Puñetas de vida

Nacho Sáez
-

La Justicia destaca el carácter conciliador y la sabiduría jurídica del exfiscal jefe de Segovia, Antonio Silva, fallecido a los 76 años, solo cuatro después de jubilarse.

El exfiscal jefe de Segovia, Antonio Silva, en octubre de 2017. - Foto: Diego de Miguel

En su despacho de la segunda planta del Palacio de Justicia, con balcón a la calle San Agustín, Antonio Silva (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1947-Puebla del Maestre, Badajoz, 2023) solía tener puesta música clásica. Quizás como declaración de intenciones para quienes atravesaban la puerta de su guarida. Tras su fallecimiento el pasado 5 de abril, todos los consultados por este periódico coinciden en subrayar su carácter afable y conciliador, además de por supuesto una sabiduría jurídica que desplegó a lo largo de más de cuatro décadas de trayectoria.

Ingresó en la carrera fiscal en 1974 y pasó por Vizcaya, Cádiz y Toledo antes de situarse al frente de la Fiscalía Provincial de Segovia en 2001. En la sede de la calle San Agustín, uno de los primeros casos relevantes que tuvo que afrontar fue el asesinato de la joven segoviana Cristina Gala Enjuto a manos de un compañero de la todavía entonces Universidad SEK, que conmocionó a toda Segovia y que se resolvió con una condena de veinte de años de cárcel tras el juicio con jurado que tuvo lugar en la Audiencia Provincial.

Ajeno a las asociaciones profesionales judiciales –no formaba parte de ninguna–, Silva lamentaba las injerencias políticas para poder progresar. «Yo jamás he podido acceder al Supremo o a una fiscalía de peso porque no era cromo para cambiar. Así me lo dijo un ministro cuyo nombre me voy a callar. Hay que partir de la base de que, tanto en la carrera fiscal como en la judicial, sólo el 50 por ciento –si llega– están asociados. El resto no pertenecemos a ninguna asociación y ese hecho implica que no existimos. Para las referencias públicas, para las huelgas, para la prensa…», criticaba.

Como fiscal jefe de Segovia estuvo inmerso en una polémica por su negativa a acusar en el caso de las prejubilaciones de Caja Segovia al no apreciar delito. La investigación de la gestión de Segovia 21 fue otro los asuntos que marcó el final de su carrera, en la que también fue partícipe de causas que causaron un gran impacto social. Como la muerte de un hombre en su domicilio de La Granja a manos supuestamente del hijo de su pareja. O el caso de la mujer que abandonó a su bebé recién nacido en un pinar de Chatún.

En abril de 2019 cerró su etapa como fiscal jefe de Segovia, cargo en el que fue sustituido por la actual fiscal jefa, Inmaculada Martínez, quien lamenta la «gran pérdida» que conlleva su fallecimiento. «Venía de una familia con una amplia raigambre jurídica, estaba muy preparado y era un fiscal de los de la antigua escuela. Y lo digo como un cumplido. Cuando don Antonio se ponía la toga y le veías por el pasillo, decías: 'Puf, un fiscal'. Yo a veces le tomaba el pelo y le decía que, para aparentar ser un fiscal como él, me iba a tener que dejar barba», cuenta Martínez, que llegó a la Fiscalía de Segovia apenas unos meses después que él: «Una de las cosas que he tomado como referencia de su labor es tener abiertas las puertas del despacho para hablar con todo el mundo».

Una accesibilidad que confirman otros profesionales. «Ha sido un hombre que nos ha ayudado mucho; hemos conciliado muchas cosas gracias al talante que tenía. Para nosotros ningún fiscal es blando y Antonio no era menos pero, con sus conocimientos y facilidad de palabra, cuando tenía que ejecutar una actuación ante un tribunal era muy consistente. Tenemos un recuerdo especial de él», subraya el decano del Colegio de Abogados de Segovia, Emilio Fuentetaja. «Siempre fue una persona afable con la que se podía conversar cuando había alguna cuestión que resolver y siempre estaba dispuesto a buscar una solución. En los juicios era expeditivo para resolver las cosas rápidamente gracias a que tenía unos conocimientos y una seguridad muy aquilatada. Además, era inteligente y tenía mucho sentido del humor», concluye el presidente de la Audiencia Provincial, Ignacio Pando. Las bocamangas de ganchillo que llevan los jueces, fiscales y letrados judiciales en sus togas se llaman puñetas. Como la palabra que se utiliza para expresar enfado. Puñetas de vida, que se ha llevado a este fiscal solo cuatro años después de jubilarse.