La extensa ficha policial del Lagartijo

Nacho Sáez
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Antes de cometer supuestamente el último asesinato registrado en Segovia, José Luis M. J. acumulaba antecedentes desde mediados de los noventa. Ahora estaba a la espera de juicio por echar disolvente a técnicos de ambulancias y amenazar con quemarlos

A la izquierda, la foto que se difundió tras el asesinato. A la derecha, la de su ficha policial. - Foto: DS

El inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente dedicó el número veinte de sus ‘Cuadernos de campo’ a los lagartos y las lagartijas. Diseccionaba su aspecto y dimensiones, su distribución ecológica y geográfica, sus técnicas defensivas y de caza o la cronología de la reproducción, y se detenía también en algunos de los representantes de sus familias. Como la lagartija ibérica, muy conocida por su relativa abundancia y por su frecuente presencia en el centro de las ciudades e instalada en el imaginario popular por su carácter escurridizo. José Luis M. J., más conocido como ‘El Lagartijo’, no ha hecho justicia a este animal tan íntimamente ligado a la infancia en su último intento por escapar. En su caso no de los botes  en los que los niños suelen atrapar a estos reptiles sino de las esposas de las fuerzas de seguridad.

El pasado viernes 28 de agosto un oficial y un agente de la Policía Local pusieron punto y final en la Calle de los Bares a una búsqueda que se había prolongado durante casi 40 horas. El Lagartijo, principal sospechoso del último asesinato cometido hasta el momento en Segovia, se encontraba frente a la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León a la espera de ser atendido, parece que ajeno a que su fotografía incluso estaba en la portada del periódico. «Es probable que ni siquiera fuera consciente de que había matado a otra persona», cuentan fuentes judiciales que han tenido acceso a su expediente. En él figuran una serie de informes psiquiátricos que remarcan que tiene sus facultades alteradas. Una circunstancia, añaden esos mismos informes, que debe ser tenida en cuenta a la hora de imponerle una condena judicial.

La sentencia que dictó a su favor el Juzgado de lo Penal de Segovia hace poco más de un mes no tuvo que ver con esta dificultad para discernir entre el bien y el mal, pero el caso que le llevó al banquillo de los acusados resume el historial de este palentino afincado en Segovia. Nacido el 8 de junio de 1976, se enfrentaba a dos años de prisión por romper presuntamente hace dos años una de las ventanillas de un Citröen Berlingo que se encontraba aparcado en la calle Doctor Tapia y robar una nevera eléctrica y una hamaca. Esta vez le salvó que el testigo que le reconoció incluso fotográficamente en la Comisaría no ratificó posteriormente en el juicio su declaración policial, pero su ‘hoja de servicios’ habla por sí sola.

La extensa ficha policial del LagartijoLa extensa ficha policial del Lagartijo

Según la información a la que ha tenido acceso esta redacción, El Lagartijo cuenta con antecedentes policiales en Segovia desde 1994, justo cuando cumplió la mayoría de edad. En ese primer año de vida adulta acumuló tres detenciones por robos con fuerza, su especialidad en la carrera delictiva que haprotagonizado en nuestra provincia en el último cuarto de siglo. Encarna un rostro muy conocido hasta para los agentes de policía más jóvenes, que cuentan que durante la cuarentena por la pandemia del coronavirus le tuvieron que dar el alto en numerosas ocasiones por saltarse el confinamiento.

Se había convertido en un habitual del barrio de San Millán, donde se dejaba ver con un cuchillo de cinco centímetros, tal y como aseguró a El Día de Segovia una vecina que prefería no desvelar su identidad. También apodado ‘El Quemao’ porque era adicto al pegamento y se provocó heridas al encender un mechero sin percatarse de que tenía impregnado disolvente en su ropa, reconocía abiertamente sus problemas de adicciones. En una de sus comparecencias en el juzgado explicó que consumía a diario cocaína y heroína y aseguró que había iniciado los trámites para recibir tratamiento de rehabilitación en un centro.

Su viaje tendrá que continuar en la cárcel, donde ingresó el pasado viernes al apuntar todas las evidencias contra él por la muerte de Abel H. B., de 37 años, en una casa okupada de la calle Velódromo. «Fue a matarle», relataba uno de los testigos, Antonio ‘El Astuto’, pocas horas después del suceso. «Para asestar esa puñalada tan certera hay que saber hacerlo muy bien. Fue como si te pinchan con un alfiler, no había casi ni orificio de entrada, pero fue directo al corazón. Iba con intención de matarle», añadía.

Si al final de la investigación es procesado y se le declara culpable en el juicio, El Lagartijo habrá puesto la guinda a su escalada violenta. De los robos con fuerza que marcaron sus primeras detenciones y sus primeras conducciones a la Comisaría pasó a acumular también delitos de amenazas, lesiones, resistencia y desobediencia a la autoridad y malos tratos físicos en el ámbito familiar. Ahora se encontraba a la espera de juicio por haber arrojado disolvente supuestamente a técnicos de emergencias sanitarias a los que amenazó con quemar. Como una lagartija, ha trepado todos los escalones del mal aunque por suerte no ha sido escurridizo para no dejarse atrapar.