Los segovianos que 'apagaron' el volcán

A.M.
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Tres científicos del Instituto Geológico y Minero de España, vinculados con Segovia, llevaron a cabo incansables jornadas de trabajo hasta el final de las erupciones

Andrés Díez Herrero y Juana Vegas Salamanca muestran restos de lava volcánica recogida en La Palma - Foto: Rosa Blanco

De los seis geólogos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) que se encontraban trabajando en la isla de la Palma cuando cesó la erupción del volcán de 'Cumbre Vieja', el 13 de diciembre, tras 85 días de actividad, tres eran segovianos o vinculados con este provincia. Fueron testigos de excepción de la última colada en 'Montaña rajada', después de que, el día anterior, habían conocido la mayor explosión del cráter principal en todo este fenómeno natural. 

El hecho de que también hubiera un buen número de segovianos entre los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Unidad Militar de Emergencias (UME), en una cantidad muy elevada en relación a la población provincial,  hizo circular el comentario jocoso de que «han tenido que llegar los segovianos para apagar el volcán», relata Andrés Díez Herrero (Segovia, 1968) profesor de Investigación en el Departamento de Riesgos Geológicos y Cambio Climático del IGME. 

Estos geólogos reconocen que ha sido una gran experiencia profesional, porque no es habitual ver una erupción volcánica en la vida de un geólogo español, pero también personal y humana, por el afecto y el agradecimiento que han sentido de los palmeros, pese a que muchos han perdido sus casas y su trabajo. En cifras, ha habido 7.000 personas evacuadas, 1.219 hectáreas ocupadas por la colada volcánica y 2.988 edificaciones destruidas  avistadas desde los satélites –1.576 según el recuento del catastro–.    

Juana Vegas y Andrés Díez trabajando con el fondo del volcán en plena explosión un día antes del cese de la erupciónJuana Vegas y Andrés Díez trabajando con el fondo del volcán en plena explosión un día antes del cese de la erupción - Foto: IGMEEl equipo de IGME no estaría completo sin el apoyo y el asesoramiento de personal que se ha quedado en las oficinas de Madrid y repartidos en los laboratorios y en las distintas provincias de España, como en Valdeprados (Segovia), donde el ingeniero geólogo e ingeniero topógrafo Gonzalo Lozano producía la cartografía.  ?

De todos los geólogos del IGME que han realizado trabajos en La Palma, Andrés Díez solo ha permanecido un turno de 14 días, para participar en la llamada 'Operación Cenicienta', con el fin de analizar la posibilidad de que se produzcan flujos torrenciales, avenidas y riadas que, cargadas con la ceniza, pudieran producir daños en los barrancos.  En su opinión, en los grandes volcanes del mundo, como los de los Andes, México o Indonesia, el problema de los lahares es serio, incluso muchas veces más grave que las coladas de lava o lluvias de piroclastos, pero en sitios como La Palma, donde los volcanes tienen una altitud muy limitada, la movilidad de las cenizas es reducida y las lluvias torrenciales son infrecuentes, «por lo que el riesgo no es muy elevado», matiza Díez.

Con la colaboración de los bomberos de la UME y de La Palma han ensayado con lluvia artifical, regando las cenizas con diferentes pendientes, llevando a cabo granulometrías (medida de tamaños de partículas), y cubiertas solo con vegetación para ver cuanta lluvia tendría que caer para que empezaran a moverse las cenizas, enviando los  datos a las autoridades de Protección Civil para tomar medidas, ante una predicción metereológica de lluvias intensas.

Imagen del volcán realizada desde el dron por Carlos LorenzoImagen del volcán realizada desde el dron por Carlos Lorenzo - Foto: IGMENacida en el barrio de San Lorenzo, Juana Vegas Salamanca (Segovia, 1973), coordinadora del Grupo de Investigación de Patrimonio y Geodiversidad del IGME, reconoce que, pasados los días,  cuando es consciente de que ha podido trabajar –ha visto la erupción desde el inicio al final– «es algo increíble, la suerte que hemos tenido y luego está ese factor humano del dolor de las personas, reconozco que me está costando mucho superarlo, me volvía a casa y no se me quitaba de la cabeza la generosidad mostrada por los palmeros que perdían todo y te veían por la calle dándote las gracias por haber ido allí, preguntaban cosas como qué hacían si había un terremoto, ese contacto directo con la población te causa dolor al final y no dejas de pensar en ello, incluso ahora». 

Quien llevó a cabo su primera investigación en La Palma, desde 1998 a 2000, para elaborar su tesina, dirigida por el vulcanólogo Alfredo Hernández Pacheco, que había vivido la erupción del Teneguía, no comprendía cómo se puede culpabilizar a un fenómeno natural cuando se vive en una isla formada por volcanes, «eso te da reflejo de lo distanciada que está la sociedad del medio en el que vive, quizá una causa del siglo XXI», admite.         

La mañana del 12 de diciembre Juana Vegas se encontraba con Andrés Díez a escasos 600 metros del cráter cuando se produjo la explosión y, a juzgar por todas las crónicas históricas de cómo se habían comportado otros volcanes, preguntó a su compañero,  aunque casi afirmando: «¿Esto es el fin de fiesta, verdad?». Cuando bajaron al mediodía al puesto de mando su  compañera María José Jurado, encargada de los equipos símicos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) le dijo que había caído a cero, en segundos, el tremor (terremoto característico de los volcanes, causado por el movimiento del magma). 

Vegas. Lorenzo y Díez se fotografían tras el final de la actividad volcánicaVegas. Lorenzo y Díez se fotografían tras el final de la actividad volcánica - Foto: IGMEPor la tarde regresaron al mismo lugar a continuar con la recogida de muestras y se desencadenó la última erupción, parándose para siempre, salvo la colada que escupió al día siguiente, como un mero recuerdo de que aún estaba activo, pero ya era el fin real.

Vegas, que ha permanecido durante tres campañas, deberá volver a los terrenos ocupados por el volcán con el fin de continuar midiendo la temperatura de las lavas, día a día. Con esos datos técnicos las autoridades deciden qué calles van abriendo y si hay peligro de colapso. Esta geóloga sostiene que «hay muchas secuencias de lavas que son muy inestables y si construyen encima pueden colapsar, y luego está la parte ocupada por las cenizas, que ha sido una gran superficie de la isla en la que pueden colapsar techos por el peso, el caso de las riadas que se pueden producir, efectos colaterales para los cultivos, si cuando llueva van a liberar elementos que son perjudiciales para la salud y para el medio, todo esto se desencadena ahora...».

De momento, los científicos conocen los terrenos que no se van a volver a ocupar, como los de la fajana que se han ganado al mar por primera vez, que son del Estado, la superficie más nueve que tiene España, que se va a preservar, así como toda la parte del cráter que entraba en el espacio natural protegido de Cumbre Vieja, y otros dos  monumentos naturales, como los Volcanes de Aridane. 

Juana Vegas teme que  se puedan hacer cosas irreversibles, como ocupar zonas del volcán que se vayan a perder, dejar pasar a las personas sin garantías de seguridad y que no haya una política específica formativa para que los ciudadanos sepan qué hacer ante un terremoto o un volcán, pero, por otra parte, cree que los palmeros están frente a una gran oportunidad:«Adaptando los cultivos al nuevo territorio generado, y promocionando el geoturismo, como uno de los sitios clave para visitar Canarias, si son capaces de hacer una infraestructura para poder visitar el nuevo volcán, bonita y atractiva, tendrán un recurso único en España». 

Nacido en Madrid, pero con raíces en Maderuelo (Segovia), donde nacieron sus abuelos y pasa temporadas, en Carlos Lorenzo Carnicero concurría la doble condición de geólogo del IGME y piloto de dron, uno de los tres de este organismo dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, que han operado durante la erupción, coordinados con otros pilotos del grupo de emergencias del Gobierno de Canarias (GES), quien admite que «cuando ves el cráter de cerca y la fusión de lava, la naturaleza te deja marcado, te ves pequeño».  

De Carlos Lorenzo, su compañero Andrés Díez dice que «ha grabado algunas imágenes espectaculares sobrevolando los cráteres o haciendo una especie de eslalon por las coladas de lava o metiéndose por los tubos de los hornitos, sabía lo que había que volar y qué cosas interesaban». Se levantaba a las cinco y media de la mañana para hacer un primer vuelo al amanecer con el fin de que los comités científicos y de seguridad decidieran qué había que cerrar. Más que el lado informativo del suceso, lo que realizaban productoras autorizadas, también para documentales, su trabajo consistía en buscar problemáticas en los procesos eruptivos, respuestas a incógnitas cuando se localizaba una falla, como la continuidad de la fracturación, análisis de las fumarolas o deposiciones de minerales».

Lo que satisface a estos profesionales es que, siendo un volcán urbano, no se hayan registrado bajas humanas.  Pero, principalmente, afirma Díez, «si los científicos decían que había gases y era necesario evacuar, los políticos tomaban las decisiones aunque fueran  impopulares, esa fe ciega en la ciencia ha tenido que ver en el éxito de la gestión de la emergencia».   

 

Cartografía desde Valdeprados

Al ingeniero geólogo e ingeniero topógrafo Gonzalo Lozano  sus compañeros del IGME le consideran «el gran tapado de la emergencia», según  Andrés Díez.  A partir de los vídeos enviados por los drones y de las imágenes de satélite ha elaborado la cartografía empleada en la gestión de la crisis, a más de 1.700 kilómetros de distancia, desde su casa en Valdeprados (Segovia).  Generó gran parte de los mapas de la evolución diaria de las coladas de lava,  luego empleados 'in situ' por miembros de la Guardia Civil o la UME, para ir acotando zonas. Solo Carlos Lorenzo realizó unos 900 vuelos de dron en 85 días. Especialmente se siente atraído por las imágenes de unos hornitos (microvolcán que se genera de dentro afuera), bien conservados y objeto de estudio.