Ansiar el regreso de la normalidad no significa olvidar lo que ha ocurrido. Al menos en opinión del responsable de la Unidad de Cuidados Paliativos Domiciliarios en Segovia, Leandro Maroto, quien cuenta que echa de menos viajar o «poder tomar una cerveza hasta las once de la noche después de salir de trabajar los viernes por la tarde». Sin embargo valora también la importancia que, por ejemplo, ha cobrado la higiene con la pandemia. «Ojalá eso se mantenga», subraya sentado en un banco de la Plaza Mayor, desde donde mira con confianza al futuro.

Él ya tiene las dos dosis de la vacuna y está convencido de que la sociedad ganará esta batalla: «Antes o después tendremos un nivel de inmunidad de rebaño que nos protegerá y hará que la transmisión sea de otra manera. Se convertirá en una infección epidémica como la gripe, periódicamente habrá que vacunarse, habrá rebrotes, habrá población de riesgo, pero en un plazo de dos años yo creo que habrá pasado este episodio novedoso».

No han cambiado de momento los hábitos de este médico de 61 años, que permaneció al pie del cañón en los meses más duros de la pandemia y fue testigo de las grietas del sistema. «Nos habíamos ido muy lejos con la cabeza y habíamos perdido la realidad. En la Sanidad yo creo que era algo evidente. Se estaba hipertrofiando en cuanto a sus capacidades», reflexiona. También demanda un cambio en las residencias: «Un poco antes de la pandemia se quería prescindir del personal de enfermería, ha sido un desastre la gestión y sin embargo ya no hay ninguna denuncia sobre ello y siguen estando igual». A nivel personal tiene claro  cuál es su deseo. «Lo que más me afecta es la sensación de cautiverio del toque de queda».