Desahuciados por las otras okupas de los pisos de los bancos

Nacho Sáez
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La familia Iliev Dimitrova pide ayuda tras tener que abandonar su vivienda en Cantimpalos por la falta de salubridad provocada por el abandono de Solvia de los pisos que tiene vacíos. Algunos balcones acumulan capas de seis centímetros de excrementos

Mariyan y Mariya posan para El Día con sus hijos Maraiya y Vasil. - Foto: Rosa Blanco

Entre los miles de pisos vacíos en manos de bancos existentes en España, algunos están okupados por personas que no pueden pagar una vivienda o que se consideran antisistema, pero también hay otros que han sido tomados por seres vivos contra los que valen de poco los sistemas de alarmas que en las últimas semanas se anuncian en prensa, radio y televisión como si fueran el gimnasio al que hay que apuntarse después del verano para recuperar el estado de forma. Una necesidad que se antoja discutible al menos en el caso de todas esas promociones de casas que sucumbieron al pinchazo de la burbuja inmobiliaria y que ahora tratan de lograr una segunda oportunidad en el mercado a través de los suculentos precios que fijan las entidades financieras. Mientras que intentan evitar que el okupa entre por la puerta, la inmundicia se cuela por la ventana. Es precisamente esto lo que ocurre en Cantimpalos con el agravante de que una familia vecina de este municipio que paga todos los meses su hipoteca se ha tenido que marchar de su casa por la falta de salubridad.

«Es asqueroso», dice Maraiya Mariyanova Iliev. A sus 9 años debería haber podido disfrutar durante el confinamiento, junto a su hermano pequeño, del patio de que disponen junto a la cocina. Sin embargo, no ha habido para ellos juegos y diversión por el miedo de sus padres a que puedan enfermar. Y no de coronavirus sino como consecuencia del estado de abandono en el que se encuentran los balcones y patios del resto de pisos que van a dar a esa zona del inmueble. Todos menos uno están vacíos y son propiedad de Solvia, la plataforma inmobiliaria que creó el Banco Sabadell durante la crisis de la construcción para tratar de soltar lastre y que vendió hace un año a un grupo sueco. 

A pesar de la mascarilla, el mal olor penetra en quien se atreve a poner un pie en ese patio. Los excrementos de palomas llegan hasta donde alcanza la vista y, en algunas zonas, forman capas que pueden alcanzar un grosor cercano a los seis centímetros. Los vídeos que han grabado Mariya Dimitrova Dimitrova y Mariyan Iliev Georgiev –que se podrán visionar a partir de este próximo lunes en www.eldiasegovia.es– muestran todavía más de cerca la tremenda suciedad que se acumula sin que Solvia se dé por aludida ante los requerimientos desesperados de este matrimonio búlgaro, que ha visto cómo su sueño cumplido de comprarse una casa se ha transformado en una pesadilla sin final.

Capa de excrementos en dos de los balcones de los pisos vacíos de Solvia en este bloque.Capa de excrementos en dos de los balcones de los pisos vacíos de Solvia en este bloque. - Foto: Rosa Blanco

Tras más de una década afincados en Cantimpalos decidieron dar el paso de convertirse en propietarios y firmar una hipoteca. «Llegamos con mucha ilusión», cuentan. Ella, trabajadora en una empresa hortofrutícola, y él, empleado de una granja porcina, pusieron sus ahorros hace dos años en lo que creían que era una muy buena oportunidad. Hoy todavía Solvia tiene colgados a la venta en su página web pisos en este mismo bloque de viviendas situado en la Carretera de Pinillos. De uno, dos o tres dormitorios y una superficie de entre 53 y 91 metros cuadrados, son publicitados por el portal inmobiliario entre anuncios que aseguran nuevos descuentos y que su coste está rebajado a más de la mitad respecto a su precio real. El de un dormitorio, valorado inicialmente según Solvia en más de 73.000 euros, se quedaría en 36.000, mientras que los de dos y tres dormitorios habrían pasado de 99.000 y 111.000 euros a 47.000 y 52.000 euros, respectivamente. Una ganga a priori.

Lo que no se esperaban Mariya y Mariyan es que no iban a encontrar la manera de limpiar ese patio que, en lugar de ser sinónimo de recreo, constituye la representación de un palomar, incluso con animales muertos y huevos abandonados. Después de dos años de lucha sin éxito han decidido poner tierra de por medio y marcharse a otra casa en régimen de alquiler en el propio municipio de Cantimpalos, aunque siguen pagando la hipoteca. «Porque aquí no se puede vivir. Nuestros hijos se iban a poner enfermos», apuntan mientras muestran resignados a El Día de Segovia el terreno conquistado por las palomas.

La única ventana de su cocina da precisamente al patio. Cuando preparaban aquí la comida, no podían ventilar porque era casi peor el remedio que la enfermedad. Lo mismo ocurre con el baño y con una de las habitaciones, que permanecen con las persianas bajadas y cerradas a cal y canto para que no se cuele en el interior de la casa ni el mal olor ni algunas de las plumas que van soltando los animales que anidan. Para frenar su avance, la solución que idearon en la comunidad de propietarios fue colocar en la cornisa una red que impidiera el paso de las palomas, pero al cabo de un tiempo se rompió y no han vuelto a alcanzar un acuerdo para sustituirla, pese a que su coste ronda apenas los 50 euros.

Malla colocada en la cornisa y que está rota.Malla colocada en la cornisa y que está rota. - Foto: Rosa Blanco

«Rogamos por favor que Solvia nos haga caso y limpie los pisos que tiene vacíos», insisten Mariya y Mariyan, que han solicitado a través de un abogado un informe veterinario para tratar de certificar los riesgos para su salud y la de sus hijos que supone vivir en estas condiciones. No saben durante cuánto tiempo podrán soportar el pago simultáneo de la hipoteca y del alquiler en el que se han embarcado. «Si no nos dan una solución, a lo mejor tendremos que dejar la hipoteca”, plantean, al tiempo que abren la puerta del patio y se escucha el vuelo despavorido de las palomas, que huyen al escuchar ruido y ver interrumpida la paz que para ellas supone el abandono de la mayoría de las viviendas del bloque.

El letrado de esta familia, César Gómez, pone el acento en la situación de indefensión en la que se encuentran. «El hecho de que cuando llegaran esto ya estuviera así no quiere decir que lo tengan que aguantar», remarca. Esta redacción ha tratado de ponerse en contacto con Solvia para recabar su versión, pero al cierre de esta edición todavía no había recibido ninguna respuesta. La única huella de esta plataforma inmobiliaria en estas casas a las afueras de Cantimpalos son los métodos ‘antiokupas’ que tiene instalados: avisos en las puertas de que cuentan con sistemas de alarma y ventanas a pie de calle tapiadas. Lo que no se ve desde la calle ni en las fotografías que publica en su web es el deterioro que se esconde dentro por la falta de mantenimiento. Tampoco la desesperación de una familia que solo quiere recoger los frutos de su esfuerzo y disfrutar de una vida tranquila en la casa que compró para echar raíces. Mientras tanto han sido ‘desahuciados’ por las otras okupas de los pisos vacíos de los bancos.