Cien alas para volar

Patricia Martín
-

'Los diez lugares' de José Luis Martín Mayoral, fotógrafo aéreo.

Cien alas para volar - Foto: Rosa Blanco

José Luis Martín Mayoral ‘Mayo’ (Segovia, 1966) completó estudios de Técnico Especialista (FP2) en el Instituto Politécnico de Segovia. Desde 1997 es piloto de Paramotor titulado, y anteriormente, obtuvo el de piloto de vuelo libre en parapente. Fotógrafo especializado en imágenes aéreas. Trabaja en Collado Villalba (Madrid), en la ITV.  Mantiene con textos y fotografías aéreas, en Facebook con el nombre de ‘Segovia. El ojo del halcón’. Autor de la publicación ‘Segovia por encima de todo’.

1. Bar Santana. Años de juventud y de no tanta. Lugar de quedada con los amigotes y noches en vela abrazando a la música y aquella buena gente a medida que iban corriendo los años. Risas sanas y camaradería con la confianza de estos chicos de Mudrián. Donde conoció a la mejor madre que puede tener «mi querida hija Lola». Una recomendación especial para seguir las recetas y el buen hacer del restaurante El Benardino. 

2. Ipanema, Avenida Vicente Aleixandre. Vecinos que dan los buenos días y las buenas tardes con una sonrisa. Gente como de la familia siempre dispuesta a hacer favores, como dejar unas llaves o un sobre para que alguien lo pueda pasar a recoger. El pan de cada día, el pastel que te endulza un poco más la vida y el comercio «para tus olvidos». Otro rincón de confianza imprescindible, la Librería Entrelibros, en José Zorrilla

3. Alcázar. Cuando empezó a rodar por la vida, en esos primeros años, saliendo por una puerta de una casa en San Marcos, que se topaba con la inmensidad de una pared que acaba en unas infinitas agujas que pinchaban las nubes. El castillo de las hadas que le hipnotizaba, soñaba con poder llegar a volar como ellas y así fue, llegó ese día y pudo volar por encima del castillo de «mis noches de sueños». Mirada de vuelta y desde arriba esa puerta de la infancia. Capitán de un barco en la proa que navega por la tierra que separa las rocas. 

4. Nueva Segovia. En el Palo-Mirasierra, una juventud «pendenciera» le hizo despertar a la razón y al sentido común. Sus padres se dejaron la piel para sacar adelante a cuatro hijos. Ahora en Nueva Segovia, todo a unos pasos: cines, farmacias, parques o bibliotecas. La ciudad se desliza hacia el inmenso campo, donde el sol se quema al atardecer. Y en una calle, en Morillo, volvió a encontrarse con aquel amor de juventud que volvió para quedarse. 

5. La vega del Eresma. El río acompaña, el ardiente sol se queda entre las ramas de una larga alameda. El deporte le estaba esperando allí y, después de muchos años, volvió a cabalgar a lomos de mis piernas para correr de punta a punta, sin nunca querer irme de este privilegiado espacio. Paseos de domingo entre patos y garzas, de la mano de la persona que quieres, bajo puentes que evocan recuerdos y hacen más fácil el futuro. Resuena el martilleo de las monedas, los pájaros peinan sus plumas en caída libre desde los tejados de un castillo y una sombra alargada dibuja la silueta de la torre en el prado.

6. San Marcos. Griteríos de chavales calle arriba y abajo resuenan en la parte trasera de su corazón, en una infancia feliz, donde se perdían entre callejuelas, prados y montañas para volver cada atardecer llamados por sus madres confiadas. Vecinos con las puertas abiertas dispuesto a ayudar. Juegos interminables bajo el techo de las estrellas.

7. Museo Rodera Robles. Juega ser descubierto tras una angosta puerta. Sus originales muestras animan la curiosidad. Un regalo y honor de exponer sus fotografías en ‘En Segovia el tiempo pasa volando’.

8. Bosque de Valsaín. tortilla y bota en la mochila, para avituallamiento al lado del río. Andar y andar, una manta en suelo, música de agua rizada, valentía para cruzar el agua entre piedras que se mueven. Nieve en las botas en el frío y suave y fresca brisa cuando arden los trigos. Un lugar para perderse solo, acompañado o muy bien acompañado.

9. Subir y bajar. Todos los sitios desde donde despega, que quedan bajo sus botas y pasan resplandeciente por la mirada de su «pájaro de plumas prestadas». Allí donde aterriza, entre otros, por su magnética belleza, buscará Sepúlveda o Pedraza. 

10. Me quedo aquí. Segoviano convencido, ha aprendido a conocer y apreciar lo que tenemos y todo lo bello ya existe aquí, en Segovia y su provincia.