Verónica Aguado es una de tantas enfermeras del Hospital General que ha tenido que abandonar sus funciones habituales –en su caso en la zona conocida como ‘banco de sangre’– para ayudar a paliar la carga asistencial que sufre el complejo. «El carácter es importante. Tienes que ir con fuerzas porque el día a día es duro, explica. Su jornada comienza con el cambio de turno. En ese momento comprueba las incidencias que se han podido producir a lo largo de las últimas horas y prepara la medicación y las analíticas de los pacientes que tiene asignados para desempeñarse con la eficacia que requiere el momento. «Porque intentamos no entrar más veces de las que son estrictamente necesarias», apunta.

Como muchos de sus compañeros, coincide en señalar la soledad de las personas ingresadas como la circunstancia más dura con la que tienen que lidiar: «Para la gente que no está acostumbrada a los hospitales, la situación es muy estresante. Hay mucha gente mayor que no sabe utilizar los teléfonos móviles y que no se puede comunicar con su familia». Por eso, Verónica trata de pasar el mayor tiempo posible con ellos. Cuando acaba su turno, en casa le espera su chico. «Hay días que llegas desanimada y necesitarías un abrazo pero ahora hay que protegerse», se despide.