Zlatan según Zlatan

Diego Izco (SPC)
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Ibrahimovic posa en San Siro el día de su despedida. - Foto: EFE

Según la 'escala Zlatan', el fútbol ha muerto. Todo lo que se jugó antes del 19 de septiembre de 1999 no mereció la pena; todo lo que se juegue a partir de ahora, no lo merecerá: Ibrahimovic, futbolista excepcional, persona de enorme corazón, personaje engreído y a veces insoportable, se ha retirado. Y en su escala de valores, donde se autoproclamó rey, dios y diversas 'fantasmadas' más, hoy el fútbol es mucho menos interesante. «No tengo menos cualidades que Messi o Cristiano. Soy el mejor del mundo» o «no merece la pena ver un Mundial sin mí» o «no echo de menos el Balón de Oro: él me echa de menos a mí» o cualquier otra de la inmensa colección del sueco hablando de sí mismo en tercera persona. 

Brillante y controvertido, ha amasado una carrera de 25 temporadas en (casi siempre) clubes de élite, con los que ha podido ganar 14 títulos de Liga en cuatro competiciones distintas. Pero todo estuvo a punto de terminar antes de empezar: con 15 años, apto para todos los deportes desde sus 195 centímetros y 91 kilos, sufrió un colapso y quiso irse a trabajar a los muelles de su Malmo natal, donde algunos de sus amigos ya 'hacían dinero' hace tiempo. «Elige solo un deporte y dale una oportunidad más», le recomendó su padre. Fue el fútbol, claro. Y la leyenda comenzó a escribirse pronto. 

Los primeros que enderezaron los versos torcidos del 'gigante' fueron Ronald Koeman y Fabio Capello. El primero le entregó el '9' en el Ajax y trató de pulir un estilo individualista en beneficio del colectivo; el segundo, en la Juventus, habló abiertamente de él como «el nuevo Van Basten» y le ayudó a funcionar como un 'islote' ofensivo, bajando balones imposibles, buscando (y encontrando) el gol en situaciones insospechadas. Ningún entrenador logró amaestrar a la 'bestia', ni siquiera Guardiola en la 09/10, la única que disputó en el Camp Nou; el «filósofo», seudónimo acuñado por el propio 'Ibra', jamás pudo integrarlo en la maquinaria de precisión de aquel Barça. 

El porqué estaba en la convivencia imposible con otro 'gallo' como Lionel Messi. Zlatan, según el propio Zlatan, no es gregario de nadie. De hecho, el único motivo por el que aceptó la oferta de la Liga estadounidense en 2018, cuando 'todavía' tenía 36 años, era volver a sentirse en la cima del mundo. Metió 53 goles en 58 partidos, su mejor media histórica por encima de los cuatro años (12/16) que estuvo en el PSG, donde anotó 113 en 122, y se aburrió de no competir. 

Y volvió a Europa, otra vez a San Siro, donde ha disputado nueve temporadas de su vida y, marcado en la última etapa por las lesiones, terminó despidiéndose del fútbol. O el fútbol de él. 

Las polémicas

Pero terminar un perfil de Ibrahimovic hablando solo de fútbol sería como relatar las hazañas del Dr. Jeckyll obviando las barbaridades que cometía Mr. Hyde. A Zlatan se le recordará por el increíble gol de chilena a Inglaterra, pero también por haber enviado al hospital a Materazzi y reconocerlo («Esperé cuatro años para hacerlo», recordando una dura entrada del italiano cuando 'Ibra' jugaba en la Juventus); se le recordará por el gol de los 1.000 regates en el área cuando estaba en el Ajax, pero también por el «ven a mi casa con tu hermana y te demostraré si soy homosexual» dedicado a un periodista cuando este le preguntó por una foto con Piqué, en la que parecían a punto de darse un beso (repitió cuando le preguntaron por unos arañazos en la cara y dijo «eso tienes que preguntárselo a tu mujer»); se le recordará por los remates de espuela, como patadas de taekwondo (tiene el cinturón negro honorífico), pero también por el «no conozco a nadie de la Liga francesa, pero todos saben quién soy yo», cuando fichó por el Paris Saint-Germain. 

El genio ingobernable, coleccionista de coches de lujo, 'gigante' capaz de decir cualquier barbaridad en cinco idiomas, uno de los futbolistas más magnéticos e influyentes en dos generaciones de aficionados, dice adiós dejando un verbo en el diccionario de la lengua sueca:«Zlatanear: dominar con fuerza». Pocos lo hicieron como él. Pocos lo harán.