«Somos iguales que hace cinco siglos»

Sergio Arribas
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Titulada Superior en Dirección y Dramaturgia, Ana Zamora inicia su carrera en 2001, con Nao d'amores, compañía con sede en Segovia, especializada en el teatro prebarroco, con la que ha estrenado una docena de espectáculos y logrado numerosos premios

La directora teatral y dramaturga segoviana, Ana Zamora. - Foto: Rosa Blanco

En la ‘casita del Socorro’, sede de Nao d’amores, me cito con Ana Zamora, que hace un parón en los ensayos de su próximo estreno ‘Nise, la tragedia de Inés de Castro’. Su exitosa trayectoria no le ha nublado el carácter, de mujer sencilla y cercana. Ya se sabe que la  humildad es virtud de personas inteligentes.  «Nunca he perdido la perspectiva de estar con los pies en la tierra», dice la directora teatral.

Nao d’amores es especialista en teatro prebarroco, medieval y renacentista. Usted comentó que en su pureza, sin aditivos, este teatro ‘primitivo’ se convierte en totalmente actual... 
Humanamente somos iguales hoy, si me apura, que en la época de los australopithecus. Somos exactamente iguales que hace cinco siglos. En cada texto que analizo, lo veo más claro. Los conflictos trascendentales de la existencia, los miedos, los amores, los anhelos... siguen siendo los mismos.

Está en plenos ensayos de ‘Nise, la tragedia de Inés de Castro’… 
Es un reto porque no se había hecho antes en este país, indagar en un género tan poco escenificado como es la tragedia renacentista. Hablamos de finales del siglo XVI y de una serie de autores que se lanza a una recuperación del ámbito clásico-tráfico y traerlo a la identidad española a través de la famosa historia, del mito de Inés de Castro.

Me he leído la historia de la noble gallega, emparentada con los primeros reyes de Castilla, que murió apuñalada ¡Menudo folletín!
Es teatro medieval y además histórico. Y basado en hechos reales. Es como una telenovela, aunque es muy difícil saber lo que es leyenda de lo que fue histórico. Es una tragedia impresionante. Ha pasado a la historia como un crimen amoroso pero fue realmente un crimen de Estado.

¿Qué debe tener una historia para que ponga sus ojos en ella?
No lo sé. Funciono por intuición. Hay cosas que me enamoran, en general, pero hasta que no me pongo a trabajar y solo después de unos meses no entiendo qué es lo que me apasiona de ellas.

Nao d’amores navega a todo trapo, con 18 lonas, una por cada año de trayectoria. ¿Imaginaba que este barco iba a tener tanto recorrido?
Nunca me ha gustado mucho imaginar el futuro. En esto del teatro el objetivo no es llegar a algún sitio. Es el propio viaje, la propia navegación. Lo importante es lo que estamos haciendo hoy en día y ese navegar por navegar.

¿En qué puerto le gustaría arribar? me refiero a algún teatro o escenario donde le gustaría actuar?
Pues la realidad es que he hecho casi todos. Comedia Aquilana se ha representado en el Teatro de la Comedia, he trabajado para el Centro Dramático Nacional, hemos hecho toda Latinoamérica, el ‘Auto de los Reyes Magos’ lo representamos en el Piccolo Teatro de Milán… Sí me gustaría pisar Inglaterra, que es cuna del teatro y no lo hemos conseguido todavía.

Pregunta típica, aunque irrenunciable, forzada por la curiosidad. ¿Cuándo pensó dedicarse a este mundillo? No me diga que, de niña, ya escribía sus propias obras….
Siempre he estado muy vinculada al mundo de la cultura en la ciudad. Y el teatro, tal y como lo concibo, es una fusión de artes, con lo cual creo eso va haciendo un poso desde pequeña. Titirimundi, Folk Segovia, el Taller Municipal de Teatro... fueron experiencias que armaron mi manera de entender la vida.

Mi amigo Mariano se hizo unas tarjetas, para repartir en horario nocturno, donde ponía: ‘animador de fiestas y actor de cine adulto’. De no ser dramaturga y directora teatral, ¿a qué se hubiera dedicado?
No me imagino en otra profesión. En su momento, me quise dedicar a la historia, por influencia de mi padre [Alonso Zamora]. De mi madre [Teresa Tardío] aprendí todo lo que tiene que ver con la etnografía. Y su enorme capacidad de sociabilización (se ríe).

Zamora no se conquistó en una hora. ¿Cuál es el truco para conquistar su atención y afecto?
Quizá con el trabajo con ilusión. La gente que se compromete con las cosas es la que más me apasiona.

Se alza el telón y aparece Ana Zamora. Parece el comienzo de un chiste. ¿Nunca se toma nada a broma? ¿qué es lo que le hace gracia?
Tengo poco humor porque me tomo las cosas muy a pecho. Sin embargo, sí me hacen mucha gracia las cosas de teatralidad muy básica. Por ejemplo, la escatología en los títeres. Me parto de risa con las cosas escatológicas y más básicas, pero en la vida real no soy de humores.

Cuando estrenó en Segovia  ‘El penal de Ocaña’, adaptación de la novela homónima de su abuela, María Josefa Canellada, afirmó «nuestra responsabilidad es que todo acto teatral sea un acto político». ¿Sigue pensando lo mismo?
Cada día más. Y además creo que es una cosa que no puede dar lugar a polémicas, porque es la propia naturaleza de la teatralidad.

Recuerdo que el PP dijo que estas manifestaciones confirmaban el «sesgo doctrinario y fundamentalista» de alguna parte de la cultura que subvenciona el Ayuntamiento. ¿Tiene muchos enemigos?
Que yo sepa, no muchos. Cuando a uno le va muy bien, siempre hay envidiosos que no lo encajaban bien, pero yo me he movido en un ámbito en el que no molestaba ni competía con mucha gente, con lo que tengo menos enemigos que otros teatreros.

¿Se perdona el éxito en este país?
Es que yo no tengo sensación de éxito, todavía. Creo que no perdido nunca la perspectiva de estar con los pies en la tierra. 

El arte jamás ha de intentar ser popular. El público es el que ha de intentar ser artista (Oscar Wilde).
Siempre trabajo con referentes populares, pero jamás he intentado ser populista. De hecho, a veces parece que nuestro teatro podría ser elitista y creo que hemos demostrado que la alta cultura tiene que estar al servicio del pueblo y que el pueblo lo necesita y lo agradece.

¿Con qué musica se levanta? ¿Música renacentista o barroca?
Ahora mismo que estoy en proceso de ensayo, me levanto escuchando a los actores en las habitaciones de al lado y, por tanto, música del renacimiento, del siglo XVI. Pero a veces necesito un poco de rock&roll para venirme arriba. Hay mucha gente que se sorprende al subirse a mi coche y comprobar que siempre pongo de Extremoduro para adelante… (se ríe)

No se le escapa alguna vez hablar en verso…
Constantemente. El otro día paramos el ensayo para ir al Villancico de San Frutos. Me metí corriendo a cantarlo. La entonación me salía bien, pero luego lo canté en fonética del XVI.

Y si tuviera enfrente al Cristo de los Gascones, ¿qué le diría?
Yo creo que nos lo hemos dicho ya todo (se ríe).

Directora de la última gala de Los ‘Goyas’ teatrales, los Premios Max de las Artes Escénicas. ¿Repetiría?
¡Nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre! (se ríe). Fue una experiencia muy potente, aprendí muchísimo, pero me interesan más las artes escénicas, el código teatral. En Segovia gusto mucho. Una amiga me comentó que estaban en el Bar Santana y quitaron la música para ver la gala por televisión. ¡Qué ilusión!.

Dirigió ‘Comedia Aquilana’, de Torres Naharro, que fue Premio Max al mejor diseño de vestuario. ¿Para cuándo una obra suya con tacones y lentejuelas?
Ohhhh¡ La obra manda, pero me resulta muy difícil verme reflejada en un teatro de ese tipo. Alta comedia, de momento, no está en mis planes. Pero nunca se sabe...

¿Para qué le faltan tablas?
Para esas reuniones más políticas o burocráticas. Ahí me manejo peor.

Con esto de la exhumación del dictador, ¿que sintió al ver a sus nostálgicos?
Si yo pusiera sobre el escenario esos personajes nadie creería que pertenecen al mundo real.

¿Nunca se planteó saltar al mundo de la interpretación?
Nunca me he planteado ser actriz. Hubiera sido la peor de la tierra. De hecho, en el taller municipal de teatro, cuando empecé, me tocaba salir al escenario y para mi era terrorífico. Por eso me empeño mucho de que la gente entienda que el teatro son miles de oficios, que uno se puede acercar a las artes sin tener que obligarse a subir a un escenario. 

«Cortaría dos cosas en esta comedia: el segundo acto y el cuello del actor secundario. (Noël Coward)» ¿A algún actor le hubiera cortado el cuello? 
Todos los días (se ríe). Sí, sí.. Pero la culpa seguramente es mía porque no les estoy dando las referencias para que ellos puedan trabajar. Es muy fácil proyectar en el actor las incapacidades del director.

¿Cómo se dice a un actor eso de  «Tú no vales, lo siento»?
Tengo muy poca mano izquierda y creo que hay que tenerla, y más en el ámbito del arte, porque estamos todos en pelotas sobre el escenario, somos seres muy frágiles. Entonces yo no siempre tengo esa delicadeza, pero hay que aprender a tenerla.

¿A qué no está dispuesta a renunciar?
A esta manera de vivir el teatro como yo lo vivo.