«Formamos parte de una cultura que mitifica mucho el éxito"

MARICRUZ SÁNCHEZ (spc)
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Mujer de múltiples talentos Licenciada en Filología Clásica, ha sido y es guionista en multitud de exitosas series de televisión y películas, tiene dos Goyas ('La buena estrella'), fue ministra de Cultura (2009-2012) y finalista del Premio Planeta

«Formamos parte de una cultura que mitifica mucho el éxito - Foto: Oscar Cañas

El discurso de Ángeles González-Sinde es pausado, pero firme en sus aseveraciones. Alterna silencios reflexivos con arranques de explicación profunda, en una equilibrada dualidad entre fondo y forma en la que emerge esa sensibilidad inherente a alguien tan ligado al mundo de la cultura como ella. Solo así puede entenderse la mecha que prende su última novela: la noticia de la aparición del cadáver de una mujer extranjera en la costa valenciana. La escritora pensó en lo triste que sería morir así, sola, y en la familia de la fallecida, al enterarse en la lejanía. Ese sentimiento inspiró Después de Kim, un relato que entremezcla la intriga y los lazos sentimentales. 

 

El libro habla de una pareja divorciada que se ve obligada a iniciar un viaje conjunto tras la inesperada muerte de su hija, en el que tendrán que aprender a convivir y a conocerse de nuevo. ¿Cómo se afronta una situación así?

Eso depende de cada persona y circunstancia. La novela describe a un hombre y a una mujer con vidas independientes cuyo reencuentro servirá para fortalecerles. El apoyo mutuo que se dan y que les falta en su cotidianidad les aportará las respuestas a las preguntas que se planteaban y que no podían encontrar por separado. El texto muestra también que hay distintas maneras de afecto, de ser una familia.

 

Después de una ruptura como la que evoca esta obra, ¿que queda? 

El tiempo pone todo en su sitio, y las personas somos más proclives al encuentro que al desencuentro. A veces el dolor te hace valorar lo mejor del otro, y no solo lo que te hirió, te vuelve más comprensivo con sus defectos. Cuantas veces uno se pregunta cómo pudo estar con alguien con el que terminó llevándose muy mal. Pero, quizá, si te reencontraras, descubrirías un compañero de vida.

 

¿La edad es determinante en las cuestiones del corazón?

Es evidente que uno no se enamora igual con 20 que con 50. No porque haya menos pasión, el sentimiento puede ser igual de fuerte, sino por que existe una consciencia más clara de la suerte que supone el afecto, de lo valioso que es. El primer amor está muy idealizado, por la literatura y la Historia, pero hay más oportunidades para querer y ser querido, quizá con menos sobresaltos.

 

Otro de los ejes de su novela es la familia. ¿Qué significa para usted?

Es la tela de araña que te atrapa y, a la vez, la hamaca que te sostiene. Es cierto que en ocasiones puede ser asfixiante, pero es muy difícil romper con ella. La familia es también el gimnasio, el campo de entrenamiento en el que crecemos y aprendemos a acercarnos al mundo. En el caso del libro, paradójicamente, los protagonistas recuperan esos lazos justo cuando la familia se rompe.

 

A veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos...

Realmente no debería ser así. Lo cierto es que sabemos que hay algo valioso entre manos. Pero la vida se compone de muchos días, buenos y malos, y lo difícil es mantener esa constancia en los momentos bajos.

 

En este trabajo trata de lleno el tema de la muerte, algo de lo que sigue costando mucho hablar...

Vivimos de espaldas a ella. Hemos perdido muchos rituales, al pasar de ser una sociedad muy católica a una laica, con unos procesos que a veces nos hacen sentir huérfanos de acompañamiento. Ahora formamos parte de una cultura que mitifica mucho el éxito y en la que morir puede llegar a verse como un fracaso. Lo negativo está proscrito y, en cambio, tendemos a glorificar lo positivo.

 

¿Cuál es la clave para superar la pérdida de un ser querido? 

El entorno y las circunstancias. Tener amigos, familia y una situación económica que no agrave el drama. Poder compartirlo con otras personas es lo que te hace sanar.

 

Usted sabe bien qué supone que alguien muy cercano muera. Primero fue su hermano, hace ocho años, luego su pareja, hace cuatro meses. ¿Cree que la vida ha sido injusta?

Si miro a mi alrededor siempre hay personas que lo han tenido más difícil. En algunos aspectos habré tenido mucha suerte y en otros no tanto. Además, hay que pensar siempre en el dolor de los demás, que aunque esté silenciado también existe. A veces no sabemos cuál es el drama de nuestros vecinos y nos los cruzamos a diario en la escalera. 

 

¿Cuál es su próximo proyecto?

En los últimos años me he centrado mucho en escribir, sobre todo guiones para series de televisión. Pero ahora estoy preparando una película que espero que se empiece a rodar a finales de este año. Se llama El comensal y se basa en la novela homónima de Gabriela Ybarra. Habla de una familia en la que también ha habido una pérdida, aunque en este caso se centra en las relaciones entre un padre y una hija y sus diferencias a la hora de afrontar la muerte. 

 

¿Tiene ganas de volver a ponerse tras la cámara?

Muchas, porque echo de menos el trabajo con los actores. Hacer realidad, revestir de carne y hueso las historias. Con las series, el ritmo de los guiones es trepidante, y uno no disfruta igual de esa labor de equipo.

 

¿Extraña también la primera línea política, usted que fue ministra?

Ser un servidor público es algo importantísimo para la sociedad, aunque es mucho más gratificante contar historias que transmitan algo. Guardo un buen recuerdo a nivel personal de aquella época, de algunas excelentes personas con las que coincidí, pero esa labor implica un desgaste enorme que no añoro.