Más solo que nunca

M.R.Y. (SPC)
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Johnson celebra el primer aniversario de su triunfo en las urnas con una crisis en su círculo más cercano y una caída del respaldo de los británicos que pueden poner en juego el futuro de su mandato

El primer ministro ha perdido a sus asesores cercanos, pero también la confianza del sector más crítico de su partido. - Foto: JOHN SIBLEY

Hace apenas un año, Boris Johnson era el rey del Reino Unido. A punto de celebrarse elecciones en el país, ya era primer ministro desde julio y estaba a punto de revalidar su cargo con una abultada mayoría que le permitiría, por fin, cumplir su sueño del Brexit, su gran apuesta desde hacía años que se había demorado más de lo previsto y que él, al frente del Gobierno británico, iba a llevar a cabo tras varias prórrogas. Su partido confiaba plenamente en él, la oposición caía a niveles inéditos en décadas... Todo le sonreía. Sin embargo, como en toda trama palaciega, las ansias de poder, las conspiraciones y las deserciones no podían faltar. Y, a día de hoy, Johnson, apenas un año después de tocar la gloria con los dedos, está sumergido en un pozo del que, no sin encontrarse con muchos obstáculos, intenta salir.

La gestión de la crisis sanitaria desatada por la pandemia está pasando factura al mandatario conservador. Él mismo estuvo contagiado de coronavirus y, según aseguraron fuentes próximas a su entorno, se llegó a temer por su vida. Fue, precisamente, vivir en sus carnes la enfermedad lo que le hizo cambiar el rumbo de sus políticas para contener la expansión de la COVID y el endurecimiento de las medidas en las últimas semanas le han llevado a que buena parte de los diputados de su partido se hayan levantado en armas.

Y, mientras en el grupo parlamentario comienzan a sonar, cada vez con más fuerza, las voces disonantes, en el propio palacio -en este caso, la residencia oficial de Downing Street- las deserciones han dejado al mandatario en el más absoluto abandono. En plena pandemia y con la materialización del Brexit a la vuelta de la esquina, el premier se ha quedado sin sus dos más leales asesores -Dominic Cummings y Lee Cain-, que han huido tras ser traicionados por otro pilar del dirigente: su propia prometida, Carry Symonds.

Conocido como el Rasputín de Johnson, Cummings se había convertido en uno de los hombres más odiados entre la clase política británica. Su tarea era ser la sombra del mandatario, su más fiel consejero y, según muchos, era el encargado de manejar los hilos de una marioneta que había ido fabricando desde la campaña del referéndum sobre el Brexit de 2016.

Su salida de Downing Street, que apenó a muy pocos miembros del Gabinete, se produjo apenas unas horas después de la dimisión de Cain, también escudero de Johnson en la preparación de la consulta separatista, quien renunció como director de Comunicación al fracasar en su empeño de ocupar el puesto de jefe de Gabinete, que le hubiera dado más poder. 

Esa guerra interna a la que apuntan los analistas, que ven un «duelo de personalidades egocéntricas» con Cummings y Symonds liderando cada bando, tuvo una clara vencedora. Cuentan que fue la novia del mandatario quien presionó para evitar el ascenso de Cain con informaciones perjudiciales contra él y su jefe de filas, que apenas unas horas después se sumó a las dimisiones.

Lo que para muchos ha sido una buena noticia, puesto que conservadores y oposición acusaban a Johnson de «depender demasiado» de Cummings, para el premier ha supuesto toda una revolución en su círculo, que debe reconstruir a marchas forzadas antes de que se produzcan nuevas tensiones. 

 

Sin trump

Y es que, en vísperas de que llegue el divorcio definitivo del Reino Unido y la UE, el dirigente conservador está viendo cuestionado su liderazgo, ya no solo en las filas de su partido -55 diputados tories se rebelaron contra el Ejecutivo y votaron en contra de su plan de confinamiento-, sino también entre una ciudadanía cada vez más harta. Prueba de esto último son las multitudinarias manifestaciones que se han sucedido en las últimas semanas para rechazar las restricciones por la pandemia.

En suelo británico no se descarta que se pueda presentar una moción de censura contra el mandatario con la entrada del nuevo año, una vez que se consolide la ruptura total con el bloque comunitario. Un grupo que cada vez está más alejado de Londres y que podría dar la espalda al que hasta ahora ha sido su socio. 

Para colmo, la derrota de Donald Trump abre una nueva etapa de relaciones con EEUU -que se antoja más complicada, ya que hasta ahora Johnson tenía a un firme aliado en la Casa Blanca-.

Y todo esto lo afrontará solo. O con un nuevo equipo que, quizás, le asesore mejor que el que ha tenido hasta ahora. Las cosas de palacio van despacio. Pero a Johnson no le sobra, precisamente, tiempo.