Un vergel a las puertas de Logroño

SPC
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Con los Cameros a la espalda, los ríos Iregua y Leza dejan en su camino hacia el Ebro una fértil vega de huerta, olivar y viña

Un vergel a las puertas de Logroño

El agua que baja de la sierra abre cañones, deja paisajes de ensueño y riega feraces huertas cuando se calma. El Iregua, que forja el paisaje del Camero Nuevo, obra el milagro al cruzar las peñas de Viguera y crea un vergel que se abre a la vista hasta Logroño. Es un río bravo, que sacia la sed de la capital y alimenta el embalse de La Grajera y la red de acequias que llevan agua hasta el último huerto de la comarca. Desde el Camero Viejo, el Leza se abre a la llanura tras desencajarse del cañón al que da nombre antes de hermanarse con el Jubera en Murillo.

Con este aporte hídrico, no es difícil que la tierra dé frutos, en cantidad, variedad y calidad. El territorio produce cereal, vino, aceite, hortalizas y fruta, reconocida por figuras como la marca colectiva Ciruela de Nalda y Quel, que tiene en estos pagos a la Claudia Reina Verde como una de sus estrellas, como también lo es otra fruta símbolo de La Rioja, amparada por la Denominación de Origen Peras de Rincón de Soto.

El apellido se lo lleva Rincón de Soto, pero esta pera, característica por su herrumbre superficial, llega también a los mercados y a las cestas de la compra desde fincas de Nalda, Albelda, Alberite, Villamediana, Lardero y Murillo.

La ciruela es la reina indiscutible en Nalda, que le dedica unas jornadas anuales. La Claudia Reina Verde se comercializa en fresco o como pasa, producida siempre con métodos tradicionales en 16 municipios riojanos y con su dulzor característico, un ADN que aportan los valles del Iregua y el Cidacos.

Menos pegado a las riberas, el olivo aporta lo suyo al patrimonio agroalimentario riojano en alguna almazara local. Otra delicia de la gastronomía de la tierra, el chorizo riojano, tiene en la zona productores artesanales e industrias de renombre, con fábricas en Nalda y Albelda, que llevan el sabor del afamado embutido por todo el país. El vino también traspasa fronteras, con etiquetas que ponen a Murillo o a Alberite en el mapa del Rioja. Aunque no es exclusivo de estos pueblos, el Pan Sobado de La Rioja acompaña a todos esos manjares con su marca colectiva. Como en otros lugares, no falta en restaurantes y hogares, que aprecian su textura compacta y blanda.

Huerta, viña, olivar y cereal quitan el hambre, pero la comarca no desmerece ni en paisaje ni en patrimonio. En cuanto el Iregua traspasa Peña Bajenza (941 metros), con el Camero Nuevo a sus espaldas e Islallana a sus pies, el castillo de Nalda toma el testigo como vigía. La localidad asombra también con su complejo rupestre de Los Palomares.

El Iregua desciende animoso hacia su encuentro con el Ebro en Logroño. A la sombra de chopos y alisos, la vía romana discurre en paralelo al cauce para disfrute de peatones y ciclistas.

Hacia el sureste, el río Leza forma, entre Soto en Cameros y Leza, un cañón que ilustra guías turísticas con estampas espectaculares. Una senda que puede tomarse cómodamente en Leza de Río Leza permite a los andarines caminar al hilo del cauce y extasiarse bajo las paredes del desfiladero.

Ya con sus aguas sosegadas, se funde con el Jubera en Murillo de Río de Leza. Desde cualquier rincón de la localidad de los dos ríos aparece majestuosa la iglesia de San Esteban Protomártir, de los siglos XVI a XVII y proporciones catedralicias que dejan boquiabierto al visitante. Murillo guarda tradiciones singulares, como La Charramandina, que se canta y se baila por San Roque.

Por tierras del Jubera. Aguas arriba, el paisaje se endurece con predominio de la roca y el presentimiento de adentrarse en territorio azotado por la despoblación. En Jubera, el castillo habla de tiempos gloriosos y el paraje de las antiguas minas de plomo invita a imaginar el repiqueteo de la machacadora y de los picos de los obreros en una explotación que dejó una prosperidad efímera.

Los mapas dejan constancia en el Valle del Jubera, entre apretadas curvas de nivel, de aldeas abandonadas o silenciadas a la espera del trajín del fin de semana. De tejados venidos abajo saben también en el Camero Viejo. Soto, que resiste al declinar de tiempos mejores, clama contra el silencio 'vaciador' en dos de sus tres pedanías. Treguajantes está despoblada y Luezas lucha contra el abandono con el empeño de algunos vecinos. Trevijano mira desde lo alto un futuro que, hoy por hoy, vacía escuelas, pero que se abre a nuevas posibilidades a poco que las condiciones permitan ganarse la vida a menos de 40 kilómetros de Logroño.