«La finalidad de la vida es conquistar la alegría»

María Albilla (SPC)
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«La finalidad de la vida es conquistar la alegría»

Un Manuel Vilas más sereno que nunca vuelve a reflexionar sobre la familia, el amor y, sobre todo, el vínculo entre padres e hijos en Alegría, una obra llena de emoción y sentimientos con un gran poso biográfico que le ha valido ser finalista del Premio Planeta. 

¿Este libro ha sido para usted tan balsámico como parece?

Es un libro de gran calado autobiográfico. El narrador de la historia es un hombre de edad madura que se da cuenta de que hay un sentimiento muy importante en la vida que a veces pasa desapercibido, como es la alegría, pero que le interesa por encima incluso de la felicidad. 

¿Qué matiz aprecia entre alegría y felicidad?

La felicidad es un sentimiento más social y convencional y la alegría es más irracional, más primitivo, más humilde. 

 

Una pena que en el mundo campe a sus anchas también la tristeza...

En la novela es Arnold, el villano, que le recuerda al protagonista que en el mundo existe el abatimiento. Hay páginas dedicadas a la depresión, ese mal de la sociedad contemporánea que simboliza este personaje. El protagonista lucha contra él invocando las que son sus armas: el amor de su padre, su madre, sus hijos y una relación sentimental. Es el deseo de seguir adelante en un mundo en el que hay dolor y frustración con la alegría.

Decía que es una obra autobiográfica. ¿Qué tiene de usted?

Todo lo que le ha pasado al narrador me ha pasado a mí, pero está transformado por la literatura.

¿Alegría es, de alguna manera, la continuación de Ordesa?

Son dos novelas independientes, pero el universo emocional y el recuerdo constante de la figura del padre y la madre es importantísimo en ambas. Es una obsesión que yo tengo que exploré en Ordesa y con la que sigo. El padre y la madre de cualquier hombre o mujer son un acontecimiento importantísimo y muchas veces el ruido del mundo nos hace olvida el inmenso amor que existe de ellos a sus hijos.

¿Descubrió a tiempo este sentimiento hacia sus padres?

Descubrí esto cuando murió mi madre, en mayo de 2014. Ahí me di cuenta de que las personas más importantes en mi vida eran mi padre y mi madre y que ya no estaban. A partir de ese momento inicié una narración autobiográfica que arrancó en mi anterior libro y que continúa en Alegría, aunque estos sean independientes.

Qué bonito novelar sentimientos en vez de historias.

Si hay algo universal es que todos somos hijos. Cualquier persona tiene una relación especial con sus progenitores; con sus defectos, dramas, afectos y desafectos. Es un vínculo fundamental para el hombre. Me gusta esa idea del amor incondicional que se tiene hacia los hijos. 

Usted ahora tiene hijos y entiendo que espera que ellos tengan también ese amor hacia usted que usted tenía hacia sus padres.

Efectivamente. Espero que no se rompa la cadena del amor que tuve de mi padre y de mi madre hacia mí y que yo quiero trasladar a mis hijos. Aquí se resuelve la mayor aventura del ser humano en este mundo. A los hombres normales no les pasan tantas cosas. Somos hijos de alguien y luego, tal vez, padres de alguien y con esto se cumple el ciclo vital. Es la profundidad de la vida. Vivimos obsesionados por cosas que no son importantes, por eso me interesa recordar la importancia de los sentimientos. 

 

¿Nos empeñamos demasiado en convertir, y enseñar al mundo, que todos los aspectos de la vida son pura alegría?

La alegría es una meta. La finalidad de la vida es eso, conquistar la alegría. No se regala.

 

¿Cómo logra transformar lo personal en universal?

Hay que fijarse en el grueso. Cualquiera que sea padre o madre lo va a entender porque todo en la vida se orienta a que le vaya bien a sus hijos. Esta es una de las cosas más hermosas del ser humano. 

¿Se ha reconciliado un poco con la vida con Alegría?

Ahora hay unas cuantas heridas sanadas, hay cierta reconciliación con la vida y mucha menos energía negativa. En Ordesa había mucha culpa. Es otro momento de mi vida.