Con las cañas en alto

Sergio Arribas
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El desastre del embalse de Juarros de Voltoya, donde aparecieron miles de peces muertos, supone un duro golpe para los amantes del carpfishing, la captura de carpas de gran tamaño. «Estamos dolidos y enfadados», aseguran los pescadores.

Carlos Mate con una de las carpas capturadas en el embalse de Juarros. - Foto: D.S.

Bárbara Piña está ahogada por el desconsuelo. «No paro de llorar desde el sábado», confiesa sin tapujos esta joven pescadora, conmocionada desde que supo de la aparición de miles de peces muertos, flotando y arrastrados a las orillas, en el embalse de Juarros de Voltoya. «Llevo allí tres meses, de continuo, me ha dolido muchísimo», afirma ‘Piña’; mientras su amigo, Carlos Mate, también pescador y asiduo del embalse, precisa que según sus noticias, se han recogido hasta 1.280 kilos de peces muertos y «hasta algún pato», lo que —a la espera de la investigación oficial abierta por la Guardia Civil— abunda en sus sospechas de que la causa de «la masacre» es un vertido ilegal de algún producto contaminante. «Ahora es un pantano muerto», afirma Carlos, que descarta que hayan podido sobrevivir las carpas, algunas de hasta 7 y 9 kilos, que ambos han podido capturar –y devolver al agua— en el embalse de Juarros de Voltoya. No confía en su supervivencia, pese a la capacidad de resistencia de la carpa, de más de dos horas fuera del agua y hasta de varios meses si se refugia en un lodazal.

Hasta ahora el embalse de Juarros de Voltoya era el lugar preferido de Bárbara y Carlos para practicar el ‘Carpfishing’, la modalidad de pesca deportiva, sin muerte, que, en síntesis, busca capturar carpas y barbos de gran tamaño, tomar una fotografía del ejemplar y devolverlo a las aguas. «Los grandes peces, carpas y barbos, de este embalse les habremos sacado ella y yo 20 veces. Les acostumbras a una comida y vuelven a picar, de manera que hasta les ves crecer. Pero ahora ya están todos muertos», lamenta Carlos, que insiste en usar la palabra «masacre», mientras Bárbara desliza que el enfado entre los pescadores es mayúsculo y que incluso «estamos estudiando encargar una investigación por nuestra cuenta , recoger agua y analizarla, porque no queremos que nos engañen». 

«Lo de Juarros —añade— nos ha destrozado. Pero también estamos enfadados porque queremos saber la verdad».

El pantano amaneció con miles de peces muertos flotando.El pantano amaneció con miles de peces muertos flotando. - Foto: D.S.

El desastre ecológico ha dejado huérfanos a Carlos y Bárbara. «Con el carpfishing, la prioridad es el buen trato al pez que sacas del agua», afirma él, mientras ella comenta que los anzuelos son específicos para la captura de estos grandes carpas y barbos —de micromuerte—;y que siempre llevan antisépticos «para curarles los morros» antes de devolverlos al agua. Incluso llevan cunas grandes con agua, tipo piscinas, para que no sufran entre la captura y su regreso al embalse.

«No vamos con una caña y una pica, vamos con muchos equipos en los que invertimos mucho dinero», aclara la joven pescadora. Cámaras acuáticas o barcas teledirigidas componen también el material de esta modalidad de pesca deportiva, con un centenar de aficionados en Segovia. 
 «Nos comemos mucho la cabeza para pescarlos. Estudias la profundidad, la temperatura del agua, su comportamiento, el porqué unas veces comen y otras actúan con recelo… llegamos a utilizar hasta cámaras subacuáticas. Es una especie de juego para ver cómo podemos engañar al pez y capturarlo», apunta Carlos, mientras su amiga aclara que «la gente piensa que los peces son tontos y para nada. Para pescarlos nos llevamos muchas horas ¡y hasta semanas!».

Especies invasoras. El objetivo es localizar las carpas y barbos de mayor tamaño para inmortalizarlos en una fotografía, antes de devolverlos al agua, algo que, paradójicamente, no estaba permitido en España al ser considerada la carpa como una especie invasora, comedora, por ejemplo, de las huevas de las truchas.  «Antes, por ley, todo ejemplar que sacaras lo tenías que matar», afirma Carlos, que en 2016 fue una de las cerca de 80.000 personas que se manifestaron en Madrid en contra de la sentencia del Supremo que incluyó al cangrejo, la trucha, la perca y la carpa común, entre otras especies, en el catálogo españoles de especies exóticas invasoras. 

Peces muertos en la orilla del pantano.Peces muertos en la orilla del pantano. - Foto: D.S.

«La carpa —explica Carlos— lleva dos mil años en España y se la considera una especie invasora cuando es un pez, como todos los ciprínidos, como el barbo y la tenca, que limpian el fondo de los embalses. Cuando empezamos a pescar los peces grandes en Juarros, siempre intentamos que se mantuvieran». En la actualidad, la normativa sí permite soltar a la carpa y al black blass o perca americana, aunque no a otras especies que deben matarse, como el lucio o los sirulos.

Lo sucedido en Juarros de Voltoya supone un auténtico drama para los amantes de la pesca; también para la deportiva y, en concreto, para la modalidad de ‘carpfishing’, pues sus practicantes ya tenían habilitados unos ocho puestos en este embalse. La mayoría acudía a Juarros, porque el resto de alternativas en la provincia de Segovia se antojan inviables.

Una opción es el embalse de las Vencías, situado al norte de la provincia, en el paraje denominado La Serranilla, en un gran cañón entre las localidades de San Miguel de Bernuy y Fuentidueña, en el río Duratón. «Entre las piragüas y los turistas, pescar es casi imposible, salvo que te cojas una barca y te vayas a una zona inaccesible. Si metes barca tienes ya que pagar navegación, que se suma al costo de la licencia, de estar federados», aseguran los pescadores.

Los pescadores Barbara Piña y Carlos Mate.Los pescadores Barbara Piña y Carlos Mate. - Foto: D.S.

Otro inconveniente es la distancia. Si llegar al pantano de Juarros supone unos 39 minutos en coche por la carretera CL-605 (43,5 kilómetros) el de Las Vencías se sitúa a 70,3 kilómetros de la capital (una hora y ocho minutos en coche), y el embalse de Linares a casi 100 kilómetros (99,7km) y un tiempo en coche de 1 hora y veinte minutos. El embalse de Los Ángeles de San Rafael está descartado porque «es una charca pequeña, solo se puede pescar con una caña y es truchero».

Es aquí donde reside otra de las quejas de los amantes de la pesca deportiva, al menos en España, donde, según coinciden Bárbara y Carlos, las normas son obsoletas y «están hechas para la trucha». «Nosotros hacemos carpa pero nos tenemos que someter a las normas de la Junta que solo piensa en las truchas. Lo curioso es que no hay apenas pescadores de trucha, van al black blass o a la carpa. ¿La razón? Pues que la normativa de la trucha es tan complicada que prefieren no pescarlas porque no saben si lo están haciendo bien o mal y no quieren arriesgarse a multas desorbitadas», afirma Carlos.

Seprona investiga y la CHD no encuentra «nada extraño». La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) «no ha encontrado nada extraño» en el análisis de la muestra de agua recogida en el embalse de Juarros de Voltoya, según la alcaldesa, Montserrat García. Por su parte, desde SEPRONA de la Guardia Civil, en respuesta a El Día de Segovia, han apuntado que «la investigación sigue abierta. Se han realizado pruebas y estamos a la espera de reresultados». Los pescadores sospechan que pudo producirse un vertido de purines al embalse.

Barbara Piña con un ejemplar capturado en el embalse segoviano.Barbara Piña con un ejemplar capturado en el embalse segoviano. - Foto: D.S.

«Aplican una ley que está obsoleta. Nos sentimos perseguidos». Carlos Mate practica el ‘carpfishing’ y tiene licencias para capturar en Castilla y León y Extremadura. Desde hace más de un año, Carlos experimenta una sensación insólita. «Es que tengo miedo a ir a pescar», afirma, después de explicar cómo entonces, hace un año, fue denunciado por un agente del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona). Estaba en el embalse del Pontón con su hijo Miguel al que estaba enseñando el funcionamiento de un barco teledirigido. «De repente llegó un agente de la Guardia Civil, con muy malos modales. Y sin decir ni las buenas tardes lo primero fue amenazarme con requisarme el barco (…) y sin explicarme el porqué, porque yo sigo pensando que la ley me permitía practicar el carpfishing. Al final me puso una multa de 4.000 euros por un anzuelo con muerte y por, supuestamente, cebar las aguas. ¡Increíble! Ese anzuelo es en realidad un arponcillo, de micromuerte, y cualquiera especialista sabe que es específico para la carpa».
Al día siguiente otro pescador y su hijo fueron sancionados —al parecer también por el mismo agente—a una multa de 6.000 euros. «Nos sentimos perseguidos!», afirma Carlos, en un argumento compartido por su amiga y pescadora Bárbara Piña, que recalca: «no somos trucheros, no queremos truchas y nos están aplicando una normativa que está obsoleta». «Veo a un Guardia Civil y me pongo hasta nervioso», afirma el pescador, que habla cómo en Extremadura el trato que reciben los pescadores de los agentes «es muy diferente» mientras que las multas son de una cuantía muy inferior, de dos dígitos.

Carlos Mate, veterano de la pesca de la carpa.
Carlos Mate, veterano de la pesca de la carpa. - Foto: D.S.