Segovia facilitará cultivos de trufa y lavanda

D. A.
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La Diputación confía en obtener fondos europeos para articular ayudas, aunque seguirá adelante con el fomento de cultivos alternativos con o sin apoyo externo

Los cultivos de lavanda en Segovia apenas representan un 2% de la producción regional. En la imagen, una plantación de Soria. - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez (El Día de Soria).

El biólogo Bernardino Huerta y el ingeniero agrónomo Manuel Hernando, pioneros en el cultivo de trufa negra en Segovia, y aún hoy prácticamente los únicos que la han conseguido sembrar y recoger en esta tierra, saben lo que es venderla a 1.200 euros el kilo. A ese precio se la compró el Hotel Ritz de Madrid para una cena de Nochevieja, aunque de aquello hace ya «unos quince años», según recuerda el primero. «Fue algo puntual y buscaban unas características muy concretas», matiza, ya que es mucho más frecuente que se paguen a 400 o 500 euros. A veces más y a veces también bastante menos, según lo escasa o abundante que haya sido la cosecha de este cultivo elevado a producto gourmet, gran referencia agraria de otros territorios nada lejanos como Soria y nueva apuesta de la Diputación de Segovia en su estrategia de fomento de cultivos alternativos, donde también incluye la aromática lavanda. Quiere favorecer que se extiendan por el despoblado nordeste de la provincia para contribuir a abordar el reto demográfico, pensando no sólo en el potencial primario de ambos cultivos, sino en el desarrollo posterior de una industria agroalimentaria transformadora que genere más actividad y por tanto empleo.

La institución provincial cuenta con estudios que avalan que el nordeste dispone de terrenos «óptimos» para ello, según la diputada del área de Promoción Provincial, Empleo y Sostenibilidad, Noemí Otero, quien confía en obtener una partida de los fondos europeos de recuperación postcovid que facilite articular ayudas para los productores. Después de todo, bien puede decirse que no es ‘oro negro’ ni violeta todo lo que reluce, y más al principio.

Cultivar trufa exige inversión, trabajo y paciencia para empezar a sacar cierta rentabilidad porque el fruto, si finalmente se obtiene, no suele llegar hasta diez o doce años después de plantarse los árboles (normalmente encinas truferas, tal y como se llama a las micorrizadas; es decir, con el hongo inyectado para que acabe surgiendo en el entorno).

El ingeniero agrónomo Manuel Hernando (i) y el biólogo Bernardino Huerta, pioneros de la trufa en Segovia, en una campaña pasada.El ingeniero agrónomo Manuel Hernando (i) y el biólogo Bernardino Huerta, pioneros de la trufa en Segovia, en una campaña pasada. - Foto: Aurelio Martin

En el caso de la lavanda la espera es más corta, unos dos años para empezar a sacarle rendimiento, pero requiere mucho esfuerzo ajustar costes para asegurar rentabilidad, de ahí la «necesidad» de brindar apoyo público para alentar el inicio de tales cultivos. «Nuestra idea es seguir adelante con o sin fondos europeos», subraya Otero, aunque todo será más sencillo, o menos complicado, si efectivamente se reciben.

INICIATIVA PRIVADA PIONERA. El proyecto trufero de Huerta y Hernando empezó a gestarse sin ayudas públicas hace ya casi 30 años; mucho antes, por tanto, de que se haya planteado la incipiente iniciativa de la institución provincial. Actualmente tienen unas 25 hectáreas repartidas por Aldeasoña y otros pueblos, «pero la mayoría no produce» actualmente, y suelen obtener de dos a tres kilos por hectárea, cantidades que no dan para vivir de esto en exclusiva. «Igual un año le sacas un kilo o menos y otro llegas a cuatro», destaca. 

Este preciado hongo es así de caprichoso. Al estilo de los níscalos, por ejemplo, pero de manera todavía más salvaje, hasta el punto de que un terreno puede ser propicio para su cultivo y otro aledaño no, aunque análisis técnicos previos hayan revelado características aparentemente similares entre ambos. Y en esas circunstancias no es fácil vivir de la trufa, por muy sugerente que resulte oír hablar del ‘diamante negro’ y lo que se llega a pagar por éste.

«Para dedicarse exclusivamente a la trufa en estas condiciones habría que obtener rendimientos de unos ocho kilos por hectárea, así que lo habitual es que quien la trabaje tenga también otras fuentes de ingresos», constata Huerta. Pero no por ello deja de considerar «interesante» que la Diputación de Segovia se haya decidido a impulsar el proyecto de implantación de un cultivo tan minoritario en la provincia. «Es ecológico porque requiere plantar muchos árboles, da trabajo porque necesita bastante mano de obra, asienta gente en los pueblos… Igual que pasó en su momento cuando se fomentaron las casas rurales, yo creo que también la trufa puede ser interesante, siempre y cuando no se lleve nadie a engaño», insiste. «Para vivir plenamente de esto es difícil porque necesitas mucha cantidad y mucho trabajo, pero puede ser un complemento para la gente que está en los pueblos si le gusta dedicarle tiempo. Y si se sacan 5.000 euros, pues eso que se gana, porque nadie suele hacerse rico en el sector primario», incide. 

APOYO PÚBLICO. La Diputación, mientras, valora el potencial de la trufa y el de la lavanda, también minoritaria en Segovia, al tiempo que no descarta ampliar la estrategia de fomento de cultivos alternativos con la incorporación de otros igual de escasos o directamente inexistentes en esta provincia. «La idea es intentar implementarlos en una zona especialmente despoblada como la del nordeste», tal y como explica a El Día la diputada de Promoción Provincial, Empleo y Sostenibilidad, por tener terrenos «óptimos» y sobre todo porque «ayudarían a afrontar el reto demográfico». Este último es además uno de los principales objetivos subvencionables que se van a perseguir de aquí a 2027 con los fondos europeos que espera recibir España para paliar las consecuencias económicas de la crisis sanitaria; y también se apuesta por destinar parte de estos fondos al fomento de la llamada bioeconomía, requisito que también se cumpliría con este proyecto.

Otero destaca que la Diputación «llevaba tiempo» con la idea de favorecer la implantación de este tipo de cultivos, pero ha sido sobre todo en los últimos meses cuando se ha puesto a ello, a raíz de contactos con empresarios adscritos a la marca de calidad amparada por la institución provincial, Alimentos de Segovia, que ya se habían decidido a tentar la suerte de la siembra de trufa o lavanda. De hecho, el equipo técnico del área de Promoción Provincial, Empleo y Sostenibilidad visitó en noviembre una parcela en Cedillo de la Torre donde su propietario, Joaquín Manchado, titular a su vez de la quesería artesana Moncedillo, se decidió a tentar la suerte de la trufa hace más de cinco años. «Sumándonos a esa iniciativa particular arrancamos con parte del camino ya avanzado, a la vez que ofrecemos un apoyo institucional que puede ayudar en su desarrollo», aprecia Otero. 

Esa parcela de Cedillo considera que podría servir como «laboratorio para otros productores» que apuesten por la trufa, a la vez que la parte privada prosigue con su propio proyecto. En cuanto al cultivo de lavanda, apunta que «existen ejemplos» cerca del cruce de las carreteras SG-235 y la SG-201. Los últimos datos oficiales de la Junta son de 2018 y Segovia tenía entonces 22 hectáreas de lavanda y lavandín que dieron 44 toneladas, sólo el 2,31% de la producción de Castilla y León (745), que fue a su vez la tercera de España en este cultivo, por detrás de Castilla La Mancha y Murcia.

«Vamos a seguir haciendo una prospección del territorio para avanzar en el análisis de terrenos potenciales para estos cultivos y conocer posibles interesados en producirlos», destaca Otero. «Y también intentaremos hacer un poco de pedagogía con los vecinos porque muchas veces no se hacen estas apuestas por desconocimiento, cuando pueden terminar siendo buenas salidas económicas».

INICIATIVA EN DESARROLLO. Para hacer esa pedagogía se cuenta también con la posible participación de Joaquín Manchado, quien ya innovó años atrás iniciándose en la elaboración del «único queso azul que se elabora en la provincia», según destaca él mismo, y «hace seis u ocho» que se decidió a plantar encinas truferas en la parcela citada de Cedillo de la Torre, en lugar de seguir allí con cultivos tradicionales. «En su momento hicimos todo el recorrido habitual de llevar tierra a analizar para valorar si la acidez era positiva, nos dijeron que sí y nada, procedimos al vallado y posteriormente a la plantación de la trufa» en algo más de una hectárea. «Empezamos con plantas traídas de la zona interior de Castellón que no resultaron ser las más interesantes, pero repusimos con otras de Soria que parece que pueden funcionar, a pesar de que hasta hace dos años no pudimos prestarles toda la atención que considero que necesitaban», relata.

«Ahora ya tenemos varias plantas que pueden medir en torno a 80 centímetros o un metro y estamos esperando a que hagan el micorrizado para empezar a ver un poco la opción de traer un perro y valorar si tenemos trufa o no», continúa Manchado. «De todas maneras el monte de Cedillo de la Torre es muy extenso y creemos que en las lindes de nuestra tierra hay algunas encinas antiguas con trufa y este es un principio de experimento», matiza.

El propietario de la Quesería Moncedillo también piensa que la trufa puede ser una buena opción para «dar descanso a la tierra de cultivos tradicionales que además suelen dar muy pocos beneficios a quienes no los trabajan con total dedicación a ellos». No obstante, relativiza las expectativas que puede generar el ‘diamante negro’. «A la gente los ojos le hacen chiribitas con los precios que se oyen, pero también hay que contar con que esto también requiere atenciones y gastos que sufragar», advierte. «Sólo el vallado del terreno costó unos 5.000 euros, la primera plantación unos 3.000, luego la reposición de plantas que no cogieron la primera vez, tener pequeña maquinaria o pagar a alguien que te haga el cribado del terreno... Son gastos con los que hay que contar, pero no deja de ser una opción interesante», insiste Manchado, que incluso baraja plantar en otros terrenos lavanda u otros cultivos alternativos que también pueden recibir apoyo de la Administración provincial como la savia.

«Si el inversor recibe ayudas públicas siempre va a ser más fácil, claro, igual que si la Diputación recibe a su vez la de Europa o la Junta», considera. Sólo así se presumen posibilidades de que estos cultivos dejen de ser minoritarios en una provincia que busca nuevas iniciativas para ganar vida rural, atraerla y no morir en el intento, aunque el ‘diamante negro’ o el ‘oro violeta’ no florezcan de manera espontánea a las puertas de la casa de nadie.