La idiotez suprema entre todas las idioteces humanas está en seguir forzando las elecciones imposibles, tipo «¿A quién quieres más, a papá o a mamá?» como punta del iceberg. ¿Qué prefieres, ganar la Liga o la Champions? No entiendo la disyuntiva. ¿A quién ficharías para tu equipo, a Neymar o a Mbappé? Primero dime cuál es mi equipo y a qué voy a jugar y después te contesto. ¿Cristiano o Messi? ¿De verdad seguimos con la tontería? A nadie se le ocurriría decirte: «¿Bocadillo de panceta a la brasa o atardecer en la playa?» Pero el deporte es así, en perpetuo debate vacío, así que mi favorito de todos es: ¿Quién es «el mejor»?

Pep Guardiola acaba de ganar su 30º título como entrenador, que serán 31 con seis puntos más de los 15 que le quedan en juego a la Premier. La salvajada es considerable, teniendo en cuenta que todos esos trofeos los ha conseguido en doce años, que levanta una 'copita' cada 23 partidos, que ya es el tercer técnico más laureado de la historia tras Ferguson (49 títulos) y Lucescu (33)… con la diferencia de que ellos los lograron durante cuatro décadas. Los números hablan de un fuera de serie y algunos técnicos como el mítico Redknapp hablan de él en términos abrumadores: «Es un genio, el mejor de todos los tiempos (…) Sus jugadores atravesarían paredes de ladrillo por él». Y con ese palmarés y ese estilo no podemos cuestionar a quienes creen a pies juntillas que es «el mejor». Pero, aún sin cuestionarlo, Guardiola ha dirigido al Barça de Messi, a un monstruo como el Bayern y un club-estado (el City) con toda la pasta del mundo. Comparar sus éxitos con los del entrenador que planifica y logra un ascenso, el que logra una salvación imposible o el que mete en Europa a una banda de zopencos es imposible. Él mismo, aún un tipo modesto enamorado del fútbol, huye de comparaciones, de 'mejores' y demás idioteces.