayuda de familiares, puedan acercarse a las poblaciones más grandes a hacer algo de compra, suelen adquirir bastantes productos de la cesta semanal a los tenderos. También, gracias a ellos, la vida en los pueblos continúa. Pero, ¿por cuánto tiempo?.