Son expertos en escalada, barranquismo, esquí o espeleología y siempre están listos para intervenir. El mejor ejemplo son las últimas inundaciones en Mallorca: cuatro de ellos se marcharon a la isla para colaborar en labores de emergencias y en la búsqueda de desaparecidos y los otros dos se quedaron en Segovia. Daban igual las libranzas, todos se ofrecieron a trabajar. Las exigencias que se le suponen a un cuerpo de élite se cumplen con rigor en el Equipo de Rescate e Intervención en Montaña (EREIM) de la Guardia Civil en Riaza.
Durante las 24 horas y los 365 días del año, al menos dos agentes permanecen alerta por si entra un aviso y tienen que coger el equipamiento y dirigirse a la montaña. Y no se trata de efectivos cualquiera. En esta unidad se encuentran algunos de los mejores del cuerpo, que previamente han tenido que superar pruebas marcadas por una dureza extrema. Además, son sometidos a un minucioso entrenamiento durante nueve meses y, una vez ya dentro del servicio de montaña de la Guardia Civil, se enfrentan cada cierto tiempo a unos exámenes que pueden llegar a suponer su expulsión, en caso de resultado negativo. De ahí que las actuaciones que protagonizan a lo largo del año –en 2018 fueron alrededor de medio centenar– no representen con fidelidad y no se correspondan con el nivel de formación, esfuerzo y compromiso que implica pertenecer al EREIM.
Es miércoles por la mañana y el cabo Rubén Darío Tejedor y los agentes José Arencibia, Santiago Varadé y Samuel Rupérez se han quedado en el cuartel por la realización de este reportaje. Si no, estarían fuera entrenando. Faltan Pablo Solán y Ángel Lara, con los que se completa el EREIM de Riaza, que debería contar también con un sargento, aunque en estos momentos la plaza se encuentra vacante. En las instalaciones de la casa-cuartel de Riaza disponen de un pequeño gimnasio y de un rocódromo. «Pero sólo lo utilizamos cuando no nos queda otro remedio porque no podemos salir por el mal tiempo. Si no, vamos a escalar en pared o al Pico del Lobo», señala el cabo Tejedor, al mando de un equipo en el que no hay ningún segoviano.
Práctica en el rocódromo que tienen en el cuartel. - Foto: Rosa BlancoEl propio Tejedor es de León; Arencibia, de Canarias; y el resto, de Madrid. Todos tienen en común, eso sí, su vocación por las intervenciones en montaña. «Puede parecer que se vive bien, pero cuando salimos –que normalmente lo hacemos en binomios, en parejas, y si la cosa se complica con más efectivos– mi vida está en las manos de un compañero y la suya en las mías», apunta el agente Rupérez. A pesar de ese factor de peligrosidad, son decenas de guardias civiles los que optan cada año a ingresar en el servicio de montaña, que hace dos años cumplió medio siglo de existencia.
El aumento de las actividades de ocio al aire libre de la población durante la década de 1960 supuso también un incremento de los rescates en áreas de montaña. Para atender esa tendencia, en 1967 se crearon las Unidades de Esquiadores-Escaladores, posteriormente convertidas en los actuales Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM). Aparte de las obvias, entre sus misiones también se encuentra la seguridad ciudadana y el orden público en instalaciones deportivas de montaña y competiciones organizadas en este medio, la conservación de la naturaleza y la investigación de accidentes. En este sentido tienen rango de policía judicial y su presencia se hace necesaria para el levantamiento de un cadáver en zonas montañosas.
Repartidos por zonas geográficas, el EREIM de Riaza está incluido en el Área de Navacerrada junto a las secciones, grupos y equipos de la propia Navacerrada, Barco de Ávila, Ezcaray y Arenas de San Pedro. Su ámbito de actuación, mientras, se extiende por la Sierra de Ayllón, la vertiente norte de Somosierra, por parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y también por Guadalajara, donde sus integrantes, cuentan, se enfrentan a un determinado tipo de intervenciones. «Son menos técnicas que a lo mejor en los Pirineos pero más pesadas, porque suelen ser pateos por la nieve, de noche, cargados con material...», indica el agente Varadé.
Práctica sobre una pared helada. - Foto: Foto cedida por el Ereim de Riaza.El teléfono corporativo puede sonar en cualquier momento. Al otro lado del hilo, el centro de coordinación les traslada la información que ha llegado a través del 112 o del 062 y enseguida se ponen en marcha. En el cuartel de Riaza, ellos cuentan con un edificio propio y en una de las habitaciones guardan todo el material que necesitan. Cascos, cuerdas, frontales, esquíes, camillas, arneses, crampones… «Cuando entra una llamada, me paro y pienso a dónde voy, qué es lo que necesito y qué es lo que voy a hacer», desvela el cabo Tejedor. Una vez respondidas esas tres preguntas, cargan el vehículo y se dirigen al lugar, que puede ser un barranco, una cueva, una cima o lugares más mundanos como el campanario de una iglesia.
Los integrantes del EREIM de Riaza recuerdan la ocasión en la que tuvieron que escalar por la fachada de un templo porque una cigüeña permanecía allí muerta. O esa otra vez en la que tuvieron que rescatar a un hombre que se había caído en una tumba. Su trabajo no sólo se limita a la montaña, aunque sí que es esta el escenario de la mayoría de sus actuaciones. En contra de lo que se pudiera pensar, la masificación del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama denunciada desde diversos colectivos no ha conllevado una intensificación del trabajo para esta unidad. «La mayoría de los problemas están en la zona de Navacerrada y ahí a nosotros no nos toca», aclaran, al tiempo que llaman la atención sobre lo «subestimadas» que están las montañas en la sierra de Ayllón.
FALLECIDO. Las imprudencias y negligencias figuran detrás de la mayoría de rescates que abordan. «La gente sale sin planificar su ruta, mal equipada y, cuando se quiere dar cuenta, se ha metido la niebla y hace frío», alerta el cabo Tejedor, quien no se olvida de su primera misión con un fallecido: «Tuvo un accidente, iba acompañado de otra persona y comunicarle el fallecimiento fue muy duro». La montaña está llena de peligros y ni siquiera ellos se acostumbran. La propia Guardia Civil les somete a exámenes para que la calidad y eficacia del servicio no descienda, pero no están libres de sufrir accidentes.
Rescate en un barranco. - Foto: Foto cedida por el EREIM de Riaza.Tener lesiones es moneda de cambio común, además, porque en ocasiones les toca evacuar a heridos en camilla por paredes casi verticales. O realizar rescates en helicóptero en condiciones climatológicas adversas. ¿Pasan miedo? «Yo me pongo en modo automático y hago las cosas para las que estoy preparado. Luego si lo piensas a lo mejor sí que te das cuenta del peligro que has corrido», asevera el cabo Tejedor. «Yo sí que he sentido miedo varias veces en el sentido de temer por mi integridad física, pero sabemos lo que tenemos que hacer», interviene el agente Rupérez.
El sentido de pertenencia que muestran los componentes del EREIM de Riaza resulta clave para explicar la naturalidad con la que se enfrentan a la montaña. En un cuerpo jerarquizado como la Guardia Civil, aquí los rangos se diluyen. «Somos como una familia», subraya el cabo Tejedor. «La generosidad y el compañerismo en este servicio son primordiales y todo el mundo lo entiende. Si viene un sargento que no conoce la zona, lo lógico es que se deje aconsejar por el agente que lleva seis años». Ellos predican con el ejemplo en cuanto a compromiso. Cuando se produjeron las inundaciones en Mallorca, todos se ofrecieron a viajar. Aunque en ese momento estuvieran librando. De hecho, los que al final acudieron fueron activados a las ocho de la mañana y un par de horas después estaban cogiendo un avión a la isla.
De esa experiencia recuerdan especialmente la gratitud de la familia del pequeño Arthur –el niño de 6 años que desapareció en las riadas– después de que hallaran su cuerpo. Suelen tener la recompensa del agradecimiento de las personas a las que rescatan. «Aquí un médico de Madrid se rompió el tendón rotuliano, le bajamos y al tiempo nos hizo una visita y nos trajo una cesta de Navidad», relata el agente Arencibia. Las cajas de los polvorones siguen intactas en el cuartel. Casualidad o no, lo cierto es que los integrantes del EREIM de Riaza cumplen a rajatabla con las exigencias físicas que se le suponen a un cuerpo de élite de montaña como el que forman.